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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 16. Julio 2017 - 20:36 Hora
Domingo XVI TO (Ciclo A)

1ªL.- El libro de la sabiduría se interroga por qué Yahveh se muestra tan misericordioso en relación a Egipto y Canaan. Y acaba confesando que “no existe Dios fuera de Ti... Tu soberanía universal te hace perdonar a todos... Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación”.
2ªL.- S. Pablo se dirige a la comunidad de Roma recondándole que el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad y nos enseña a orar como debemos. Y enseña que por la acción del Espíritu Santo el cristiano llega a comprender el proceder misericordioso de Dios.
Ev.- El sembrador lanza buena simiente a su campo, pero en la noche el enemigo siembra cizaña. Es fácil descubrir en la parábola a Cristo que siembra la buena semilla. Y en el dueño del campo sembrado a Dios Padre. Su poder es infinito y su paciencia no permite que los segadores arranquen la cizaña, los invita a esperar al tiempo de la siega. Es su voluntad, el trigo deberá crecer junto a la cizaña y hemos de seguir el ejemplo de paciencia del que siembra.
El evangelio nos propone otras dos parábolas del Reino que ponen de relieve el contraste entre la pequeñez de la semilla de mostaza y la grandeza del árbol que alberga a las aves; y o entre la cantidad de masa de harina y lo exiguo de la levadura: una pequeña cantidad basta para fermentar todo.
El Reino de los cielos tiene orígenes minúsculos. Todo lo que se hace por Dios nace en lo pequeño, en lo sencillo para que se manifieste que es Dios, no el hombre, quien da fecundidad y buen éxito a la tarea evangelizadora.
PARA LLEVARLO A LA VIDA.
Dice san Pablo que «en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rom 8,28) pero constatatmos que existe un misterio de iniquidad que no procede de Dios y quisiéramos que Dios obrase justicia de inmediato; pero como escribía S. Juan Pablo II en su libro Memoria e identidad: «Sufrimos con paciencia la misericordia de Dios», que espera hasta el último momento. Y como es el Señor de la vida y de la historia, mueve los hilos y nos da la gracia sobreabundante para resistir, para ir hacia Él, para hacer crecer el Reino.
No olvidemos que estamos en el tiempo del crecimiento y de la esperanza, también en el tiempo de la paciencia y del sufrimiento. Es el tiempo de la noche, el maligno siembra… pero también es el tiempo de espera.
Sembrador y segadores debemos trabajar por el crecimiento del reino, sabiendo que la cosecha está asegurada por la omnipotencia divina, y armarnos de paciencia ante el mal. Nuestra paciencia nace de la paciencia de Dios y de su misericordia que no desespera jamás y siempre propone las vías de la salvación. Por ello ¡a trabajar sin tregua en la siembra del bien! que no por modesto dejará de ser grande.

Domingo, 16. Julio 2017 - 20:22 Hora
XV Domingo TO (Ciclo A)

1ªL.- La lluvia que fertiliza y de la tierra que da frutos sirven al profeta consolador para hacer sentir a sus oyentes, casi muertos, la potencia creadora de la palabra de Dios que anuncia salvación. No vuelve a suprocedencia, sin haber cumplido su encargo. Y su encargo es de crear como de la nada un pueblo nuevo.
2ªL.- La visión cristiana del mundo es optimista: todo lo trágico y doloroso en la historia es como dolores de parto en orden a alumbrar un mundo mejor. Eso si, desde ahora los cristianos tenemos la obligación de transformar sin tregua.
Ev.- Es preciso preparar nuestro terreno, nuestro surco, para que Dios pueda sembrar su palabra.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
El domingo pasado el evangelio diferenciaba entre sabios y entendidos y la gente sencilla. En la parábola del sembrador se diferencia entre los que no ven ni entienden; y los discípulos, el que hace la voluntad de Dios Padre.
Entremedio se recoge una inquietud de los discípulos sobre el método de enseñanza de Jesús : ¿por qué les hablas por medio de parábolas?
La respuesta de Jesús es que las parábolas son un medio para no decir nada a quien no esté en disposición de escuchar y de decir a quien está en esa disposición: al que tiene se le dará más todavía; al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Al que produce se le dará; al que no produce, no.
El recurso, pues, a las parábolas quiebra de un mundo religioso cerrado en sí mismo, el de los sabios y entendidos, y el surgimiento de una perspectiva universal, la gente sencilla. Por eso cita a Isaías hablando del corazón embotado.
Jesús concluye su enseñanza desvelando a los discípulos el simbolismo oculto en la parábola. Lo significativo son los lugares receptores: vereda, pedregal, maleza, terreno fértil. Los tres primeros tienen en común su falta de productividad. La parábola quiere ser una invitación a ser terreno fértil. No importa la cantidad que se produzca; porque eso depende de mil circunstancias e imponderables. Lo verdaderamente importante es ser productivos. A pesar de las dificultades, la cosecha está asegurada; el Reino de Dios, es una fuerza viva que avanza hacia su plenitud. La Palabra de Dios es como una semilla, pequeña pero llena de vida. Sin embargo, no todos la escuchan y la albergan en su corazón; pero quienes la reciben con fe darán fruto.

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