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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 6. Mayo 2018 - 09:30 Hora
VI Domingo de Pascua (Ciclo B)

1ªL.- Mientras está hablando Pedro, el Espíritu Santo desciende. De esta manera se muestra que Dios da su gracia a quien y como quiere, sin atarse necesariamente a ningún rito.
2ªL.- Las relaciones entre Dios y el hombre empiezan siempre por la iniciativa de Dios. Dios ama al hombre; después, el hombre, si quiere, corresponde al amor de Dios; solamente desde aquí podrá conocer algo de Dios.
Ev.- Proclamamos las palabras con que se despidió Jesús de sus discípulos durante la última cena, momentos antes de subir a la cruz para resucitar. Su mandamiento testamento.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Juan, en las dos lecturas de este último domingo de Pascua, destaca lo que es la clave definitiva de la vivencia de la fe: el amor cristiano. ¿Cuáles son sus características?
1. El amor cristiano nace y empieza en Dios. Originariamente es cosa de Dios y no nuestra, la iniciativa es suya. Dios es amor, origen y motor del amor, que se va manifestando en la creación, en la encarnación, en filiación, en la amistad, en la alegría definitiva del encuentro final.
2. Un amor que se hace donación. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo. Tanto nos amó Jesús que se entregó a la muerte por nosotros. Jesús es la medida del amor de Dios y el ejemplo a seguir.
3. El amor cristiano tiene dos polos: Dios y los hermanos. Quien no ama al hermano no conoce a Dios, no conoce a Jesús, no ha entendido lo que es la fe cristiana. Sin amor a Dios y a los hermanos no hay fe cristiana.
4. Y un amor que tiene que concretarse en frutos, en obras. Algunos de los frutos del amor, son la amistad, la gracia, la oración, las obras y la alegría.
El amor que Jesús nos encomienda no es una simple simpatía, un mirar a todo el mundo con una sonrisa o prodigando buenas palabras, ni una caridad, minúscula y caricaturesca. No es un amor afectivo sino un amor efectivo y operativo que arraiga en el corazón y produce frutos de solidaridad y fraternidad entre los hombres.
“Como yo os he amado" ¿Que cómo nos ha amado Jesús?
-"Nadie tiene mayor amor que el que da la vida". Y si el récord del amor cristiano está en dar la vida, es obvio que no será mucho exigirnos el dar lo que vale mucho menos que la vida: nuestro tiempo, nuestro trabajo, nuestra dedicación, nuestras cosas, nuestro dinero.
-"Si guardáis mi mandamiento, permaneceréis en mi amor". Somos cristianos, amamos a Cristo, sólo si amamos al prójimo como Dios nos ama en su Hijo Jesucristo. Esa es la medida capaz de acreditar nuestra fe.
-"Ya no os llamo siervos". Somos amigos de Dios, elegidos para una noble misión: dar fruto. Por la amistad con Jesús gozamos de "omnipotencia suplicante", capacidad de arrancar a Dios los dones más preciosos: "Lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo daré". Estas son las características internas del cristiano, siempre que nos mantengamos fieles al mandamiento-testamento: "esto os mando: que os améis unos a otros".

Domingo, 29. Abril 2018 - 11:00 Hora
V Domingo de Pascua (Ciclo B)

1ªL.- A Pablo lo miran al principio con recelo: era un recién venido de las filas contrarias. Esta actitud se repetirá frecuentemente en las comunidades cristianas, hasta volver a la vieja postura judaizante: cerrarse en banda y desconfiar sistemáticamente del que no es «cristiano viejo».
2ªL.- Lo decisivo para la salvación es creer que Jesús es el Hijo de Dios y cumplir su mandamiento de amor, que resume todas las exigencias morales del evangelio. La fe es la aceptación de Jesucristo y el que cree en el nombre de Jesucristo acepta y cumple lo que él mismo nos enseñó.
Ev.- La fe en Cristo nos hace entroncarnos a Él como el sarmiento en la vid. Esta comunión con Él nos empuja a vivir su misma vida en el amor mutuo. El servicio fraternal es el fruto abundante que ha de producir el estar injertados en Cristo.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Cristo usa la alegoría de la vid, Dios padre es el labrador solícito que cuida de la viña, Cristo es la vid y sus discípulos los sarmientos. Jesús vive y es para todos los creyentes el único autor de la vida. De él salta la savia, y él es el que mantiene unidos a los sarmientos, es la cepa, la raíz y el fundamento a partir del cual se extiende la verdadera "viña del Señor".
Entre los sarmientos y la vid hay una comunión de vida con tal de que permanezcan unidos. Si es así, los sarmientos se alimentan y crecen con la misma savia. Jesús ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo, y lo estará si le somos fieles. El no abandona a los que no le abandonan.
Hay dos limpiezas; una inicial y otra de crecimiento.
La primera se realiza cuando el cristiano se adhiere a Jesús y renuncia al mundo, lo que implica poner en práctica el mensaje de Jesús. Los discípulos ya han hecho esta elección, por eso ya están limpios.
La segunda limpieza es necesaria para el crecimiento de la vida cristiana, la limpieza que el Padre hace del corazón del discípulo de Cristo, eliminando el mal, haciendo que el sarmiento-discípulo sea cada vez más auténtico, más libre para amar, menos esclavo de sí mismo, con mayor capacidad de entrega y por tanto de eficacia..
"permaneced en mí y yo en vosotros", define la relación del discípulo con Jesús como una reciprocidad personal, como condición indispensable para dar fruto.Esta unión mutua entre Jesús y los discípulos será la condición para la existencia de la comunidad, para su vida y para el fruto que debe producir.
El sarmiento no tiene vida propia, y no puede dar fruto de por sí, necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. El que vive unido a Cristo capta cuál es el plan de Dios y es movido a realizarlo; da fruto abundante.
La gloria del padre se ha manifestado plenamente en Jesús, que la realizó, y ahora debe manifestarse en los discípulos si unidos a él son capaces de dar fruto.
"Dar fruto" no refiere al hacer buenas obras y alcanzar la salvación; significa llevar a la madurez la misión de Cristo, procurar el reinado de Dios para que se manifieste lo que ha sido sembrado en la muerte de Cristo: la salvación del mundo, que es la gloria y la alegría del Padre

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