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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 8. Septiembre 2018 - 17:32 Hora
XXIII Domingo TO (Ciclo B)

1ªL.- El profeta llama a una nueva confianza en Dios: la victoria sobre los enemigos está conseguida y con ella llega la liberación de Israel. El que redime viene como "salvador" que sana todas las debilidades del cuerpo. Esta profecía tendrá en Jesús su máximo cumplimiento

2ªL.- La carta se dirige a la comunidad que ha desviado el mensaje de Jesús. El autor les avisa la contradicción en que viven: mientras Dios ha puesto como condición del reino el rechazo a las riquezas, para enriquecer a los que eligen la pobreza, pero la comunidad sigue contando con las riquezas como un valor.

Ev.-La curación del sordomudo constituye una imagen del programa de Jesús: todo el hombre queda sanado. Las dolencias que deforman la creación de Dios quedan eliminadas y vuelve a brillar el esplendor original. Es un signo de la creación nueva que Dios realizará algún día.

PARA LLEVARLO A LA VIDA

Los signos con que los profetas habían descrito los tiempos mesiánicos se cumplen en la actividad de Cristo: los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan, los mudos hablan. Con Jesús ha llegado el reino de Dios pero, no no quiere que las gentes le reconozcan como mesías, por que este título se malinterpretaba y había de ser purificado por la cruz.

-Jesús realiza con el sordomudo unos gestos taumatúrgicos en los que le reconocemos como salvador. Con el comienza una nueva creación de Dios. Si en el Génesis se recalca, tras cada obra divina, que vio Dios que "estaba bien". aquí las gentes reconocen que Cristo "todo lo ha hecho bien".

En el tiempo de Jesús se consideraba que, no pudiendo oír la ley, no podría cumplirla y, no pudiendo hablar, no podía alabar a Dios, era como un muerto para la vida religiosa, falto de fe, por no haber podido recibir el anuncio de la palabra divina.

El sordomudo vive aislado, en su mundo, no tiene posibilidades de relación con los demás. No puede expresarse él ni puede comprender a los demás. La curación era como una especie de nacimiento de nuevo. Queda abierto a la palabra divina y recibe posibilidad de responder a ella. Ha sido abierto por la palabra de Dios y esto le permite una relación nueva.

Descubrir a Jesús lleva a la comunicación con los otros y a proclamar la llegada del reino.

La sordera hacia las interpelaciones de los hermanos y hacia los retos de nuestro mundo, no sólo se debe a nuestra pereza, sino a nuestra sordera hacia la palabra de Jesús.

Pidamos a Dios que abra nuestros oídos y purifique nuestros labios, para que podamos anunciar dignamente la buena noticia del reino.

Sábado, 1. Septiembre 2018 - 17:42 Hora
XXII Domingo TO (ciclo B)

1ªL.- Moises al predicar la ley a su pueblo la propone como palabra de Dios que da la vida,como la guía que señala el camino para ir al encuentro. Es la sabiduría que corona todo saber.
2ªL.- El apostol nos recuerda que la actitud religiosa auténtica es una actitud de escucha: Dios tiene la iniciativa y nos interpela con su Palabra. Pero es una Palabra operativa que reclama concretarse en actitudes de servicio y entrega aen favor de los desvalidos y no mancharse las manos con las ambiciones terrenas.
Ev.- Jesús enseña que lo que verdaderamente importa es la pureza del corazón, la buena voluntad. Pues lo que mancha al hombre no viene de fuera, sino que sale del interior.
PARA LLEVARLO A LA VIDA

A la luz de estos textos, conviene tener presente que la ley de Dios no es algo externo a nosotros, sino que radica en nuestro interior, y nos hace tomar actitudes, dar respuesta a cada situación desde la fe.

La fe en Jesús no basa en leyes ni ritos sino en reconocerle como Señor y obedeciendo sus enseñanzas, empeñarse en echar fuera de nosotros todo lo que nos contamina, cuanto nos hace daño y condiciona nuestras relaciones con los demás. La relación de pecados que hace Jesús afecta a nuestras relaciones personales, a la la convivencia y deberes matrimoniales, a la vida económica y laboral, a cuanto hacemos ordinariamente.

Porque es ahí, en las realidades menudas, en los hechos cotidianos, donde se juega la autenticidad de nuestra religiosidad, de nuestro seguimiento a Jesús.

La moral cristiana no es un código de normas exteriores, reclama al discípulo de Jesús una respuesta personal, lo sitúa ante una responsabilidad interior a una llamada de Dios, y responde, a cada situación, con unas actitudes morales cristianas, haciendo prevalecer la fuerza del espíritu. De este modo se establece la conexión entre Dios y la vida personal, en el proceder de cada jornada. La palabra de Dios es dinamizadora, pone en acción toda la vida del creyente que pretende conducirnos a la madurez en el seguimiento de Cristo y responsabilidad moral.
Cuando más adulto se es en Cristo, más secundarios se van haciendo los mandamientos formulados. Los mandamientos intiman la ley, la hacen reconocer en su detalle, pero no la crean, porque si el cristiano obrara siempre desde la vida del Espíritu que habita en su corazón los mandamientos serían innecesarios. Sin embargo, necesitamos que nos recuerden desde fuera los principios del comportamiento cristiano y Cristo lo sabe bien, por eso encomendó esa tarea a la Iglesia. Los necesitamos pedagogicamente, porque somos débiles, y la vitalidad de la ley cristiana no tiene en nosotros todo su vigor para regir infaliblemente nuestra existencia humana.

¡Cuántas veces hemos enfocado los mandamientos más como un código que el cristiano debía cumplir como autómata que como una expresión amorosa y responsable a la ley del Señor! La palabra de Dios en nuestras vidas -la ley del Señor- debe ser acción, acción liberadora y el comportamiento cristiano desde estas instancias, lejos de encadenarnos a una fórmula vacía, nos hace verdaderamente libres.




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