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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 19. Marzo 2017 - 16:08 Hora
III Domingo de Cuaresma (Ciclo A)

1ªL.- El pueblo liberado de una servidumbre tropieza con la sed y carencia de todo en el desierto. El acosante «¿está Dios con nosotros?» pide siempre más pruebas. Pruebas no hay, pero sí señales que orientan hacia Dios: un testigo que muestra, un agua para la sed. Pero la sed de infinitud sigue siempre sin saciarse.
2ªL.-El Espíritu es es señal inequívoca del amor de Dios a los hombres que ha sido el motor de toda su acción salvífica. Amor que comenzó a ser activo no por méritos nuestros, sino por pura iniciativa suya.
Ev.- El agua que da el pozo de Jacob: para personas y animales, no apaga la sed. El agua que da Jesús: apaga la sed, genera vida.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Este Evangelio de hoy nos propone el camino para superar visiones primarias y considerar otras más "altas", de espíritu. La samaritana simboliza todos los vacíos del corazón humano. Ella busca calmar sus ansias con agua del pozo, con un marido tras otro, con una religión equivocada, que termina siendo idolátrica, y los ídolos tiranizan. No termina de ir al pozo siempre sedienta.
Jesús es un misterio tiene sed y ofrece agua, está cansado y libera de las cargas, pregunta cosas y lo sabe todo, parece un extraño y se mete en el corazón. Porque en él se concentra toda la sed del mundo, todos los deseos y los interrogantes y sin embargo en él están todas las respuestas y todos los manantiales. Jesús es el Mesías, el salvador que ofrece un surtidor de agua viva.

El agua que ofrece Jesús, brota de su palabra y del costado abierto en la cruz, es el Espíritu Santo, "El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed". Promete Jesús la satisfacción plena: a nuestros deseos cumplidos, a nuestras pasiones liberadas, a nuestras hambres satisfechas.
Y el origen secreto de tanta dicha está en el Espíritu de Jesús, derramando sobre nosotros un manantial de paz, de gozo, de luz, de fuerza, de amor. Lo único que se necesita es acercarse a él, o dejar que él se acerque a nosotros, y acogerle y pedirle.
El no se impone, se ofrece: «Si conocieras el don de Dios», si supieras, si quisieras... ¡Tu decides!

Miércoles, 8. Marzo 2017 - 12:42 Hora
II Domingo de Cuaresma (Ciclo A)

II Domingo Cuaresma (Ciclo A)
1ªL.- Partir de la propia tierra, patria y familia, es abandonar seguridades para obtenerlo todo en esperanza. No es un paso al vacío, sino hacia la plenitud. La grandeza de Abrahán está en ser signo de Dios por la confianza y la obediencia. Al estar él en referencia a Dios, Dios aparece en referencia a él como bendición para uno y para todos.
2ªL.- Pablo recuerda a Timoteo que "no debe avergonzarse del testimonio de nuestro Señor ni de mí su prisionero"
Ev.- Como un nuevo Sinaí, la ley personificada en la persona de Moisés y los profetas en la de Elías, ceden el paso a la palabra de Dios encarnada que será el definitivo camino verdadero y viviente. La voz llama a su seguimiento: "¡Escuchadle!".
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Después del anuncio de la Pasión, Jesús comunica su esperanza futura a los discípulos. El Tabor no es meta sino anticipo. «Qué bien se está aquí». Quisiéramos hacer nuestra choza e inhibirnos de trabajos y problemas, insolidarios y egoístas que nada perturbe nuestra ideología, o espiritualidad, nuestros aburguesamiento y seguridades. No hay nada que cuestionar y nada que buscar.
El verdadero Tabor es tarea y esperanza. Para llegar al Monte Santo, hemos de atender a estos imperativos:
- "Sal... ". Dispuesto a cortar ataduras sin pactar con el cansancio ni "volver la vista atrás", "fijos los ojos en Jesús". Sal, porque la fe es un éxodo permanente.
- "Sube... " Siempre puedes superarte. ¡Qué satisfacción escalar esa dificultad: ese servicio, ese compromiso, esa verdad, esa libertad, esa obediencia, esa oración, ese perdón, esa enfermedad, ese desprendimiento...¡Cuánto se puede cuando no se puede más! ¡Sube a la verdad más plena, a la fe más pura, al amor más grande, al desprendimiento más radical!
- "Escucha... ". Hay que aprender a hacer silencio. Y escuchar la palabra de Dios, las señales de la historia, los gritos de los hermanos.
- "Baja... ". Porque no se puede estar siempre en la cumbre. Debes volver a los hermanos que caminan y que sufren, y compartir con ellos. Mira los descensos de Jesucristo.
La transfiguración es el signo de la actitud anímica de Cristo: emprende el camino de la Pasión fiado en una confianza que le hace ya poseer aquello que espera.
La esperanza es una fuerza, un poder dinámico, que nos sostiene en la pasión humana, trocando la cruz en gloria. Al final del camino esperamos alcanzar aquello que nos llama a recorrerlo. La resurrección se adelanta en la transfiguración, en el camino de la cruz se va perfilando el hombre nuevo "con un rostro resplandeciente".
El hombre alcanza la meta ofrecida por Dios conforme se va esforzando por acomodar su vida con la voluntad divina. El hombre que acepta el camino de la transfiguración se va iluminando poco a poco, cambia el hombre viejo, corrompido por el pecado, y da paso al hombre nuevo, revestido de Crsito.

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