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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 1. Octubre 2016 - 21:24 Hora
XXVII Domingo del TO (Ciclo C)

1ªL.- La angustia del pueblo encuentra su expresión en la del profeta, que no posee el sentido ni entiende el silencio de Dios ante la injusticia en el mundo. Atento a la palabra reveladora, obtiene una respuesta que debe permanecer, pues no es sólo para él. El sentido añorado es la fe la que lo tiene. El hombre fiel lo conoce y vive de él
2ªL.- La evangelización es un trabajo duro, que exige en el evangelizador y en toda la comunidad que lo apoya un valor a toda prueba: para luchar abiertamente contra los que abiertamente se le oponen
Ev.- Jesús recurre a las relaciones que mantiene un esclavo con su amo para enseñar a sus discípulos que la verdadera fe brota de la humildad que descansa en el reconocimiento de nuestra total dependencia de Dios.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Notemos que ante la petición de los apóstoles, Jesús no habla de tener más o menos fe sino de fe viva. Una fe muerta es como un rescoldo que sólo da calor al que la tiene. Y así, nuestra fe, es como un rescoldo, un seguir viviendo sin complicarnos. Nos interesa esta vida, aprovecharla, disfrutarla, sacarle todo el jugo, pero nos da miedo la muerte, por eso tratamos de conservar ese rescoldo de fe, para por si acaso. En cambio, la fe viva es como el fuego que calienta y da su luz a cuantos lo rodean. No es una fe para uso particular, para un caso de emergencia. Es una fe para la vida, para la convivencia. Un fe que se manifiesta y expresa en obras de solidaridad y de amor, en testimonio de esperanza y de paciencia, de lucha y de esfuerzo por arreglar el mundo.
Para Jesús, el que tiene fe viva, como el grano de mostaza, puede hacer lo imposible. Y si es capaz de lo imposible, mucho más será capaz de hacer lo posible, sin componendas con el egoísmo, la injusticia, la insolidaridad o la superficialidad que nos rodea. La fe viva, removerá todo cuanto impida o mortifique la vida, como el miedo a la muerte.
La 2ªL recoge la exhortación de Pablo, encarcelado, a su discípulo Timoteo. Sus palabras nos sirven hoy a nosotros. Nos exhorta a que avivemos el fuego de la gracia que hemos recibido, la fe. Porque puede ocurrir que nos avergoncemos o atemoricemos en la vida pública. Por eso, el apóstol nos llama a la valentía y coraje en dar la cara por Jesús y por el evangelio. El espíritu de fe no es un espíritu pusilánime o de cobardía, sino fuerza y energía para ayudar a humanizar el mundo en conformidad con el proyecto de Dios.
La fe viva es un compromiso de construir en el amor la gran familia de los hijos de Dios, una humanidad solidaria y unida.

Martes, 20. Septiembre 2016 - 20:13 Hora
XXVI Domingo del TO (Ciclo C)

1ªL.- El profeta pone en evidencia la cortedad de aspiración de los que se terminan en el bienestar cercano, minado de finitud y herido de muerte inmediata. Despierta la conciencia a la pequeñez que hay en ello. Concienciar de la servidumbre es principio de salvación.
2ªL.- Timoteo "siervo de Dios" debe emplear su vida en la consecución de bienes más altos y no dejarse dominar por el dinero, deberá practicar las virtudes que regulan tanto la relación con Dios "la religión" como la que se da entre los hombres (la justicia), que sabe dispensar los defectos ajenos.
Ev.- Jesús nos alecciona con la parábola del rico Epulón. En el diálogo entre Abrahán y el rico se destaca que el conocimiento de Moisés y los profetas no basta para la salvación: hay que hacerles caso.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Jesús hace notar que lo que el rico negaba al hombre pobre es lo que le daban los perros que se acercaban a lamerle las llagas. Lo que no recibía Lázaro de aquel que sobreabundaba en todo era una auténtica prueba de amor fraterno.
Pero, atención no reduzcamos la enseñanza de esta parábola a una enseñanza sobre la justicia de Dios, que premia a los buenos y castiga a los malos. Porque se trata de una severa amonestación a cuantos buscan la felicidad en las riquezas y creen que éstas pueden salvarnos. No sólo no salva la riqueza, sino que esclaviza al hombre, lo aparta de Dios, impide escuchar a los profetas y cierra los ojos y el corazón para ver y compadecerse de los pobres. Así se critica la conducta despreocupada y egoísta de los ricos.
Es más, difícilmente se puede creer en aquel que "ha resucitado de entre los muertos" si se vive ahogado por las riquezas y, desoyendo la misericordia que la Palabra de Dios nos reclama, si se cierra el corazón a los desvalidos. Bienaventurado el pobre porque sus sufrimientos le merecen entrar en la gloria, y maldito el corazón endurecido y satisfecho del rico, porque muere en la vaciedad.

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