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Sábado, 14. Abril 2012 - 12:08 Hora
La Laicista inquisición

Sorprende, en una democracia con pretensiones de moderna y consolidada, la actitud de grupos totalitarios que pretenden silenciar el pluralismo de ideas y creencias. Llama la atención que provenga de aquellos que se autoproclaman, con grandilocuencia, los “defensores de las libertades”.
Las virulentas reacciones que ha suscitado la homilía de Mons. Reig Pla, para la que reclaman censura, denuncia y retractación, ponen en evidencia que la libertad de expresión que defienden es sólo la de ellos, la de sus avanzadas ideas. Aquí no cabe discrepancia, o te expresas a su dictado o emprenden una tactica de acoso sistemático y derribo social. No diría yo que el linchamiento mediático sea menor censura que la que impone un régimen dictatorial.
Habrá que recordar, a los colectivos anti-Reig, que hay que atender al conjunto del discurso y no a la frase suelta; que no es legítimo extraer frases, al albur, del contexto que las dota de sentido; que la verdad a medias es la peor mentira; y que no todo vale para defender los propios postulados o atacar al adversario… Pero, sobre todo, habrá que hacerles notar (ya sé que es inútil, pero no me lo ahorro) que sus palabras son legítimas; puesto que su deber como obispo es transmitir los valores y principios de la moral católica a sus diocesanos y que, de no hacerlo, sería cuando tendría que amonestársele. El tenor de sus palabras se ajusta a la enseñanza de la Iglesia, fueron pronunciadas en el contexto litúrgico, tenían por destinatarios a files católicos, unos allí presentes y otros que desde sus hogares se sumaron a la retransmisión televisiva, Es de cajón:¡Quien no sea católico, que no preste oído! La moral católica se ofrece como criterio razonable a la sociedad pero sólo la secunda quien la acoge.

Aunque hay pareceres diversos respecto a si la celebración de los Oficios de semana santa, era un contexto oportuno para referir a esos criterios; o sobre que fuera emitida por TV... considero que las, siempre lúcidas, reflexiones homiléticas del prelado de Alcalá -sean compartidas o no- son conformes al Magisterio, ajustadas a la libertad de expresión de todo ciudadano, máxime en ejercicio de sus deberes (en este caso pastorales). Están pronunciadas por un obispo y dirigidas a fieles católicos, instando a una vida congruente con la fe y evidenciando actitudes de incoherencia. Sin embargo, comprendo, que son palabras emitidas desde la confesionalidad, nada políticamente correcto en una sociedad donde se pretende recluir a los católicos en las catacumbas, y que se hagan resonar más allá de la sacritía enfurece.
Mal camino emprende una democracia cuyos partidos, sindicatos o colectivos pretenden amordazar la voz de la disidencia, sea esta promovida por la ideología, la ética, la religión o el sentido común… ¿Habrá que recurrir a la resistencia clandestina para que quienes imponen, desde los medios de manipulación social, su dictadura no impidan expresar con libertad valores y principios diferentes a los suyos?

Independientemente de homilías y polémicas hay que recordarles a los colectivos ofendidos, que España no sólo rige un sano pluralismo ideologico y de credo, que permite que cada cual sigua su conciencia; sino que la aconfesionalidad del estado no implica que se persiga la moral de los creyentes. Es mas, que no toda la sociedad tiene por qué aceptar o compartir la visión de la sexualidad que ellos pretenden imponer. Desistan pues en su empeño "eclesiófobo" de no respetar los credos o convicciones morales siempre que no se acomoden a su "progresismo totalitario". Hace siglos que los católicos proponen la moral, pero no la imponen.
Impresiona el alto grado de intransigencia de sectores progres y liberales, llena de perplejidad el descarado abuso de la TV, Radio y prensa puesta al servicio del pensamiento único, asombra el inmisericorde juicio mediático al que la laicista inquisición somete a quienes se manifiestan discordantes con su percepción de la realidad. Hoy el procesado es Mons Reig, ayer la JMJ y Benedicto XVI, mañana ¿quien será?

Miguel León. Diario de un cura rural.

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