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Viernes, 15. Junio 2012 - 17:56 Hora
Vives como un cura!


Es un lugar común del idioma español, la anticlerical expresión “vivir como un cura… que trabajan media hora y con vino”. O aquella otra vieja aspiración: “Yo quiero tener el trabajo de un cura, las vacaciones de un maestro y el sueldo de un ministro” para referir al darse la buena vida, osea trabajar poco o no trabajar. Se ve que no deben creérselo ni los que tal afirman porque de lo contrario los seminarios estarían a rebosar. El sacerdocio no es un empleo, mal plantean la vocación quienes la venden como si fuese un puesto de trabajo en tiempos de paro; como tampoco la elige uno como la mejor salida: “No fuisteis vosotros quienes me elegisteis”. Aunque haya curas e incluso obispos, que entienden su sacerdocio como una profesión y así plantean todo demasiado profesionalmente.
Ser cura está bien pagado para el mundo… Un feligrés, al comentarle que la paga de un sacerdote son unos 700€, me comentaba: “¡Ah pues oiga… está muy bien!” Me impresionó que el que, en la misma conversación antes, decía que un sueldo mileurista era un salario basura, de subsistencia, injusto… ahora, referido al cura, le pareciese excelente que un cura cobre menos. Y es que, el común de los fieles, piensa que la tarea del sacerdote se reduce sólo celebrar la Misa. Por ello cunado te ven por la calle no se ahorran decirte: “¿Qué de paseo?” y siempre respondo: No, desplazándome de la Cecca a la Meca, ¡que son las 11 (o la hora que sea), fulanito!… O si te ven en un café, te espetan: “¡Qué bien vivimos eh!” Y respondo: “Jajaja, hombre, pues haberte hecho cura, aún hay plazas… ¿Qué tu no tomas café?”.

Desde luego, no seré yo quien cuestione que un cura vive bien. El cura no vive bien, sino muy bien, pero no por las peregrinas razones que esgrimen. Porque las condiciones laborales del cura no son las más optimas, su jornada no tiene un buen sueldo, su horario limites, ni días libres, ni se le pagan las horas extra, ni goza de una buena imagen social, ni tiene derecho de admisión, está sujeto a exigencias y críticas permanentes… ¡Vamos una bicoca!

Pese a todo ello los sacerdotes se definen como los trabajadores más satisfechos con su trabajo ¿Por qué? Desde luego no porque trabajan con vino, que además cuando se bebe en la Misa ya no es vino sino porque con olvido absoluto de sí se gastan sirviendo. ¡He ahí la clave, el olvido de sí!
La jornada del sacerdote no tiene horas, se inicia bien temprano y concluye bien tarde… pero siempre invocando el auxilio de Dios. Con conciencia de su fragilidad y de que la tarea que trae entre manos le excede. Tras sus rezos vienen las tareas, según destino, clases, visitas a enfermos, archivo, tareas de mantenimiento o gestión, reuniones de coordinación programación, catequesis, estudio, preparación de homilías, confesionario y dirección espiritual, celebración de Misa y sacramentos, exequias, oración de las horas… Vamos tarea para no aburrirse. Quien crea que el cura solo dice Misa, se equivoca de plano y manifiesta no saber de que habla.

Otra cosa será, y ahí radica su buena vida, que esa tarea sea muy gratificante, se realice con satisfacción y gozo, y se viva con desenfado y relajado. No en vano tiene el mejor trabajo, al servicio del Evangelio, con el mejor patrono y siempre dando buenas noticias (aún en los momentos más luctuoso para el mundo).

En propiedad no se puede decir que el cura viva mal, su tarea es una permanente bendición, un regalazo. Es Cristo quien lo dice: “Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Marcos 10, 29-31. A jornal de gloria, no hay trabajo grande.
Miguel León.

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