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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 2. Septiembre 2017 - 12:00 Hora
XXII Domingo TO (Ciclo A)

XXII Domingo TO (Ciclo A)
1ªL.- Las «confesiones» del profeta ponen al descubierto que su vida es un diario luchar con su misión y con la fuerza irresistible de una palabra que atormenta y que da vida. Parece que su implacable signo fuera destruir, y que su persona fuera la víctima primera. Pero desde la fe descubre que en eso mismo se asienta la construcción del pueblo y del profeta.
2ªL.- La vida del cristiano debe ser, toda ella, una ofrenda permanente a Dios. Lo que supone que no puede adecuarse a la lógica de «este mundo». Esta capacidad de saber qué es lo que conviene hacer en orden al reino es el don que acompaña a toda vida cristiana.
Ev.- En el desierto Satanás sugiere a Cristo atajos de facilidad, de éxito, de poder. Pedro también intenta hacer replegar a Cristo en deseos triunfalistas, apartándolo de "su" camino. Pedro es roca, piedra, y en esta ocasión puede ser tropiezo.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Hay que saber comprender el lenguaje que emplea el Señor. Desde Dios cada realidad human adquiere un significado distinto. Ante cualquier contrariedad o desgracia -humanamente hablando- hemos que saber mirar con ojos de fe y entrever el significado espiritual profundo en el que se nos manifiesta la voluntad de Dios para nuestra existencia.
El autentico discípulo de Jesús ha de seguirlo en el dolor para poder acompañarle en la gloria. Es el cristiano sigue a Jesús no al revés. Hoy Jesus nos detalla tres condiciones para ser discípulo suyo:
1º.- Negarse a uno mismo: olvidarse de sí. Ello supone renunciar a ser egocéntricos, autónomos y autosuficientes, que nuestros propios planes, a nuestros solos intereses, para ponernos en todo en las manos de Dios con la confianza propia de un hijo.
No olvidemos que el mayor obstáculo para encontrar a Dios no son los demás, ni las circunstancias adversas de la vida… somos nosotros mismos. Es nuestro yo el que nos ata y nos engaña haciéndonos ver cosas que no hay o sentir cosas que no son reales. La fe ayuda a la reeducación del yo.
2º.- Tomar la propia cruz: no se refiere el Señor a las tribulaciones de la vida… Sino a asumir la carga del sacrificio. A la carga que tomamos voluntariamente por servir al Evangelio del Señor.
No se trata de hacer nuestra cruz nosotros mismos sino arrimar el hombro a la que Dios ha preparado, con entusiasmo sin temer su peso, libres de miedos.
3º.- Seguirle: caminar iluminados por las enseñanzas de Jesús, siguiendo sus pasos, imitando sus actitudes; y hacerlo al ritmo que Dios marca en nuestra vida.
Sólo así seremos en verdad y no solo de nombre, cristianos y sólo así, al final ganaremos la Vida.
Preguntémonos:
¿En qué consiste para mi ser cristiano?
¿Me niego frecuentemente a mi mismo? ¿En que y como?
¿Qué cruces hay en mi vida? ¿Cargo animosamente con ellas?
¿De veras me esfuerzo por seguir a Jesús? ¿Avanzo o por el contrario desisto cuando el camino se hace cuesta arriba?

Domingo, 20. Agosto 2017 - 21:56 Hora
XX Domingo TO (Ciclo A)

1ªL.- El templo, el culto, el sábado, la ley, son medios de revivir la alianza y de hacer propia la salvación. El templo nuevo es «casa de oración» para todos los pueblos. La alegría de la salvación no es completa, si no asocia a todo el universo.
2ªL.- S.Pablo recuerda que la desobediencia de los judíos es ocasión para la obediencia de los gentiles, hay que esperar que al fin también vuelva a la obediencia el pueblo que ahora rechaza el evangelio.
Ev.- La enseñanza que se desprende de la escena evangélica es que lo que determina la pertenencia al Pueblo de Dios es la fe en Jesús, la adhesión a su persona.
Para llevarlo a la vida
En muchas ocasiones nos hemos encontrado con el "silencio de Dios" con su aparente indiferencia a nuestra súplica. Situaciones inexplicables, incomprensibles, sin sentido. Y experimentamos como propio el desconcierto de la cananea ante las primeras palabras de Cristo.
Pero ni el silencio ni el aparente rechazo, le hicieron desistir en su súplica: el amor a la hija y la confianza absoluta en Aquél a quien se dirigía resolvió a su favor la situación. Consiguió lo que quería y recogió de Cristo un gran elogio: ¡Qué grande es tu fe! Una fe a la que Jesucristo vinculó la concesión de lo que se le pedía. Este Evangelio es una invitacióna estimulante a acrecentar nuestra fe, a manifestar nuestra confianza, apoyarnos en Cristo… pero sobre todo, a perseverar en la oración sin desanimarse. Dios no es ordo ni insensible, y sabe cuando, como y que es lo que más conviene. Sus caminos no son nuestros caminos y sus tiempos no son nuestro tiempo ¡Dejémos a Dios ser Dios!
¡Qué necesario es orar sin desanimarse! En medio de tanta falta de fe, de tanto materialismo cientificotecnico, entre tanto trasiego y prisa. Poner toda la confianza en Cristo, reafirmar nuestra fe, acrecernos en la dificultad.
Un cristiano no podría explicarse sin oración sincera y perseverante.

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