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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 28. Julio 2018 - 18:44 Hora
XVII Domingo TO (Ciclo B)

1ªL.- La multiplicación de los panes de la ofrenda por Eliseo, en un contexto de hambruna, es una manera de manifestar el poder del profeta para orientar al pueblo hacia Dios con signos. La saciedad que da su pan no pretende ser sólo de orden somático sino espiritual: contiene fuerza divina. Por que el hombre no vive en plenitud sino con el sustento de esas dos suertes de pan.

2ªL.- S. Pablo describe esta fuente unificadora de la comunidad. Señalando la relación que existe entre cada una de las virtudes teologales y cada una de las personas de la Trinidad: el Espíritu alimenta la esperanza, Cristo llama a la fe y el Padre está "en todos" para hacer nacer en ellos amor y comunión.
Ev.- La multiplicación de los panes de cebada (un pan inferior, el pan de la gente pobre) sirve a Cristo para significar el misterio de la eucaristía: lo que se da es la misma persona de Jesús; pero aquellos no supieron descubrirlo se quedaron en el beneficio recibido.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Aquellas gentes al saciar su hambre, creen en Jesús pero por el beneficio que han recibido en el milagro, lo aclaman por interés propio, egoista; no lo perciben como "signo", como cauce de revelación de la generosidad que Dios reclama. La mala intelección de un mesianismo temporal de los contemporáneos de Jesús y la de nuestro tiempo, lleva a buscar a Jesús por interés; la ausencia de profundidad en la fe, de gratuidad, conduce a una concepción de la vida religiosa que obstaculiza el servicio de fe que pretende el signo vital que es la persona de Jesús. Y es que inevitablemente cuando las expresiones de fe (los ritos, la piedad...) se sobreponen a la fe misma, se corre el riesgo de ahogar todo encuentro con Dios en los hermanos.

Los hombres, hoy como ayer, se encuentran hambrientos de sentido y en el descampado de la secularización e increencia.
Jesús se hace pan para saciarnos; un pan que partido, roto se da, se entrega. El pan se hace para alimentar y para alimentar se reparte: "Esto es mi carne para la vida del mundo".
Para Dios, el pan tiene desde la entrega de Cristo en la cruz, un precio inestimable.

Sólo puede haber pan compartido. Si el pan no es multiplicado hoy para tantos hombres que mueren de todo tipo de hambres, no es que Dios falte a la humanidad, es que el hombre se falta a sí mismo.
Sólo existe el pan para saciar. Sin embargo, para nuestra desgracia, hemos conservado el pan y hemos acumulado reservas. En el desierto hemos creído habernos atiborrado: la fe se ha convertido en una respuesta excesivamente fácil a nuestras hambres y a nuestras preguntas. El pan es para el hambre, y para el hambre que corroe. La multitud creyó haber encontrado en Jesús al Gran Profeta, por él se fue a la montaña, porque él es distinto y conduce a un lugar diferente. No hay más pan saludable que el que permite proseguir el camino en el que se agranda el hambre. Si Jesús multiplica el pan, es para producir hambre de Dios.
La Iglesia sigue multiplicando los panes para quienes tienen hambre, frente al hambre en el mundo, su misión es más que recordar a sus miembros el debe r de la caridad. Jesús sació a hombres que tenían hambre. El pan que repartió no era solo sobrenatural: Reconocer a los pobres el derecho a recibir el pan de vida es comprometerse hasta el final con las exigencias del amor y materializar en una nueva multiplicación de los panes el gesto iniciado por Cristo.
La Eucaristía distribuye el pan de vida en abundancia como revelación de la persona de Cristo, signo escatológico y sacramento de la Pascua. Pero no puede darse una verdadera recepción de ese pan de vida sino mediante una disponibilidad absoluta que hace de cada participante un hermano de los más pobres entre los hombres.

Domingo, 22. Julio 2018 - 22:58 Hora
Solemnidad del apóstol Santiago, patrón de España

1ªL.- La lectura sirve para enmarcar la muerte de Santiago. La gracia de Dios apoya la predicación apostólica y el apóstol vence su miedo natural predicando con valentía, dando testimonio de la resurrección del Señor.
2ªL.- El apóstol señala que el evangelio sólo se puede ofrecer "en vasijas de barro", para que resplandezca en medio de nuestra debilidad. El evangelio sólo puede predicarse con credibilidad desde la cruz, que es donde aparece su verdad desnuda. Se trata de dar gratuitamente la verdad que hemos recibido.
Ev.- La madre de los Zebedeos aspira al mejor puesto para sus hijos. Jesús no anula esta aspiración sino que le da un nuevo giro. Calma el ardor de sus discípulos sin humillarlos. Solamente la gloria de Jesús, pasando por la experiencia de la cruz vencida, logró hacerles comprender.

PARA LLEVARLO A LA VIDA
La petición de esta madre en favor de sus hijos sólo se comprende desde la esperanza del inminente establecimiento del reino mesiánico, entendido como un reino temporal con honores, dignidades y puestos relevantes. Pero el reino de Dios es muy distinto y se establecerá cuando vuelva el Señor. Entre tanto, hay que seguir a Cristo y ser sus testigos con la determinación de "beber el mismo cáliz" que el Maestro, de la vida una entrega al prójimo.
El discípulo debe marchar por el camino del Maestro, que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida por la salvación de los hombres. "Dar la vida" no significa sólo morir, sino entender la existencia entera como servicio y donación.
El que ha resucitado a Jesús de entre los muertos, resucitará en su día a los que ahora viven las enseñanzas de Jesús.
Jesús nos recuerda la ambición con que proceden los dominan el mundo y advierte que esto no ha de suceder entre sus discípulos. El no ha venido al mundo para ser servido sino para servir, sus discípulos no podemos aspirar a otra cosa que al servicio amoroso a todos sus hermanos. Ser cristiano es amar. Y amar es servir. El apóstol Santiago, predicó el evangelio con humildad, el nos invita a renunciar a cualquier fuerza que no sea la fuerza de la palabra de Dios.
El camino de Santiago, el camino de seguimiento de Cristo se recorre sin equipación que un bastón y unas sandalias, no puede recorrerse sin desprenderse de todo apoyo en los poderes de este mundo.
Santiago nos llama hoy a seguir, como él, a Jesucristo. No es éste un camino de placer sino un camino difícil y necesario para todos los creyentes.

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