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Viernes, 4. Noviembre 2011 - 10:16 Hora
Es una crisis moral!...

Josep MIró i Ardèvol

Ya no se trata de una interpretación papal, sino de personas tan distintas como puedan ser Warren Buffet o Juan Luis Cebrián que constatan como las raíces de la crisis son de naturaleza moral. En un reciente artículo a toda página en El País, Juan Luis Cebrián afirmaba que “la actual crisis económica es en realidad una crisis política […] y sobre todo una crisis moral en la que la pérdida de los valores no pueda de ninguna manera substituirse por problemas electorales”. Más adelante añadía que “la única manera de evitarlo es precisamente retornar a los viejos principios”. Bien, pues retornemos a los viejos principios. Y, ¿cuáles son más allá de tres afirmaciones utilitaristas de que hemos de trabajar más, y pagar más, y reducir gastos públicos? ¿Cuáles son los valores perdidos que se han de recuperar?

Hay en el fondo de todo esto una falta de capacidad para profundizar en el diagnóstico. Es lógico, la ideología de la desvinculación nos ha dejado desprovistos de armas y bagajes para comprender la realidad. En todo caso, señalemos algo muy importante y positivo: por primera vez en mucho tiempo se habla de la razón moral como la causa central de nuestros problemas y se afirma la necesidad de recuperar los principios. Supongo que lo de ‘viejos’ significa en realidad los que son propios de nuestra tradición cultural, que se remonta a Aristóteles, pasa por una parte de la tradición romana, alcanza su gran desarrollo con Santo Tomás de Aquino y acaba desplegándose a lo largo de los siglos hasta configurar la Europa que conocemos, después de un largo periodo de guerras civiles en este continente. Nuestra tradición cultural implica el hecho cristiano como un elemento fundamental que puede ser comprendido y vivido en dos planos distintos, el de la Fe, pero también el de la cultura que ha generado. Cuando hablamos de principios, de hecho, si se debe pasar a concretarlos, utilizaremos términos que en su inmensa mayoría ya están presentes en las virtudes que definió Santo Tomás de Aquino.

¿Cómo podemos salir de la crisis? Cebrián apunta: trabajar más, pagar más impuestos, reducir los gastos públicos corrientes, moderar los salarios y precios, regular el ejercicio de los derechos sociales que no podemos financiar… Bien, pero esto no es posible si los ciudadanos y los políticos no están dotados de las virtudes necesarias para poder asumir estas prácticas. Y, ¿cuáles son las virtudes que se necesitarían en relación a estos temas apuntados? Pues, por un lado, la templanza, es decir la austeridad, la capacidad de entender que uno puede vivir bien con menos. Pero también la justicia, porque en este caso, sin ella, lo que se produce es una brutal desigualdad entre los que poseen mucho y los que tienen poco. E igualmente la fortaleza, la fortaleza de carácter, la fortaleza para trabajar bien, la fortaleza interna del espíritu fuerte que sabe adaptarse a la adversidad y darle cumplida respuesta. Y, claro está, la esperanza, sin la que nada es posible, porque si todos los esfuerzos no están dirigidos a confiar en que construiremos un futuro próximo mejor se volverán baldíos, se agotarán en sí mismos.

Pero no se trata sólo de eso, también hay que preguntarse si cuando hablamos de crisis moral y de retorno a los “viejos principios” lo hemos de limitar sólo al campo económico. ¿Bajo qué lógica ha de ser así? ¿Por qué sólo hemos de recuperar los valores para aquello que sirva para producir más y gastar menos? ¿Es que se puede separar la economía de la actitud en el resto de esferas de la vida? Claro que no. La actividad económica es una manifestación de la antropología humana, esto es así desde siempre. Por consiguiente, lo que se debe afirmar es que necesitamos superar la crisis moral a través de un renacimiento en este sentido. Pero que, para tener éxito, sólo puede realizarse si afecta a todas las dimensiones del ser humano, por la simple razón de que éstas no son separables, de que no se puede decir: esta virtud sí para ir a la oficina, pero esta misma virtud no para lo que afecta a las relaciones con mi mujer. Esto es un absurdo.

Digamos con Cebrián que sí a la crisis, que esto es una crisis moral, que sí a que necesitamos recuperar los valores perdidos y los viejos principios, y digamos también con rotundidad que esto ha de ser la llamada para recuperarlos en todos los ámbitos del ser y de la actividad de la persona.




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