Homilías de José Román Flecha
Lunes, 16. Diciembre 2024 - 11:40 Hora
DOMINGO 4º DE ADVIENTO /C
LA VIDAY LA ESPERANZA
“Tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel” (Miq 5,1). Esta profecía de Miqueas alude a la humildad del lugar de donde había de surgir el Salvador. Gracias a esta indicación, solicitada por Herodes, podrían hallar los magos del Oriente al rey misterioso al que buscaban.
A Belén había llegado Samuel para ungir como rey a David. Por eso se convirtió en el símbolo de la esperanza de Israel y en la promesa de la justicia, de la paz y de la vida.
En el salmo responsorial de este domingo de Adviento, aquel recuerdo se convierte en una invocación al Pastor de Israel: “Ven a salvarnos… Ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso” (Sal 79).
En la carta a los Hebreos se incluyen unas palabras de Cristo que reflejan su humildad y su obediencia al Padre celestial: “Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad”.
EL DON DIVINO DE LA VIDA
Tras el anuncio del ángel Gabriel, María se pone en camino hacia las colinas de Judea, para visitar a su pariente Isabel (Lc 1,39-45). Su encuentro es un pequeño “evangelio”.
• Tanto María como Isabel llevan la vida de un bebé en sus entrañas. Una vida totalmente inesperada que, dadas las condiciones de sus madres, se manifiesta como un don exclusivo de la misericordia de Dios.
• Tanto María como Isabel han sabido escuchar y acoger la palabra de Dios. En ellas la palabra de Dios ha hecho posible lo que parecía imposible. Por esa disponibilidad con la que se han abierto a los planes de Dios, han sido elegidas como mediadoras de la salvación.
• Tanto María como Isabel están llenas del Espíritu de Dios. Según el ángel, el Espíritu de Dios cubriría a María con su sombra. Y gracias al Espíritu, Isabel proclama a María como la bendita entre las mujeres y como madre del fruto más bendito de la tierra.
LA PRIMERA BIENAVENTURANZA
El evangelio pone en labios de Isabel la primera bienaventuranza del Nuevo Testamento: “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.
• “Dichosa tú que has creído”. La creencia de María no era una señal de su ingenuidad.
Ante el anuncio del ángel, expresaba su pregunta. No era fácil comprender aquel anuncio. No era fácil aceptar una responsabilidad tan insospechada. Y, sin embargo creyó.
• “Dichosa tú que has creído”. La creencia de María no obedecía a un posible deseo de sobresalir entre las gentes de su aldea. Sin duda, podía imaginar lo que aquella maternidad inesperada podía costarle. Y, sin embargo creyó.
• “Dichosa tú que has creído”. La creencia de María no se basaba en su propio saber y entender. De hecho, se atrevió a manifestar su turbación. No era fácil aceptar la misión que el ángel le anunciaba. Y, sin embargo creyó.
La fe de María se apoyaba solamente en la palabra de Dios. Pero ahora su pariente Isabel le profetizaba que lo dicho por Dios se cumpliría.
- Padre de los cielos, en este tiempo marcado por la increencia y el relativismo, también nosotros queremos escuchar tu palabra. Sabemos que ella genera la vida y desencadena la esperanza. Creemos que tu palabra transforma nuestra vida. Y esperamos que haga posible la vida, la salvación y la paz que Jesús nos ha prometido. Amén.
DOS BENDICIONES
“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!”
(Lc 1,42)
1. Ya conocemos la importancia de la bendición en la cultura hebrea. ¿No deberíamos aprender a bendecir a los demás, en lugar de maldecirlos?
2. ¿Qué importancia y repercusión debería tener en nuestra cultura esa bendición “entre las mujeres”?
3. Muchos cristianos critican a los católicos que muestran su devoción a María. ¿En ese contexto, qué pueden sugerir estas palabras de Isabel?
4. También se proclama bendito al fruto del vientre de María. ¿Qué significa esa proclamación para nuestra fe?
5. ¿No deberíamos alegraros por todos los que reconocen como una gracia la bendición de Jesús y de María?
6. Ante la celebración de la Navidad, ¿cómo podemos proclamar que es una bendición para la humanidad el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador?
7. ¿Percibo yo y agradezco la grandeza y la alegría que suponen esas dos bendiciones que pronuncia Isabel?