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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 29. Abril 2017 - 14:26 Hora
III Domingo de Pascua

1ªL.- El pecado de los judíos fue rechazar al que Dios había enviado, su incredulidad. Rechazo que llegó hasta eliminar a Jesús con la ayuda del procurador Poncio Pilato. Murió fuera de los muros de la "Ciudad Santa", en una cruz, padeciendo, lo mismo que un esclavo. Pero Dios lo resucitó. Todo estaba previsto en el plan de Dios y anunciado en las Escrituras. De ello dan testimonio los apóstoles.
La proclamación de la resurrección de Jesús, junto con el gozo de la fe, son los núcleos de la predicación cristiana.
2ªL.- El apóstol ofrece motivos para vivir santamente: Recordar que Dios es juez. El temor de Dios nos ayudará a superar los peligros de nuestra marcha hacia la casa del Padre. Y recordar el alto precio con el que hemos sido rescatados de una vida sin sentido y sin libertad: "la sangre de Cristo"
Ev.- Jesús se hace el encontradizo con dos hombres que sólo iban a Emaús, un camino muy corto; aquél misterioso peregrino, resucitado, iniciaba con su vida y con su entrega a la muerte un camino mucho más largo el camino de todo hombre hacia el Reino de Dios.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Jesús alcanza a estos dos discípulos que marchan apesadumbrados. El les invita a desahogarse contándole los sucesos que han vivido en Jerusalén. Vieron en el Maestro a un gran profeta, creyeron haber encontrado al Mesías prometido que libraría a Israel de todas las opresiones, y ha sucumbido en manos de sus enemigos sin que Dios haya intervenido. No comprenden nada y marchan sin esperanza.
Si hubieran contado con la resurrección hubieran recibido con gozo la noticia de las mujeres. Jesús no les reprocha su falta de fe, sino su falta de entendimiento para comprender las Escrituras. No comprendieron una sola palabra de lo anunciado los profetas sobre el "Siervo de Yavé" porque estaban llenos de prejuicios sobre un mesianismo a ras de tierra y de preocupaciones temporales. Jesús les les interpreta el sentido de los textos mesiánicos del A.T. Y se deja invitar por los dos discípulos, que para honrar a su huésped le ofrecen presidir la mesa. Y al bendecir y partir el pan, le reconocieron. Jesús resucitado se les manifestó y ellos se convirtieron en sus testigos. Naturalmente, corrieron a comunicar la noticia.
La fe en la resurrección tiene una base pericial suficiente para generar una certeza histórica: la fe en la resurrección de Jesús está fundamentada en criterios de autenticidad histórica. La finalidad del relato es catequética: mostrarnos las vías de acceso a Jesús resucitado: la lectura de la Palabra de Dios y en la celebración de la Eucaristía. El relato no pretende hacer ver que Jesús ha resucitado, sino manifestar dónde encontrar a Jesús resucitado.
La alegría pascual no está reñida con la seriedad de la vida, porque no es la alegría de los que no conocen el sufrimiento y los peligros, sino de aquellos que los afrontan con esperanza. Creemos que hay una promesa pendiente que se ha de cumplir a pesar de todo. Por eso damos ya gracias a Dios y nos gozamos, aunque sabemos que nuestro gozo será completo cuando se manifieste la gloria de los hijos de Dios en la casa del Padre.

Viernes, 14. Abril 2017 - 21:49 Hora
Domingo de Pascua (Ciclo A)


1ªL.- Es un compendio de la predicación de Pedro. Jesús, pasó haciendo bien. Lo mataron colgándolo de un madero pero Dios lo resucitó
2ªL.- La resurrección no es sólo lo que sucedió una vez en Cristo, sino lo que ha de suceder en nosotros por Cristo y en Cristo. Cuando Cristo aparezca, se mostrará en él nuestra vida y entonces veremos lo que ahora somos ya radicalmente, misteriosamente.
Ev.- María va al persuadida de que la muerte ha triunfado; busca a Jesús como un cadáver. Su reacción, al llegar, es de alarma y va a avisar a a los apóstoles. Los dos discípulos inspeccionan por separado el sepulcro, llegando a conclusiones distintas
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Cristo ha levantado la losa de la tumba y ha dejado abierto el camino a nuestra esperanza. La resurrección de Jesús es su amor a prueba de la propia vida.
En el principio de nuestra fe hay unos hombres que perdieron el miedo a la muerte. Son los apóstoles. Para ellos la experiencia pascual fue liberadora: Desató su lengua amordazada por el miedo a las autoridades. El encuentro con Cristo resucitado, les abrió el sentido de las sagradas escrituras que no comprendían... Y estos hombres se hicieron testigos, salieron por los caminos de la historia a predicar con valor el anuncio del evangelio.
La fe en la resurrección del Señor no podrá evitar que sean encadenados por los hombres, pero nunca se ha podido encadenar el evangelio ¿Quién podrá detener la esperanza, una vez desatada? Hay una promesa pendiente que se ha de cumplir. Dios no defrauda: "¡Si Cristo ha resucitado, también nosotros resucitaremos!" La resurrección, la pascua, es irreversible. Porque es un paso hacia delante.
Cristo no resucita para volver a morir. La resurrección de Cristo no es el mito del eterno retorno: vivir para morir, morir para vivir, y vuelta a empezar. No, la resurrección es un hecho histórico. No tiene que ver nada con un suceso de la naturaleza. Creer en la resurrección de Jesús no es sólo tener por cierto que resucitó, sino resucitar con él.
Porque es vencer, ya en esta vida, con la fe y la esperanza la desesperación de la muerte. La muerte es el último enemigo y el arma más poderosa de todos los enemigos del hombre: hambre, enfermedades, injusticias... y todo cuanto mortifica a los hombres y a los pueblos. Creer en la resurrección de Jesús es sublevarse ya contra ese dominio de la muerte y transformar la realidad con la ayuda de la gracia, con esperanza de cielo.

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