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Miércoles, 16. Mayo 2012 - 17:54 Hora
Mendigo de María

En mi infancia leí en una revista piadosa, a la que estaba suscrita mi abuela, la hermosa historia del mendigo de Pancorbo.


A las afueras de la población, hacia el Norte, camino de Madrid, el viajero se encuentra con una pequeña ermita, que está dedicada a Nª Sra. del Camino. A través de la reja que hay en la puerta, se vislumbra en penumbra la venerada imagen de la Virgen, con flores, velas, y algunas monedas esparcidas por el suelo que tienen a bien echar -como ofrenda- los devotos junto con sus plegarias. Esas monedas son para la Virgen, como nosotros no hacemos nada gratis pensamos que nuestras suplicas serán así más tenidas en cuenta ¡como si la Señora necesitase nuestra calderilla...! Pues sí, la necesita, a la vista está en la historia del mendigo de Pancorbo.

Hace décadas mendigaba por aquellos parajes un anciano pobre. Con humildad iba pordioseando, de puerta en puerta, una limosna y, cuando se la daban, agradecido besaba el mendrugo de pan que le ofrecían para saciar su hambre, y cuando no rezaba una oración por los de casa. Pobre pero honrado, amable y educado... era estimado por todos los vecinos por su carácter agradecido ¡Nunca había dado que hablar el mendigo de Pancorbo, ni un mal modo ni un desaire!

Un buen día le encontraron muerto en su choza destartalada chavola. Llamaron al cura, quien tras rezar un responso, dispuso de sus escasos enseres. Tan apenas un bastón con la punta ennegrecida, una lata de pez y un añoso zurrón, donde -entre miajas- había un pequeño cuadernillo viejo y manoseado junto a un pequeño lapicero. El sacerdote lo abrió y leyó: - Día 3 de enero de 1931: “Le tomo prestados a la Virgen dos reales”. Día 22 de Febrero de 1931: “Le debo a la Virgen lo que me prestó”. Dia 28 de febrero: "Cojo tres gordas a la Virgen". Día 14 de Marzo: “Le devuelvo lo que le pedí y la adelanto a la Virgen un real”… Y así seguía su peculiar apunte relacionando los prestamos y devoluciones: “Debo a la Virgen…” “La Virgen me debe…”

Y es que aquel buen hombre, pobre pero honrado, cuando arreciaba el crudo invierno y las limosnas eran escasas…, sin que nadie le viera, introducía por la reja de la ermita su bastón embadurnado de alquitrán en la punta y así recogía las monedas que se pegaban a él de entre las que estaban esparcidas por el suelo. A la vista está -porque lo canta su libreta- que sólo lo hacía en caso de extrema necesidad y con el firme propósito de devolverlas en cuanto posible le fuera. ¿Acaso negaría la Madre a sus hijos más necesitados lo que necesitasen? Sabedor el buen mendigo que aquellas monedas eran empleadas en el culto de la ermita (flores,cera, manteles, Misas...) ¡con qué interes afinaba sus apuntes de deudas! Cunta delicadeza...

El cura pasó con ligereza aquellas viejas hojas hasta dar con la última anotación, escrita justo el día anterior. En el último apunte contable, que había hecho el mendigo, figuraba escrito: “Devuelvo cuanto le debo ¡Estoy en paz con la Virgen!…” En paz con la Virgen murió… Así ya se pudo morir contento.

Hermoso testimonio de finura, más que de honradez, y de piedad la de aquel anciano menesteroso. He de confesar que, al recordar esa anécdota, se me nublan los ojos de emoción porque mendigo ando yo por la vida y en permanente deuda con Ntra. Señora en mi camino ¡Cuántas gracias, mercedes y dones extraídos de su corazón maternal y nunca suficientemente reconocidos y correspondidos! ¡Cuantas situaciones de necesidad remediadas por su maternal socorro! Ah si llevara yo cuentas de cuanto le adeudo, de cuanto me auxilio prestó, de cuanto robé de su capilla...
Quisiera yo Señora, tu incansable pedigueño, que cuando me llames al Cielo mi balance cierre se encuentre sin deudas y me pueda marcharme en paz contigo… Por tanto prestamo, por tanto don ¡Gracias Señora de mi camino, gracias!

Publicado por Miguel P. León

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