Usted está aquí: Inicio

Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Jueves, 15. Diciembre 2016 - 09:29 Hora
III Domingo de Adviento (Ciclo A)

1ªL.- El profeta consolador sorprende la condición de servidumbre en la mortificante naturaleza muerta, en el ánimo abatido del pueblo que sufre, en las precariedades que cercenan la integridad de la persona. Esas precisas y bien tangibles realidades se tornan vida, fortaleza y salud, vistas desde el Dios que viene como salvador. La esperanza en él está gestando ya el maravilloso renacer.
2ªL. Este pasaje se sitúa en la parte última de la carta de Santiago sobre un horizonte escatológico. El autor se dirige de nuevo a los cristianos para exhortar a la paciencia (vv. 7-11) y a la oración
Ev.- Juan había presentado a Jesús como "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo", pero su actividad ¿se identificaba con la figura del Mesías tal como el Bautista se lo imaginaba? Jesús, en su respuesta, se limita a citar la Escritura
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Avanza el tiempo de Adviento, tiempo en el que la Iglesia nos invita a reavivar la virtud de la esperanza: fuerza esencial del cristianismo. El evangelio de hoy nos presenta la pregunta que los discípulos del Bautista hicieron a Jesús: "¿eres tú el que esperábamos, o debemos esperar a otro?". Tu y yo hemos de preguntarnos ¿a quién esperamos?
Es preciso pues revisar, reflexionar, profundizar nuestra esperanza. ¿A quién esperamos? Tener esperanza cristiana es haber elegido a Jesús como futuro nuestro. Al creer en el mundo futuro, ¿esperamos verdaderamente el encuentro con Dios tras la muerte, la adquisición de una existencia nueva potenciada y enriquecida por el influjo pleno del poder glorificante y creador de Dios?
El hombre es un ser que necesita una promesa para poder existir. Se siente menesteroso, limitado, acosado, como un fuego artificial que se sabe lleno de una vitalidad pasajera. La muerte crece dentro de él al mismo compás que la vida misma. En ese contexto, del conjunto de fracasos, de limitaciones, de pequeños anhelos frustrados, surge un deseo global de un bien ilimitado y trascendente, que englobe y eleve toda nuestra menesterosidad. Sólo quien bucea profundamente en nuestra existencia terrena es capaz de sentir la necesidad de la esperanza.
¿A quién esperamos? La esperanza es un deseo, pero no todos los deseos son esperanza. La esperanza se distingue de la espera. La espera es un deseo de un bien que no depende de nosotros mismos. Llegará, y es deseado por nosotros, pero nosotros no podemos hacer nada para provocar su venida. La esperanza, por el contrario, es un deseo de algo que depende por lo menos en parte de nosotros mismos. Por eso la esperanza verdadera tiene un sentido activo, concreto, eficaz.
La esperanza es "desear provocando lo que se desea". Por lo que la esperanza siempre compromete. Y en el compromiso de la persona, por contrapartida, se ve su esperanza. Ahí tenemos pues la clave ¿en qué tenemos puesta nuestra esperanza? Bastará observar nuestra propia vida, nuestra propia lucha, nuestros compromisos, para ver qué esperanza nos anima.

Domingo, 27. Noviembre 2016 - 10:58 Hora
I Domingo de Adviento (Ciclo A)

"El que predica mas de cinco minutos, o no sabe lo que quiere decir o se expone a dificultar la comprensión del mensaje"

EXLICACION DE LAS LECTURAS
1ªL. El oscuro presente de los expatriados, que ven en ruinas sus más queridos valores, se ilumina mirando hacia adelante. En la perspectiva profética se divisa un río peregrinante de todos los pueblos, que caminan juntos hacia el lugar elevado, hacia Dios, a la cima de la esperanza caminando a la luz del Señor.
2ªL.- Pablo nos recuerda que creer en Jesús conlleva una toma de postura bien definida: vivir con los criterios de la sociedad injusta es no darse cuenta del "tiempo" en que vivimos, del tiempo de la salvación, del tiempo de Jesús.
Ev.- El Hijo del Hombre es imprevisible y sorprendente. Viene como el ladrón, pero no para robar, sino para regalar. La venida del Hijo del Hombre no será un diluvio devastador, sino una lluvia saciante. La vigilancia que Jesús pide es ser fieles a la misión de cada uno.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Hoy, primer domingo de Adviento, empezamos un nuevo año cristiano. Nuestra primera actitud, por tanto, es la atención, la vigilancia, la espera activa. En la carta a los Rm hemos escuchado: "es hora de espabilarse", "el día se echa encima". Los que están dormidos, distraídos, satisfechos de las cosas de este mundo, no esperan a ningún salvador.
Adviento es anuncio de la segunda venida para consumar el reino de Dios, y se hace necesaria la vigilancia para interpretar las señales y decidir nuestro compromiso, lo que tenemos que hacer para facilitar el reinado de Dios, justicia, amor y paz.
Nuestro camino no será difícil, si, como nos recomienda el profeta, caminamos a la luz del Señor, bajo la acción del Espíritu que pone en marcha nuestra esperanza. Esa luz nos invita, dice S. Pablo, a caminar de día, sin ocultamientos, sin las malas maneras de los que maquinan de noche.. La noche está ya vencida con todas sus actitudes de inhibición, amodorramiento y deseos de encerrarnos en nuestro egoísmo. Tomemos las armas de la luz: la verdad, la honradez, la responsabilidad, la solidaridad. Revistámonos de Cristo, de sus actitudes de generosidad, su disponibilidad para con todos, su entrega hasta la muerte.

Nueva contribución  Vieja contribución

Iniciar sesión