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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 15. Enero 2017 - 11:58 Hora
II Domingo TO (Ciclo A)

1ªL.- Al presentar al siervo habla de una misión y de un sentido. Ve en la raíz de su ser fuerza divina para orientar al pueblo sufriente hacia Dios, para ser "luz de las gentes", signo de salvación universal.
2ªL.- En el encabezamiento de la carta se dirige a la iglesia de Dios en Corinto como pueblo santo, llamándoles a vivir conforme a su vocación.
Ev.- Juan el Bautista presenta a Jesús al pueblo de Israel. De El dice que "es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", que sobre el se ha posado el Espíritu y "es el Hijo de Dios".
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Nuestra tarea es –como la de Juan- presentar a Jesús a la humanidad de nuestro tiempo. El es el Cordero de Dios ha sido elegido para iniciar el éxodo de nuestra liberación del mal, y así como los israelitas fueron librados de la muerte por medio de la sangre de un cordero en el dintel de sus puertas, así también nosotros hemos sido librados, por la sangre de Cristo, de la esclavitud del pecado y de la muerte.
Cristo es nuestra Pascua y el Cordero de Dios. No es casual que el evangelio de S. Juan, presente el sacrificio de Jesus en la cruz simultáneamente a cuando los sacerdotes sacrificaban en el templo los corderos pascuales.
Ese Jesús –con vocación de cordero que se ofrece a sí mismo- se lanza por los caminos a predicar el reino de Dios sin dinero, sin poder, sin cultura oficial y sin amigos influyentes. Trás él no hay intereses ocultos. Se dirige al pueblo, no a los más listos o ricos, ni a los más religiosos. No hace acepción de personas. Un trabajador, de manos duras y viriles, con la honradez de quien se gana el pan que come y sabe lo que cuesta. Un hombre acogedor. Así lo testimonian la samaritana y la adúltera, Nicodemo y Zaqueo, Magdalena y los niños. Su salvación comienza como amigo que acoge, comprende y perdona.
Jesús predica, pero antes hace. Vive lo que dice. No se predicaba a sí mismo sino el reino de Dios que es paz, fraternidad, perdón y, sobre todo, amor.
Era el Mesías, el Esperado, el Salvador. Así lo entendieron los primeros cristianos y lo han transmitido siglo tras siglo. La salvación de Jesús es una experiencia de vida.
El Espíritu de Dios estaba en él. Era Dios, Dios hecho rostro humano. Dios con nosotros y entre nosotros, como uno de nosotros. Y no siente que lo que dice Jesús y lo que hizo es el camino para ayudar al hermano y para encontrarnos a nosotros mismos en Dios.
Desgraciadamente la palabra "Dios", está hoy tan manchada que casi no dice nada y a bastantes hasta les repele. Pero entonces, y siempre en la historia, decir esta palabra era pronunciar lo más sagrado, lo único que podía salvar al hombre de todo mal. La única defensa del pobre y pequeño.
En la voz de Jesús habla Dios y nos ofrece la Buena Noticia, es la voz del Buen Samaritano, del perdón para el enemigo y de la esperanza más allá del dolor y de la muerte.
Jesús es el verdadero rostro de Dios y nosotros hemos de testimoniarlo con la bondad de nuestra vida.

Sábado, 7. Enero 2017 - 17:52 Hora
Bautismo del Señor (Ciclo A)

1ºL.- La figura del siervo del Señor es esperanza para los cautivos. En él, el espíritu de Dios urge el derecho, la justicia; es luz para todos los que no ven sentido. El proceder del siervo es suave, pero firme; no quiebra lo frágil, como tampoco se quiebra en su misión. Está en todos los que sufren por la justicia. Y da a todos sentido, porque en él está el Dios que libera.
2ªL.- Pedro comprende que no debe distinguir ya entre alimentos puros e impuros, tampoco entre gentiles y judíos. Pero proclama la universalidad de la salvación que realiza Dios en Cristo. Todos los hombres son iguales ante la salvación de Dios.
Ev.- Jesús, libre de todo pecado, no tenía por qué bautizarse, pero lo hace como cabeza de una humanidad pecadora con la que se hace solidario. Esta es la voluntad del Padre, a la que ambos, Jesús y Juan, deben atenerse.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Navidad, Epifanía, Bautismo… tres momentos de una misma celebración: la encarnación de la Palabra, del Verbo eterno de Dios, en la persona de Jesús de Nazaret. En su nacimiento, en su manifestación a todos los pueblos, en su consagración por el Espíritu, ha comenzado a realizarse nuestra salvación, que se consumará en la muerte y resurrección de Jesús. Escuchar su palabra, seguir sus pasos, hacer la voluntad de Dios que Él nos revela… debe ser nuestra respuesta a su venida.
El relato del Bautismo de Cristo es una teofanía que nos explica el sentido más profundo del acontecimiento. Ella tiene el carácter de un relato de vocación que señala el fin del silencio divino por medio de la apertura del cielo y, la presencia de la Palabra definitiva, que promueve la nueva creación, la última, que se realiza en Jesús de Nazaret. Como en el Gen.1 el Espíritu se hace presente en forma de una paloma.
El Mesías comparte la debilidad de la condición humana. Bajo las diversas actitudes de Juan y Jesús, respecto al bautismo, se refleja una diversa concepción sobre el Reino de Dios y de la función del Mesías.
El relato sirve para rectificar las opiniones del Bautista sobre el Reino y el Mesías. El preveía en la instauración del Reino la llegada del Juicio de Dios. El ser humano pecador debía, en vistas a ese acontecimiento, entrar en una dinámica de purificación,. Y la intervención divina se llevaba a cabo gracias a la acción del Mesías, exento de las debilidades de la condición humana. Por ello la sorprendida reacción de Juan ante la presencia de Jesús: “¿Tú acudes a mí? Si soy yo quien necesita que tú me bautices”.
El bautismo de Jesús nos coloca, al cumplimiento de las promesas de Dios al servicio de los demás en la entrega incondicional por medio de un espíritu solidario con los que sufren las consecuencia del mal Todo está en la acción del Espíritu Santo en nosotros, y el primero, y quien ha inaugurado ese camino para nosotros, es Jesucristo.

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