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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Jueves, 13. Octubre 2016 - 21:14 Hora
XXIX Domingo TO (Ciclo C)

1ªL.- La victoria en que Dios viene al encuentro es salvación. Moisés no es un estratega militar, sino un intercesor y un testigo de Dios. En esa actitud revela que Dios está en la victoria. La empresa humana adquiere así sentido de salvación.
2ª.- El "hombre de Dios" que preside y anima la comunidad de los creyentes, pero también todos los fieles, deben leer con fe la Sagrada Escritura para prepararse a realizar toda obra buena.
Ev.- Cristo nos recuerda que Dios hará justicia. La ha realizado a través del Justo, en el proceso de Jesús. Será una justicia plena de misericordia. Entre tanto, celebramos en la Eucaristía la justicia de Dios.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
La relación del hombre con Dios se le llama oración. Pero en esta relación una de las partes no es automáticamente evidente para la otra. Dios no es evidente para el hombre. Por eso cada uno de nosotros, puede cansarse. Con la parábola, Jesús invita a no dejarse dominar por la fatiga de una relación no evidente. Trata de inculcarnos una certeza: la certeza de que Dios nos escucha.
Esa viuda de la parábola no tiene posibilidad alguna de ser escuchada por el juez injusto, pero insiste hasta que el juez cede para desembarazarse de ella. Si un juez inicuo no puede resistir la demanda insistente de una viuda desamparada, con mayor razón Dios, que es bueno, escuchará a los elegidos que le piden justicia.
Así nos introduce la parábola en el contenido de la oración: "¡Hazme justicia!". El cristiano comprometido en la construcción del Reino se siente a menudo desalentado y cansado. Tengamos presente que, no se puede pedir insistentemente justicia a Dios si no se lucha igualmente con insistencia por establecer entre los hombres la justicia.
Una vida de oración sólo es posible cuando hay fe. Con la expresión enigmática: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" Jesús nos amonesta para que mantengamos la fe hasta el último día. A través de la fe, la historia entera se puede convertir en llamada que invoca la justicia salvadora de Dios y la va haciendo presente desde ahora entre nosotros.
En el día del Señor, comprenderemos que Dios no es un sordomudo ante los gritos de los justos que le piden justicia, comprenderemos que si ahora calla es tan sólo porque nos escucha y espera darnos al fin la respuesta definitiva. Mientras tanto, la lucha que los hombres fieles mantienen sin descanso por una mayor justicia en el mundo es en cierto sentido una respuesta de Dios.

Sábado, 8. Octubre 2016 - 10:57 Hora
XXVIII Domingo del TO (Ciclo C)

1ªL.- El nombre de Eliseo significa: Dios salva. Su taumaturgia pone en acción lo que proclama el nombre. La salvación para un enfermo comienza en la curación. Es verdadera salvación, cuando se encuentra a Dios en ella; su presencia le da infinitud. El modo de hablar de ella es siempre ingenuo, pero apunta a su verdad.
2ªL.- El camino de muerte y resurrección, que experimentó Cristo, debe alentar al cristiano en todas las situaciones y dificultades de la vida. Pablo pide a Timoteo que lo tenga en cuenta, y no desmienta los himnos que canta su comunidad: Jesucristo es nuestra razón de vivir, porque El ha sufrido la muerte; es nuestra razón de continuar, porque El continuó hasta el final; es nuestra razón de esperar, por su fidelidad. Tener miedo a los riesgos del anuncio del Evangelio, sería renegar de Jesús.
Ev.- Diez leprosos solicitan de Jesús compasión.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Diez leprosos solicitan de Jesús compasión y lo hacen a distancia, debido a su condición de enfermos contagiosos. La lepra bíblica comprende una serie de enfermedades de la piel. Los judíos consideran estas enfermedades como un castigo especial de Dios. Por eso el leproso era tratado como un muerto para la sociedad y se le obligara a vestir: ropas desgarradas, cabelleras sueltas, barba rapada. No se les permitía habitar en ciudades amuralladas, sino en las afueras de las aldeas sin mezclarse con sus habitantes. Todo lo que ellos tocaban se consideraba impuro, y tenían obligación de anunciar su presencia desde lejos. La fama de Jesús había llegado hasta los proscritos de la sociedad, hasta los leprosos. Él antes de curarlos, los somete a prueba y les exige un acto de fe.
Reparemos en que Jesús no les dice que estén curados, sino que se presenten a los sacerdotes. Porque en el supuesto de curarse el leproso necesitaba presentarse a los sacerdotes para que lo constataran y les reconciliase con la comunidad. Los leprosos se fían de Jesús. La curación es fruto de la fe confiada.
Sólo el samaritano vuelve para alabar a Dios y reconocer en Jesús al Rey-Mesías. La postración delante de Jesús no es una adoración, sino el reconocimiento de esta realeza mesiánica.
Los otros nueve no vuelven. Parece como si vieran natural que en ellos, hijos de Abrahán, se cumplieran las promesas mesiánicas.
El milagro de Cristo supera, el significado de una simple curación para configurar la obra de la salvación que saca al hombre de su pecado. De los diez leprosos liberados sólo uno, el samaritano, vuelve para expresar su reconocimiento a Jesús. Sólo él lleva su fe a glorificar a Dios reconociéndole en Jesús, revelación personal de su poder y de su misericordia. Los demás quedaron curados pero sólo él recibe la salvación como un don, como una gracia, sólo él ha tomado conciencia de su indignidad para ser sanado. Y sólo él, el extranjero, recibe, por la fe, con la salud, la salvación..

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