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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 17. Marzo 2018 - 13:59 Hora
V Domingo de Cuaresma (Ciclo B)

1ªL.- Al profeta una vieja institución, la alianza, le sirve para hablar de la nueva revelación de la salvación: Alianza nueva es perdón, conversión y pueblo de Dios con nuevo impulso.
2ªL.- Jesús padeció y murió en la cruz después de su oración en Getsemaní. No obstante fue escuchado: es decir, venció su repugnancia natural a la muerte y aceptó la voluntad de Dios y el Padre lo libró de la muerte resucitándole.
Ev.- El evangelio comienza con la noticia de que unos griegos quieren ver a Jesús. Es la hora de la glorificación de Jesús, es decir, Jesús es reconocido como el salvador del mundo.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
La historia de la humanidad y la propia historia de Israel, no es más que un proyecto del Amor de Dios y la incapacidad del hombre para seguirlo. Y de ahí que los profetas de Israel anuncien algo distinto, un modo diferente de vivir.
Ese modo de vivir sólo sera posible si Dios interviene, si toca el corazón de cada hombre. Y esto es lo que dice Jeremías en la primera lectura: no existirá ya una Ley como unas normas venidas de fuera, sino que será una fuerza metida en el corazón de cada hombre.
Las otras dos lecturas presentan a Jesús en un momento de lucha y combate que sostiene consigo mismo para mantenerse fiel a la voluntad del Padre.
Tendemos a imaginar a Jesús: como impasible, por encima de nuestras experiencias de dolor, miedo, crisis, dudas. Pero en Getsemaní aparece la agitación y angustia, pidiendo al Padre, con una oración instintiva, que lo libre de esta hora. Muchas veces hablamos de la humanidad de Cristo como si fuera un disfraz, sin que le afectaran los dolores de este mundo. La carta a los Hb afirma que tenemos un mediador, un pontífice, que sabe comprender porque se ha hecho solidario. Aquellos gritos y lágrimas pidiendo al Padre debieron estremecer el el corazón del Padre.
Jesús pide ser librado de la muerte y, aunque muere, fue escuchado. El Padre escucha su oración no librándole de la muerte, sino dándole la fortaleza para que pase a través de ella como vencedor en la resurrección. Dios escucha realmente nuestra oración de petición, no exactamente cuando las cosas salen a medida de nuestros deseos, sino cuando nos prepara para aceptar su voluntad sobre nuestra vida, aunque esto sea terriblemente doloroso en un primer momento.
Jesús ha venido para revelar al Padre, para dar a conocer el plan salvador del hombre y esto se manifestará en su muerte-resurrección. Es la hora de Jesús y la hora del mundo. La hora de la enormidad del pecado y de la enormidad del amor. La hora de la muerte y de la exaltación. Es la hora de la Pascua. Del paso de Jesús al Padre en su muerte y resurrección.
También nosotros suplicamos: «Padre, líbrame de esta hora». Líbrame del fracaso, del accidente, del cáncer, de la silla de ruedas, de la soledad, del paro, de la vejez dependiente.¿No escuchas los gritos de Jesús? Ponte a la escucha. Puedes escuchar los clamores de Jesús al vivo. Acaso ¿No gritan los fetos abortados? ¿No lloran los niños hambrientos? ¿No suplican los jóvenes parados? ¿No gritan y suplican los enfermos? ¿Y qué hacen los torturados, los esclavos, los huérfanos, los separados? ¡Qué angustia si tuviéramos que oír todos estos lamentos! Pues todos ellos son ecos de los de Cristo que reclaman de nosotros atención y entrega.

Sábado, 10. Marzo 2018 - 20:40 Hora
IV Domingo de Cuaresma (Ciclo B)

1ªL.- Ni la opresión ni la liberación acontecen en ausencia de Dios, él dirige la historia en provecho nuestro. Se revela como liberador por donde no se le espera.
2ªL.- La nueva vida que el creyente posee en Cristo no es la esperanza de una realidad futura, sino una realidad presente fruto de la acción salvadora de Cristo. Lo que el ha alcanzado: la resurrección y la glorificación, se afirma también para el creyente.
Ev.- Jesús no es juicio sino salvación. Dios no es el que juzga, sino el que salva. La salvación tiene lugar por la fe. Quien no cree ya está juzgado. La luz es dada a todos pero algunos prefirieron la tiniebla.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
La serpiente de bronce, puesta como estandarte en lo alto de un palo, anticipa la imagen de Cristo crucificado, verdadero signo de salvación para todos los hombres. El que se sienta enfermo que mire a esa cruz. Pero que mire con fe, esa actitud confiada y suplicante que cautiva a Dios. A Cristo crucificado lo miraban muchos, pero con desprecio o indiferencia; ninguno de ellos fue salvado. Hay que mirar la cruz con la fe del buen ladrón, que consiguió el paraíso; con el amor de María, de Juan, de José, de Nicodemo, de Magdalena y demás piadosas mujeres, todos fueron bañados en gracia redentora.
Estamos a veinte días del Viernes Santo, cuando la cruz de Cristo será expuesta para que la adoremos. No dejemos de mirarla con toda nuestra fe y amor. Porque lo necesitamos. Estamos enfermos de tantas cosas, estamos contagiados por el veneno del ambiente violento, egoísta, consumista... Si quieres curarte de ese escozor y esa fiebre, mira a Jesús crucificado.
Llevado por su amor al mundo, Dios salta el abismo que nos separaba de él y se aproxima para darnos lo que más quiere: su "único Hijo" para que tengamos vida. Dios envía a su hijo para salvar al mundo y no para condenarlo, En esto se manifiesta que Dios es amor.
El hombre sólo puede escapar de la perdición y de la condena, si, creyendo en Jesucristo, recibe la vida y la salvación. El nombre del Hijo único de Dios es "Jesús", que significa "Dios salva". Dios quiere la salvación de todos; si, no obstante, algunos se condenan es porque no creen en el nombre de su hijo y rechazan la salvación.
La venida de la "luz" al mundo denuncia la existencia de las "tinieblas" y, aunque el hijo de Dios no viene a juzgar a nadie, su presencia establece inevitablemente un juicio. El juicio de Dios acontece ya cuando el hombre resiste al Evangelio con su incredulidad; pues el que no cree, se condena a sí mismo y por voluntad propia se priva de la última oportunidad de alcanzar la vida.
La "luz" - la proclamación del evangelio- cuestiona a los hombres y les obliga a decidir entre la fe y la salvación, o la incredulidad y la perdición. Muchos se deciden por la incredulidad, porque sus obras no son buenas. Si alguien se excluye de la salvación se debe al rechazo del ofrecimiento que Dios hace en Jesús.
Ser sincero con Dios y consigo mismo, apostar siempre a favor de la luz, de la vida, del hombre y del mundo. Esto es creer en el nombre del Hijo único de Dios. Jesús crucificado no es solamente una imagen. Sabes que Jesús sigue crucificado. Mira con fe y con amor a todos los crucifijos dolientes que puedes encontrar en cualquier calvario de la tierra; y con amor aliviemos su padecimiento.

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