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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 18. Septiembre 2016 - 10:23 Hora
XXV Domingo TO (Ciclo C)

1ªL. La denuncia del profeta sorprende al pueblo tranquilo y satisfecho, en que está sólidamente implantada la injusticia. En el que el opresor y el estafador aborrecen los días de fiesta que interrumpen su lucro. Dios venga esa maldad y saca a flote al desvalido. Su justicia demanda, que cada persona alcance su realización. Aquel que la sofoca tiene frente a sí la justicia infinita.
2ªL.- El pasaje de esta carta a Timoteo nos recomienda la oración por todos los hombres para que todos se salven. La eficacia de esta oración proviene de Jesucristo, que se entregó en rescate por todos. El Apóstol es el mensajero de ese don. La comunidad cristiana es una comunidad de oración
Ev.- El Evangelio advierte que entre amor al dinero y a Dios hay antagonismo cuando absolutizamos el poder de la moneda. La actitud frente al dinero debe ser relativizarlo: ni divinizarlo ni satanizarlo. Con tal de que de él no se haga un dios, se ha de usar en fines positivos.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Jesús no alaba la sinvergonzonería, el administrador es un deshonesto, lo que se propone a modo de ejemplo es su habilidad, el saber emplear con visión el dinero que administra. En él se alaba la actitud del hábil gerente que mira al futuro y lo prepara sabiendo negociar con su actual situación. Esta es la actitud que Jesús pide al que emprende el camino del evangelio. Pero la astucia del discípulo en Jesús no consiste en prepararse una salida airosa en lo económico sino en saber emplear los bienes materiales para entrar en el reino de Dios. Usando la riqueza aquí, por el reino, se está ya actuando con una mentalidad evangélica.
La denuncia del profeta Amós es confirmada por las palabras de Jesús: "No podéis servir a Dios y al dinero". Pero ¿Qué es servir al dinero? Es aceptar que el dinero es lo única que vale y que con él todo se puede. Es metalizar el corazón, hacerlo insensible y reducir a los demás a mercancía. Y el que piensa –y por sólo dinero se mueve- se considera que por encima del que no tiene tanto dinero como él. Convierte la comunicación humana en transacción, la palabra en propaganda, el amor en consumición... En este supuesto, el dinero desplaza a Dios y al hombre; la competencia cruel se hace necesaria y la fraternidad se hace un imposible.
Dios y el dinero se presentan como dos amos irreconciliables; sólo que Dios libera y el dinero nos hace esclavos. El dinero, el afán de poseer y la trampa de ser poseído, la ambición, la explotación... son caras de la misma moneda. El hombre que se somete a esta moneda no puede servir a Dios, pero tampoco puede amar a sus semejantes. No es libre, no puede realizar el acto supremo de la libertad: el amor.
"Dios o el dinero" es una disyuntiva que se plantea no sólo en la vida privada sino también en la pública; es por lo tanto, también, una disyuntiva política. Tengamos presente la advertencia de Jesús y no nos dejemos engañar ni confundir por la astucia de los hijos de este mundo que nos sugieren la conveniencia de vivir para tener dinero. Nuestro interés por la conversión del mundo, por el cambio de sus estructuras injustas, no ha de ser menor que el que ellos ponen en el sostenimiento de un sistema de explotación.
¡Palabras claras para actitudes valientes! Detente y piensa…

Sábado, 10. Septiembre 2016 - 12:44 Hora
XXIV Domingo TO (Ciclo C)

1ªL.- Apenas vivido el gozo del encuentro con Dios y afirmada una relación de alianza entre salvado y salvador, es ya la hora de la ruptura. El mediador Moisés intercede por el pueblo. No es suyo, sino de Dios, que lo sacó de servidumbre. Pero él no quiere disociarse de su suerte y ser salvado aparte. La solidaridad del mediador obtiene salvación.
2ªL.- Pablo no quiere darnos lecciones de humildad, ni pretende que admiremos su comportamiento ni sus virtudes, sino la manifestación de la misericordia de Dios en él. La misericordia de Dios conmigo, es muestra de lo que hará también con vosotros.
Ev.- Dios perdona gozosamente.-Jesús describe en las parábolas el inmenso gozo de Dios al recuperar al pecador. Lo compara al gozo del pastor que carga con la oveja perdida, al gozo de la mujer que encuentra su moneda y, sobre todo, al de un padre que recupera a su propio hijo.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Dios ama a los pecadores.- No sólo a los pecadores arrepentidos sino también a los pecadores antes de su conversión, Dios ama a los granujas, a los indeseables, a los perdidos..., no porque sean lo que han llegado a ser sino para que sean lo que deben ser con la gracia de Dios: hijos suyos y criatura nueva. El amor de Dios, que no se hace de rogar, lleva la iniciativa en la conversión del pecador y se revela así como una fuerza creadora. El que lo hizo todo de la nada y llamó a la existencia a lo que no era, llama a los pecadores -que no son- para que sean sus hijos.
Su misericordia es infinita y su amor no tiene fronteras. Por lo tanto, nadie puede exiliarse del amor de Dios ni huir tanto y tan deprisa que no sea alcanzado por su misericordia. Por eso no hay para Dios un hombre absolutamente perdido, por eso hay para el hombre siempre una posibilidad que no es del hombre: el amor que Dios le tiene. Cuando uno pierde una moneda hasta el extremo de olvidar que la ha perdido, ya no puede encontrarla. Pero Dios no pierde nunca de esta manera a los pecadores, porque no los olvida ni los echa de su corazón. De ahí que Jesús lo compare a una mujer que echa en falta su moneda.
El perdón es un triunfo del amor de Dios.-A los hombres nos cuesta mucho perdonar porque no amamos a los que nos ofenden.
Para perdonar a los otros necesitamos enfrentarnos con nosotros mismos, reprimir el instinto natural de venganza, dejar que pase el tiempo para poder olvidar..., y si al fin conseguimos cambiar de actitud, esto ha sido una victoria sobre nosotros mismos. Dios no perdona como los hombres, pues ama a los pecadores y no necesita pasar de la venganza a la misericordia.
-Debemos perdonar como hemos sido perdonados.-No a regañadientes y porque no nos queda otro remedio, no de boca sino de corazón. Debemos perdonar gozosamente. Sin olvidarnos que el perdón verdadero es siempre obra del amor y de un amor eficaz que redime, al que perdona y al que ha sido perdonado. No basta con decir: "Aquí no ha pasado nada", y dejar las cosas como estaban. Menos aún con olvidar y olvidarse del otro, como si no existiera ya para nosotros. ¡No! perdonar y ser perdonado es como volver a la vida. Por eso debemos celebrarlo. Si no sentimos el gozo de una auténtica reconciliación es que aún no hemos perdonado, al menos como nosotros hemos sido perdonados por Dios en Jesucristo.

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