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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 31. Marzo 2018 - 20:52 Hora
I Domingo de Pascua (Ciclo B)

1ªL.- Evangelizar es testificar la resurrección de Jesús. Ciertamente, esta evangelización se refiere a Aquel que pasó su vida haciendo el bien y luchando por la liberación de los oprimidos, pero no puede reducirse únicamente a un proyecto de mera liberación intrahistórica.
2ªL.- El cristiano, por el hecho de tener ya asegurada su resurrección, no puede conformarse con los valores puramente terrenos e históricos, sino que debe estar constantemente proyectado hacia esa zona superior, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Ev.- María Magdalena, Pedro y Juan no eran unos visionarios, sólo constataban los hechos escuetos. Ahora bien, estos hechos no demostraban la resurrección de Jesús. Ellos llegaron a creer porque aceptaron la llamada invisible de Dios.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Cuando todo parecía que había terminado en una tumba como siempre, hallaron la tumba vacía y anunciaron que había sucedido lo imposible y lo nunca visto: que Jesús, el justo, había sido rehabilitado por Dios, él mismo y no sólo su memoria; que Jesús de Nazaret, juzgado por el Sanedrín y ejecutado bajo el poder de Poncio Pilato, él mismo y no otro, había resucitado.
No entenderíamos este mensaje si pensáramos que la resurrección no es más que la continuación en el mundo de la causa por la que él vivió y murió. No lo entenderíamos si creyéramos que Jesús, por su muerte ejemplar, en vez de pasar de la muerte a la vida pasó de la vida a la historia, como se dice de los "inmortales".
La resurrección de Jesús fue para los Apóstoles, y es para los creyentes, un paso adelante. Jesús no resucitó como Lázaro, para volver a morir. La resurrección auténtica de la muerte, el paso definitivo del reino de la necesidad al reino de la libertad.
Y así derribó Jesús, de una vez por todas, el muro de la desesperación. Ya ha nacido en el mundo una esperanza contra toda esperanza, contra la muerte que todo lo mortifica. La acción y la pasión de los que luchan y esperan no será confundida, pues todos los dolores del mundo son ahora dolores de parto. Jesús encabeza el triunfo de la vida, es el primogénito: si él ha resucitado, también los que luchan y mueren como él resucitarán.
Creer en la resurrección de Jesús no es sólo tener por cierto que resucitó, sino resucitar con él.
Porque es vencer, ya en esta vida, por la esperanza la desesperación de la muerte. La fe en la resurrección de Jesús es la única fuerza que puede disputar a la muerte su dominio. La muerte es el último enemigo y el arma más poderosa de todos los enemigos del hombre. El poder de la muerte se anuncia en el hambre, las enfermedades, la explotación, la marginación, las injusticias... y todo cuanto mortifica a los hombres y a los pueblos. Creer en la resurrección de Jesús es sublevarse ya contra ese dominio de la muerte.

Jueves, 29. Marzo 2018 - 11:41 Hora
Celebración de la Pasión y Muerte de Cristo. Viernes Santo

1ªL.- La figura del siervo encarna todo el sufrimiento humano incluido el de la muerte afrentosa. Pero en esa figura el dolor se redime, porque es aceptado, es inocente, es por otros y termina en victoria. Dios y los hombres testifican con el siervo que el dolor inocente es redimido y redime.
2ªL.- Presenta las dos vertientes de nuestro "sumo sacerdote": es el "Hijo de Dios", misericordioso con nuestras debilidades, y es un hombre como nosotros, asume del todo la humanidad (es tentado, sufre, quiere ahorrarse la muerte) y confía plenamente en Dios. Y vive cerca de Él intercediendo.
Ev.- Presenta la pasión en cuatro cuadros: Getsemaní; el interrogatorio ante Anás; ante Pilato; y el Calvario. La clave es la libertad de Jesús ante la muerte. Da su vida por que quiere.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
La vida del cristiano es un “via crucis” si se acepta la invitación de Jesús de llevar la propia cruz pos de Él cada día.
Podemos ser condenados al desprecio, podemos sentir el silencio que hiere y condena nuestra fidelidad cristiana. Podemos caer, experimentar la fragilidad y el cansancio, pero también encontrar a la Madre de Jesús y madre nuestra (Sta María) que nos acompaña y alienta en nuestra peregrinación en la fe como a Jesús.
El camino de la cruz de Cristo y el nuestro es camino de luz, de salvación y de apostolado, porque hemos sido invitados a colaborar en la salvación de los hombres. Cristo nos enseña con la cruz a salir de nosotros mismos, y a arriesgar la vida en bien de los demás, dotando así de sentido apostólico nuestra vida.
Cuando contemplemos el crucifijo, cuando veamos la figura sufriente de Cristo en la cruz, pidamos la gracia de recordar que los dolores del crucificado son causados por el mal y el pecado. Y no pongamos obstáculo a su gracia, a impulso de su Espíritu, dediquemos todo nuestro empeño en combatir aquellos males que prolongan la pasión de Cristo en la historia. 

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