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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 10. Noviembre 2018 - 18:36 Hora
XXXII Domingo TO (Ciclo B)

1ªL.- El poder que encierra la palabra del profeta tiene valor en cuanto signo de la fuerza creadora de Dios. La viuda de Sarepta evidencia que el pobre no se aferra ni se reduce a lo que tiene. Vive más en la esperanza de lo que enriquece a la larga, que en lo que remedia la carencia del instante. Quien no hace de lo poseído el bien último, sino de lo esperado, tiene ya lo que espera.
2ªL.- Por Cristo, que es nuestro mediador, tenemos abierto el acceso al Padre. Con imágenes tomadas del culto, el autor sagrado expresa que por medio de Jesucristo, Dios se reconcilia con los hombres y se acerca y nos hace hijos en él.
Ev.- Jesús denuncia a letrados y fariseos, como exploradores que haciendo ostentación de su saber y piedad deslumbran a los incautos.
Acabada su enseñanza, contempla la "sala del tesoro", donde se recogían las limosnas para el culto y se conmueve al ver a una pobre viuda que sólo echa dos reales (la moneda más pequeña).
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Los ejemplos de la viuda que dio todo lo que tenía, un poco de harina, para el profeta Elías, y el de aquélla que echaba en el cepillo del templo sus dos últimos reales, nos estimulan a considerar nuestra generosidad con Dios.
Jesús no alaba a la viuda porque dé, también los ricos dan y más que ella. El la alaba porque da todo lo que tiene, y critica a los ricos porque dan sólo lo que les sobra. El que da todo lo que tiene, da su propia vida. Así es la ofrenda de los pobres.
Como Cristo que siendo Dios se hizo pobre para enriquecernos y a diferencia de los sacerdotes del Antiguo Testamento, que ofrecían "sangre ajena", Cristo se ofrece a sí mismo, de una sola vez, de una vez por todas. Su sacrificio es perfecto, es el verdadero sacrificio.
Para los cristianos ofrecer ese sacrificio es ofrecerse a Dios como se ofreció Cristo, es dar la vida para ganarla, es entregarse totalmente a Dios, nuestro Padre, para recibir la verdadera vida. Sólo incorporándonos a Cristo y a su causa podemos ofrecer a Dios el sacrificio agradable.
Cuando un hombre se ofrece enteramente a Dios, a sí mismo y no otra cosa, se ofrece a la voluntad de Dios. Y Dios no quiere sacrificios de "sangre ajena"..., sino misericordia y justicia.
Ante Dios cuenta más la calidad que la cantidad, y ante su mirada uno es lo que entrega no lo que representa o tiene, El espera que participemos de la generosidad de Cristo, que se entregó total y gratuitamente en servicio de todos.
El verdadero culto a Dios, el culto en espíritu y en verdad, es inseparable de la generosidad en la entrega, de darlo todo por amor y servir a los hermanos
Preguntémonos como es nuestra limosna ¿Somos capaces de darnos en lugar de dar de lo superfluo?
¿Compartimos de verdad nuestros bienes con quien los necesita? O andamos haciendo cálculos previsores y reservándonos para nuestros intereses...

Sábado, 3. Noviembre 2018 - 18:38 Hora
XXXI DOmingo TO (Ciclo B)

1ªL.- Un solo mandamiento sintetiza toda la ley: Amarás a tu Dios. Es el mandamiento que inculca el predicador, sabedor de que en ello está la vida, el bienestar verdadero en el mundo. No hay salvación en los ídolos: su adoración es perdición.
2ªL.- El sacerdocio de Cristo es de orden escatológico: Cristo ejerce su sacerdocio en favor nuestro.
Ev.- Preguntado por el mandamiento principal, Jesús reúne dos mandamientos en uno solo: el amor, de suerte que el verdadero culto a Dios no puede separarse ya de la atención a las necesidades ajenas.
Para llevarlo a la vida.
El equivalente de la pregunta que el letrado hace a Jesús, para nosotros sería: ¿Qué es lo más importante para el cristiano? El letrado, por su oficio, ya sabía cómo se le iba a responder. Pero Jesús le respondió haciéndole ver que el primer mandamiento forma uno sólo con el amor al projimo. Ahí está la novedad. No se trata de dos mandamientos jerarquizados, porque Dios es Padre, debemos amarnos como hermanos.
He ahí lo esencial, la identidad del mensaje cristiano. Somos hermanos. Lo hemos oído mil veces.
Pero la gran contradicción, es cuando salimos del templo y sigue la vida de todos los días, la competencia, la rivalidad, la explotación, la falta de solidaridad, los derechos humanos conculcados, las infidelidades, las dobles contabilidades, las envidias, las categorías sociales, la lucha por el dominio...
Hemos repetido tantas veces el mensaje de Jesús sin convertirnos de verdad a él, que nos parece ya sabido, Ya no nos dice nada. Y, sin embargo, no lo hemos puesto en ejercicio, es una lección aprendida y no practicada.
¿Por qué la fraternidad de los hijos de Dios no llega a la realidad? Porque no cambiamos. Porque no nos decidimos seriamente a convertirnos. ¿Tan difícil es proponerse dejar en cada hermano que se cruza en nuestro camino una huella de amor, de cariño, de respeto, de aprecio a su dignidad, de aliento y compromiso en la construcción de un mundo más humano y fraterno? Sin duda es costoso pero es lo esencial, lo primero, porque "amar al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios", incluida la eucaristía.
Este mandamiento principal nos saca del templo y nos lleva a la vida, nos persuade a todos de nuestro pecado: no amamos lo suficiente, nos amamos más a nosotros mismos.
Hemos convertirnos. Que Jesús, el que amó al Padre con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente, con todo su ser... el que nos amó a nosotros más que a sí mismo, entregando su vida para salvarnos, nos enseñe cómo hemos que amar, que él nos dé la fuerza de su Espíritu para que podamos amar como Él.




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