Miguel P. León Padilla
Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Domingo, 23. Abril 2023 - 08:12 Hora
Domingo III de Pascua (ciclo A)
1L.- S. Pedro, en su primer discurso a los israelitas reunidos en Jerusalén el día de Pentecostés, proclama que Jesús de Nazaret, hombre acreditado por Dios con prodigios y milagros, fue entregado según el plan misterioso de Dios, fue clavado en una cruz, pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Como prueba de ello, cita el Salmo 15 que canta la esperanza de que el justo no quedará olvidado en el sepulcro, ni conocerá la corrupción. Es la solemne proclamación es el fundamento de la fe en Cristo resucitado.
2L.-En su primera carta S. Pedro nos recuerda que sólo quien llega a comprender mejor el misterio del misterio pascual de Jesús, toma en serio su proceder en la vida por comprender que “ha sido liberado no con oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo".
Evangelio.- Los caminantes de Emaús escuchan con atención la palabra de Dios.
A Jesús resucitado le encontramos en la comprensión de las Escrituras. Es decir, lo encontramos al comprender el Plan de Dios.
PARA LLEVARLO A LA VIDA.
Jesús sale al paso en nuestros caminos. Cada jornada nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, que remite continuamente al misterio de Cristo, el cumplimiento de las promesas, la revelación definitiva del misterio de Dios, la salvación para los hombres... ¡Qué gran necesidad tenemos de ser, como los dos caminantes de Emaús, hombres que escuchan con atención la palabra de Dios y se nutren con el Plan de Dios. ¡Qué importante es la lectura diaria y profunda de la Sagrada Escritura!
Al recordar el pasaje de los de Emaus Agustín: “¿Cuándo se hizo conocer el Señor? Al partir el pan. He aquí nuestra certeza: al compartir el pan conocemos al Señor. Él ha elegido ser reconocido de este modo por nosotros que, sin haber visto su carne, comeríamos su carne. Quien quiera que tú seas, tú que crees, que te reconforte la condivisión del pan. La ausencia del Señor, no es una verdadera ausencia. Aquel a quién tu no ves, está contigo. Cuando Jesús hablaba a ellos (a los discípulos de Emaus), ellos no creían que estuviese resucitado. Ellos mismos no esperaban el poder “revivir”: habían perdido la esperanza. Caminaban, muertos, junto a la vida.
Y tú, ¿quieres la vida? Haz como los discípulos (de Emaus) y reconocerás al Señor. El Señor era como un viandante que debía ir muy lejos, sin embargo, han sabido retenerlo junto a sí… Aprende dónde buscarlo, aprende dónde encontrar al Señor.”
A Jesús lo encontramos al recibirlo con fe en la Comunión, donde el Señor se nos revela con todo su amor y nos invita a transformarnos en Él.
Domingo, 16. Abril 2023 - 09:57 Hora
II Domingo de Pascua (Ciclo A)
1L.-Como consecuencia de sus encuentros con el Resucitado y fortalecidos con la acción del Espíritu Santo, los apóstoles experimentan una radical transformación que les conduce a Pentecostés.
La descripción de la vida de la Iglesia naciente muestra como aquellos hombres comienzan a cumplir con la misión recibida. Organizan un estilo de convivencia original que suscita la admiración: viven hermanados entorno a la enseñanza de los apóstoles, haciendo ejercicio de caridad, celebrando la fracción del pan y la oración comun.
2L.- La primera carta de San Pedro expone el credo de las primeras comunidades. Parece una catequesis bautismal que subraya la alabanza por la acción salvífica de Dios.
Exhorta a la comunidad cristiana a permanecer fiel en las pruebas de la vida. Se introduce con una alabanza a Dios Padre de Jesucristo, en quien nacemos a una esperanza viva. Ante la grandeza del amor de mostrado por Dios, surge el jubiloso canto de alabanza.
Evangelio. Narra como entre los apóstoles, encerrados por miedo a los judíos, aparece Cristo irrumpe, llenándolos de alegría. Reciben al Espíritu Santo y son enviados a cumplir una misión que no imaginaban.
PARA LLEVARLO A LA VIDA.
Durante ocho días hemos celebrado, como un eco, el misterio Jesucristo, triunfador de la muerte, manifestación de la acción de la Divina Misericordia.
«Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito» (Jn 3,16) y resucitado, lo ha constituido en fuente de salvación para todos los que creen en Él.
Paz a vosotros, es el regalo de Cristo resucitado. Sin paz en el corazon no hay libertad sino miedo, tensión y una actitud a la defensiva. Serenar el corazon es el paso previo para proponer el Evangelio a una sociedad laicista y beligerante con la fe.
Solo desde la paz podremos proponer la luz del Evangelio, vivido antes que predicado a los hombres de nuestro tiempo. Hombres que –como Tomas- no quieren palabras, quieren ver y no creer, no quieren “palabreros” (de esos sobran muchos) quieren ver y palpar. Los hombres desean que sea cierto el mensaje cristiano pero que necesitan palparlo concretado en acciones y compromiso.
La fe solo se hace perceptible en el ejercicio de la caridad. Esa fue la lección de las primeras comunidades; ese es el signo que espera la sociedad de nosotros; ahí es donde Cristo se hace presente y operante, en las acciones de quienes amándole hacen de su existencia espacio para la solidaridad y empeño de mejorar el mundo. ¡Ahí te quiere Cristo resucitado!
La necesidad del encuentro personal con Cristo resucitado es siempre actual. El cristiano debe vivir su fe y testimoniarla frente a un mundo reacio a la verdad. Su misión no es fácil, tiene que proclamar con decisión la verdad sobre el hombre, la vida y la eternidad.
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