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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 15. Noviembre 2015 - 17:23 Hora
XXXIII Domingo TO (Ciclo B)


1ªL.- La visión apocalíptica sitúa el triunfo de los justos detrás de un juicio, al borde del presente mundo. Intenta consolar con esa perspectiva al humilde pueblo de Dios en su mísera pequeñez, en su humillación y opresión. Intuye que al conocido mundo de injusticia le sucederá un orden nuevo, en que los pobres del Señor tengan vida en plenitud. La esperanza perfora los densos muros de la angustiosa realidad.
2ªL.- Hebreos constata la efectividad del sacerdocio de Cristo, que, de una vez por todas, ha santificado a los cristianos. Cristo, por su muerte ha vencido al poder de Satán, pero el pleno triunfo está por llegar. El Señor nos fundada en la confianza filial y no en el temor. No debemos, pues, considerar nuestra miseria como una carga implacable.
Ev.- Jesús trata de inculcar en sus discípulos la certeza del final del mundo presente. Para ello se sirve de una comparación con imágenes que no son literales sino simbólicas. La caída del "mundo viejo" con todos los poderes que lo rigen y determinan coincide con la irrupción de una creación nueva. Cuando todo sea oscuro (confusión, caos), aparecerá el Hijo de Dios. Termina el texto con dos expresiones: la reconocible proximidad del fin; y que el momento sólo Dios lo sabe. Así quiere hacernos tomar conciencia de la situación.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
No se trata del final del mundo natural sino del final de un mundo de pecado y de muerte. La imagen de la higuera simboliza primavera de resurrección. Lo importante no es que se tambalee la primera creación, sino la irrupción de la segunda y definitiva. No se trata del «fin» sino de un definitivo «principio». La vida del hombre tiene profundo sentido, trascendental sentido.
Los discípulos de Jesús estamos llamados a ser testigos activos de un mundo distinto con un horizonte trascendente. Hemos de potenciar nuestro "ser" cristiano. Conscientes de que somos simiente de esperanza, portadores de levadura. El mundo espera, sin saberlo (e incluso, negándolo) vida y calor. Es preciso no descuidar en absoluto nuestra fuerza interior oración, reflexión y meditación, formación social, celebración comunitaria...
Frente al final de este mundo, Jesús propone la vigilancia; frente a su segunda venida, propone la esperanza.
Consideremos que, como solía decir a sus alumnos un viejo profesor, "la llegada de un mundo mejor empieza por que cada uno cuide con cuidado y esmero del portal de su propia casa!. Ahí nos espera Cristo ¡en el zaguan!



Domingo, 8. Noviembre 2015 - 10:51 Hora
XXXII Domingo del TO (Ciclo B)

EXPLICACION DE LAS LECTURAS
1ªL.- El pobre no se aferra ni se reduce a lo que tiene. Vive más en la esperanza de lo que enriquece a la larga que en lo que remedia la falta del instante. Quien no hace de lo poseído el bien último, sino de lo esperado, tiene ya lo que espera, sin perder lo primero.
2ªL.- Entre la primera y la segunda venida de Cristo hay todo un proceso de salvación: la segunda vez aparecerá para salvar definitivamente. Por consiguiente, la salvación es un camino que hay que recorrer a través de los avatares de la historia humana.
Ev.- Los que dan aquello que les sobra dan sólo dinero, incluso hacen a veces negocio con sus limosnas. Pero, si uno da lo que le hace falta, da su medio de vida, esto es, da la vida. El verdadero sacrificio agradable a Dios no consiste en dar lo que tenemos, sino en dar nuestras propias vidas.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Para los cristianos no hay otro sacrificio que el sacrificio de Cristo. Ofrecer a este Dios ese sacrificio es también ofrecerse a Dios como se ofreció Cristo. Por tanto, es participar en el sacrificio de Cristo.
La verdadera caridad es tanto más fácil cuanto mayor es la pobreza: ¿Os habéis fijado con qué sencillez los pobres se reparten lo que tienen? Por eso dice el Señor: "Bienaventurados los pobres”.
l que da de lo que le sobre, no da la vida. El que da de su propia indigencia, de lo que necesita para vivir, da algo de su vida, se desvive por los demás. Pero el que quiere conservar la vida, la perderá.
Jesús quiere enseñarnos a saber mirar, por ello nos llama. Para Dios cuenta más la calidad que la cantidad, y lo que uno es más que lo que representa o tiene. Imitemos a que Cristo, sin reservas, se entregó totalmente a Dios y a los hombres. El acto de amor supremo es la esencia del sacrificio de la cruz.

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