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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 23. Julio 2016 - 22:21 Hora
Solemnidad de Santiago. Patron de España

1ªL. El libro de los Hechos de los Apóstoles ofrece noticia escueta del martirio de Santiago el Mayor: Herodes lo mandó decapitar. El haberle infligido la misma muerte que al Bautista sugiere que Santiago fue un profeta incómodo para el poder civil israelita. Su martirio es un estímulo para perseverar audazmente en la denuncia profética.
2ªL.- La proclamación del Evangelio se ha de hacer desde la propia fragilidad, no desde el orgullo y la seguridad. Pero, sobre todo, únicamente se puede proclamar aquello que primeramente ha sido firmemente creído y asumido.
Ev.- La madre de los hijos del Zebedeo aspira no sólo a un mejor puesto para sus hijos, sino a lo máximo, al todo del reino. La aspiración a lo más alto es algo grabado en el corazón del hombre. Jesús no anulará esta aspiración sino que le dará un nuevo giro, aunque la ambición esté, por supuesto, descartada del reino.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
No es la misión de Cristo en la tierra situar a sus amigos en los mejores puestos y conceder honores, sino salvar a los hombres con un amor que no se detiene ante la muerte y muerte de cruz. El que ha resucitado a Jesús de entre los muertos, sabrá resucitar y premiar en su día a los que ahora siguen sus pasos.
Las apetencias en el Reino de Dios suponen un desconocimiento radical, del mismo. Son justificadas únicamente cuando se le considera exactamente igual que los demás reinos de la tierra. Pero el Reino de Dios es muy distinto. El principio determinante en el Reino de Dios es el del servicio a los demás.
Las apetencias por tanto, deben estar determinadas por la responsabilidad y capacidad de sacrificio y servicio al prójimo, por la decisión de "beber el mismo cáliz" que el Maestro, de correr su misma suerte, de hacer de su vida una entrega al prójimo. Todo lo que no sea pretender estas metas es equiparar el Reino de Dios a los reinos de la tierra. Y esta equiparación ha sido radicalmente condenada por Jesús.
El disgusto de los otros discípulos al descubrir la ambición de sus compañeros, Juan y Santiago, ofrece una buena ocasión al Maestro para enseñar a todos una gran lección. Jesús les recuerda cómo se comportan en el mundo los que dominan sobre los pueblos, y les advierte para que no suceda entre ellos lo mismo. Pues si él no ha venido a este mundo para ser servido, sino para servir, sus discípulos no deben aspirar a otra cosa que al servicio amoroso a todos sus hermanos.
El discípulo debe marchar por el camino del Maestro, que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida por la salvación de los hombres.
Esta plena solidaridad con los hombres y la entrega de la vida por ellos es el programa permanente de los discípulos de Jesús.
"Dar la vida" no significa sólo y ante todo morir, sino proyectar la existencia entera como donación.

Sábado, 23. Julio 2016 - 22:01 Hora
XVII Domingo del TO (Ciclo C)


1ªL. La intercesión de Abrahán es un regateo, al que Dios no se sustrae. Intenta hacer valer la solidaridad en favor de los impíos, y no que éstos arrastren consigo a la ruina a los posibles justos. El regateo cesa en diez; y no los hay. El profeta sabrá decir que un solo justo salva a muchos (Is 53).
2ªL.- Pablo insiste en la incorporación del creyente a Cristo por el bautismo; cómo participa en la obra del Señor. Unión con Cristo, perdón de pecados, vida.
Ev.- La oración del cristiano tiene dos partes ineludibles. La primera se refiere a la aceptación total de Dios como Padre, como santificador, como Señor. Solamente después se puede pasar a la segunda, en la que el creyente se atreve a pedir a Dios cosas concretas. Dios, naturalmente, interpretará las peticiones del creyente no siempre como éste se las imagina en un primer momento.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Los discípulos aprenden con Jesús a confiar en Dios como un Padre y amigo hacia quien se encaminan gozosamente. Simultáneamente comprenden las exigencias del Reinado de Dios: solidaridad, justicia y total disponibilidad.
La parábola de los dos amigos coloca la oración en el plano de la relaciones cálidas y cercanas. Los sentimientos de confianza y gratitud hacia el Padre disculpan lo inoportuna que pueda parecer una petición. El orante ha cultivar una actitud de perseverancia y suplicar aunque la puerta parezca cerrada. Pero su clamor debe estar dirigido a recibir los dones que manifiestan la irrupción del Reino, no a obtener caprichos personales.
Podemos preguntarnos qué hace diferentes a los cristianos ante el mundo. La diferencia no radica en su liturgia o en sus templos, sino en su experiencia del Dios del Reino revelado por Jesús. Los cristianos hemos de ser una "alternativa" que manifieste en su cálida relación con Dios y en su intensa vida comunitaria los signos del Reino.
Desafortunadamente, convertimos la oración en un martilleo de palabras repetidas mecánicamente. Esto nos lleva a convertir la oración del discípulo -la que nos hace comprender nuestra especial relación con Dios- en una más de las plegarias.

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