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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 28. Mayo 2023 - 08:44 Hora
Solemnidad de Pentecostés

1L.- El relato de Hechos usa el simbolismo para expresar el poder dinamizador del Espiritu. El viento huracanado que se ha oír en el Cenáculo, simboliza la procedencia sobrenatural del Espíritu y recuerda la primera creación, cuando Dios infundió su aliento sobre el hombre recién modelado. Las llamaradas de fuego que no se consumen rememoran la experiencia de Moisés en el Sinaí y la transformación que se obró en él. La comprensión del mensaje por gentes de tan diversa procedencia recuerda que todos somos hijos del mismo Dios.
2ªL.- Pablo expone la acción del Espíritu en la comunidad con la promoción de la pluralidad de carismas destinados a la utilidad común. La comparación con el cuerpo humano, permite entender lo que es la Iglesia y muestra que no hay comunidad auténtica, si cada uno no participa activamente, poniendo su talento al servicio de todos.

El Evangelio destaca el misterioso poder que otorga Cristo, por la acción del Espíritu: ¡perdonar los pecados! La extraordinaria fuerza del perdón, tan necesaria para avanzar, para crecer y amar… Experimentar el perdón supone saberse comprendido, amado, restaurado ante Dios. Sanar la ruptura interior, recuperar el animo, volver a comenzar de nuevo… Es don y gracia obrada por el Espíritu santificador.

PARA LLEVARLO A LA VIDA.
Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy nos llenan de confianza: «¡Ánimo!: yo he vencido al mundo», por su Resurrección ha destruido el poder del mal y del pecado, el poder del rencor y el odio, la dinámica del resentimiento, incapaz de vivir la libertad que sólo puede posibilitar el perdón.
Los que por el Bautismo pertenecemos a Cristo, podemos vencer todas las dificultades de la vida, tal y como Él las venció, en nuestra vida también pasamos por sucesivas muertes y resurrecciones, asumidas por el mismo Misterio Pascual de Cristo. Sólo con la ayuda del Espíritu podremos amar como Cristo ama y experimentar la fuerza del sentirnos perdonados y perdonar. Sólo si nos dejamos conducir por el Espíritu, viviremos coherentemente el Evangelio.
Sólo si nos dejamos guiar por el Espíritu, lograremos integridad entre el ser y el obrar, entre el pensar y el sentir, entre la vocación cristiana y la presencia en el mundo.
Sólo si nos dejamos iluminar por el Espíritu sabremos mirar más allá de nosotros mismos y atender las necesidades de quienes nos necesitan. Y ser asi -en verdad- testigos del amor de Dios, que nos da su ayuda para superar toda dificultad, incluso la muerte, al regalarnos su Espíritu Santo ¡agradezcamos éste don!

Domingo, 21. Mayo 2023 - 08:58 Hora
Solemnidad de la Ascensión

1L.- Ha llegado la hora de testimoniar el mensaje de de Jesús, con la palabra y con la vida ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
2 L.- La plegaria del apóstol es que Dios: Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama. Porque conociendo en Cristo cual es el destino, trabajaremos con mayor empeño en obrar el reino.
Ev.- Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» Jesús nos da la certeza de su acompañamiento en los caminos de la historia, alentando nuestro peregrinar.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Jesús resucitado lleva a los apostoles a la montaña, donde solía retirarse para orar a solas. Allí asciende a los cielos para sentarse a la derecha del Padre.
La nube que lo oculta de su vista, tiene un profundo significado bíblico: la Gloria de Dios (para Israel, peregrino en el desierto, tenía la función de “guiar” de día y “alumbrar” de noche. Era símbolo de la cercanía de Dios).
Ahora, la nube de la Ascensión es revelación y ocultamiento.
-Revelación de que Jesucristo está sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros.
-Y ocultamiento porque no volveremos a verle con los ojos físicos; pero experimentaremos su cercanía.
Hemos de mantener la súplica en los labios lanzada al cielo, y los pies bien puestos en la tierra empleados en transformarla con el amor. La amonestación de los ángeles a los apóstoles nos zarandea: "¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse". Hay que dedicarse a “acelerar el Reino de Dios”, y preparar el retorno glorioso de Cristo.
Hay que mantener viva la confianza puesto que la consecuencia de la exaltación de Cristo es la esperanza a la que Dios nos llama, la riqueza de la gloria que da en herencia a los santos y la extraordinaria grandeza de su poder... Sabedores de que ésta es una etapa de itinerario que conduce al amor eterno de Dios.

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