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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 28. Mayo 2017 - 09:58 Hora
Solemnidad de la ascensión (Ciclo A)

1ªL.- Jesús se despide y parte de los suyos a la oculta gloria del Padre, deja el encargo de esperar la fuerza de lo alto, que es el Espíritu de Dios, con la que podrán llevar a cabo la misión encomendada: ser testigos de Jesús, llevar a los hombres la realidad de la salvación establecida por él en la palabra y en la gracia.
2ªL.- El apóstol ruega para que los cristianos alcancen el conocimiento: la experiencia de la fe y del amor, a fin de que comprendan la grandeza de su vocación.
Ev.- Ir al mundo y hacer discípulos. Ese es el encargo que recoge Mateo. El mundo es nuestra responsabilidad y los hombres son nuestros interlocutores.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Este día de la Ascensión es necesario pensar cómo estamos cumpliendo cada uno el mandato de ir al mundo, de salir de nosotros y mostrar a los hombres cómo se practica todo lo que El enseñó.
La Ascensión es recordatorio de que Jesús ha dejado a los suyos una tarea a realizar: hacer discípulos, bautizar, enseñar... Como Cristo testimonió el amor del Padre, ahora los cristianos, animados por el Espiritu de Jesús: hemos de prolongar en la historia este quehacer. Vivimos el tiempo que va desde la Ascensión hasta la segunda venida de Cristo. Un tiempo de trabajo y responsabilidad, de tarea y compromiso. Se nos pide que en un mundo desesperanzado, seamos personas ilusionadas; que en medio de una sociedad egoísta, mostremos un amor desinteresado; que entre gentes descreídas y volcadas en lo inmediato y material, seamos testigos de los valores eternos.
Somos llamados a seguir escribiendo esa historia que empezó hace más de dos mil años. Lo que narran los Hechos de los Apóstoles sólo fue el primer capitulo. Nosotros, en el tercer milenio, hemos de difundir en el mundo, a nuestra generación, la buena noticia del amor de Dios, de la salvación de Cristo y de su estilo de vida.
Jesús no nos abandona. - Nos deja su espíritu para que nos ayude a conocer, a comprender la esperanza, para que nos haga ver el poder de Dios que se manifiesta en Jesús. Con ese espíritu no tenemos nada que temer. Dejemos que se exprese libremente en nuestra vida. - Y además Jesús funda la Iglesia, como cuerpo suyo, su continuación. En la Iglesia y a través de ella podemos encauzar nuestras iniciativas y encontrar aliento en nuestros esfuerzos. Solos podemos hacer bien poco, pero como Iglesia y en la Iglesia podemos hacer mucho.
Convencidos y animados por la presencia de Cristo y de su Espiritu, debemos comunicar a los demás, de palabra y de obra, con un estilo de vida creíble, el mismo mensaje de Cristo.

Sábado, 13. Mayo 2017 - 17:38 Hora
V Domingo de Pascua. Ciclo A

1ªL.-En la primera comunidad cristiana todos eran judíos, pero unos procedían de la emigración y eran, por lo tanto, más abiertos; y otros eran de familias que nunca abandonaron Palestina y eran más tradicionalistas y trataban a los de la emigración como cristianos de segunda clase. El amor y el buen sentido cristiano ha salvado la unidad y las diferencias. La comunidad elige y presenta a los elegidos, pero sólo los apóstoles imponen las manos sobre ellos.
2ªL.-Jesús resucitado de entre los muertos es "la piedra viva". Desechado por los hombres, excomulgado por los jefes de Israel y eliminado por los romanos de la comunidad de los vivos, es ahora la base y el fundamento de la nueva convivencia de los hijos de Dios. Sobre él se edifica la iglesia.
Ev.- En Jesús, Dios ha recobrado su verdadero rostro, deformado por los hombres religiosos. Por eso, este rostro brillará en todo su esplendor en la cruz, porque no hay mayor amor que dar la vida. La cruz, es decir, el amor, es el lugar hacia el que Jesús va. Ver a Jesús es, pues, ver al Padre, porque uno y otro no son más que amor a ultranza. De ahí que Jesús sea el camino, la verdad, la vida.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Jesús se marcha y el miedo ante un mundo hostil hace brotar en los discípulos la angustia. «No perdáis la calma», les promete que no les dejará solos, que algún día volverán a estar todos juntos. Pero ¿dónde? Las respuestas de Jesús alcanzan una significación admirable. Nos revelan el misterio personal de Jesús, su unión íntima con el Padre y su misión salvadora para el hombre.
El quiere confortarlos haciéndoles entender que su marcha constituirá una unión con ellos de carácter más íntimo, por la fuerza del Espíritu. Cuando todo se haya terminado y haya resucitado, comprenderán, bajo la luz pascual, que se han abierto con su muerte las puertas de la gloria y que ha ganado para sus discípulos el derecho de entrar en la casa del Padre.
Los discípulos debieran ya saber a dónde va Jesús, al Padre. Jesús, después de haberles hablado de su propia persona y de su misión, supone también que conocen el camino. El mismo es el camino por el que se llega al Padre. Vivir como Jesús vivió significa ser un hombre para los demás, dar la vida y lo que es menos que la vida para construir con todos la gran fraternidad. Porque es así, saliendo al encuentro de cualquier otro, como llegaremos todos a la casa del Otro -del Padre- donde todos seremos hermanos. De manera que el acceso a Dios en Jesucristo sólo es posible en la medida en que nos acerquemos los unos a los otros, en que nos amemos los unos a los otros como hemos sido amados por Jesucristo, el hermano universal, prójimo de todos los hombres. De ahí que debamos entender nuestra vocación

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