Homilías de José Román Flecha
Viernes, 18. Abril 2025 - 10:22 Hora
DOMINGO DE RESURRECCION
LA BÚSQUEDA
Éramos testigos de su muerte
y quisimos observar atentamente
los ritos del último momento.
Creíamos que la piedra había sellado para siempre
aquella vida entregada por nosotros.
Lo habíamos confiado al seno de la tierra
con el dolor de la tarde que lentamente se quebraba
y con el difícil amargor de quien sospecha
que ya nada más puede la tiniebla
contra aquel que era la luz.
Había quedado allí
y con él se quedaba la esperanza,
envuelta y bien envuelta en el sudario
que había de guardar para siempre la nostalgia.
Siempre sabíamos qué árbol
escuchaba sus plegarias en la noche
y qué gesto de paz nos precedía en el camino.
Siempre sabían dónde hallarlo
todos los que arrastraban heridas y dolores,
desgracias y pecados.
Y siempre sabían con qué lazos enredarlo
los que usaban la Ley como una lanza
impregnada de envidias y mentira.
Pero ahora todo es ayer.
Se lo han llevado del sepulcro
y no sabemos dónde lo han puesto.
Tendremos que buscarlo entre las piedras,
entre los surcos que conoce el hortelano
o en alguna cueva perdida en el desierto.
O tal vez lo han escondido en un sepulcro
más lejos del camino que él amaba
y de esta ciudad que lo aclamaba.
Se lo han llevado del sepulcro
y no sabemos dónde lo han puesto.
Tendremos que buscarlo en la conciencia
de aquellos que algún día lo escucharon,
de aquellos que trataron de seguirlo,
de aquellos que creyeron que era él
la luz que ilumina en las tinieblas
y la verdad que al final nos hará libres.
Tendremos que buscarlo cada día…
SE HAN LLEVADO AL SEÑOR
“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 20,2)
1. El evangelio de Juan pone esas palabras en boca de María Magdalena, discípula de Jesús, ¿pero no podrían pronunciarlas los que dicen no creer en él?
2. ¿No nos habremos ocultado a Jesús los cristianos de las diversas confesiones?
3. Entre los católicos, ¿Qué mensajes, ritos o actitudes pueden haber ocultado a Jesús a los ojos de los demás?
4. Aun reconociendo los grandes valores de la religiosidad popular, ¿no habrá a veces ocultado la presencia del Señor?
5. ¿Si somos verdaderos discípulos, nos bastará con lamentarnos una y otra vez de la pérdida del Señor?
6. ¿No deberemos preguntarnos por qué motivos no sabemos dónde han puesto al Señor?
7. ¿Y yo qué he de hacer para recuperar y ayudar a los demás a recuperar la imagen y el mensaje de Jesús?