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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 8. Diciembre 2018 - 11:17 Hora
Solemnidad de la Inmaculada Concepción

1ªL.- El Gn se refiere a la situación creada por el pecado original. Dios interviene como un juez: interroga a los culpables, establece las responsabilidades y fija las sanciones. Queda claro que Dios no se desentiende de su creatura y no la abandona al poder del mal que la ha seducido, promete salvación.
La tradición cristiana ha visto aquí el "protoevangelio" anunciando la victoria del Mesías, en la que su madre: María juega un papel esencial.
2ªL.- Al hacer memoria de los beneficios de Dios, el autor destaca especialmente la elección de que hemos sido objeto, antes de la creación del mundo, para que viviéramos como hijos queridos de Dios Padre. Una elección en Cristo, como "hijos de Dios" y "herederos" de todos los bienes de su reino. Nuestra unión con Cristo mantiene en nosotros viva la esperanza de alcanzar la plenitud tras la resurrección.
Ev- El pasaje de la anunciación es como una antítesis del Génesis. Aquí no hay un demonio que tienta, sino un ángel que anuncia y promete. No hay un fruto prohibido sino un fruto bendito en el vientre. No hay una mujer que se endiosa, sino una mujer que -humildemente- se fía y se entrega. A la Eva del «no» desobediente, corresponde María, la mujer del «sí» de la fe que se hace servicial. A las maldiciones, suceden las bendiciones. Al espíritu del mal, le sucede el Espíritu Santo.
Por otra parte, este es el cumplimiento de la promesa del Génesis. Se nos descubre quién es la mujer anunciada y la descendencia victoriosa. Se llamará Jesús, y será a la vez el Hijo de Dios y el Hijo del hombre, el nuevo Adán, el que hará posible el retorno al paraíso.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
La Inmaculada, la que nunca estuvo sujeta a la esclavitud del pecado, fue objeto de todas las complacencias divinas. Pero también fue la mujer más libre y responsable, sin condicionamientos de un mal pasado, capaz de asumir una función especialísima en la historia de nuestra salvación. Su maternidad fue efectivamente responsable: fue madre porque quiso serlo.
El saludo del angel "Llena de gracia" (que significa "llena del favor de Dios" y no tanto su inesperada aparición, sorprende y turba a María. En esta virgen llega a su culminación la esperanza de todos los hombres.
Inmediatamente el ángel la anima y le dice que ha sido elegida por Dios para que en ella se cumplan todas las bendiciones y promesas de Israel. Por eso las palabras angélicas están llenas de resonancias bíblicas al anunciar el nacimiento de un niño extraordinario.
El niño será grande en sentido absoluto, y será llamado "Hijo del "Altísimo" en el sentido del A. T. y no implican necesariamente el reconocimiento de la divinidad de Jesús.
La pregunta de María obedece a que descubre que Dios le pide ser madre del Mesías, pero no comprende cómo puede ser. Ella es todavía una simple prometida y no conoce varón.
El ángel le dice cómo sucederá todo, por la fuerza del Altísimo (que es el Espíritu Santo) y sin menoscabo de su virginidad. El Espíritu de Dios "la cubrirá con su sombra" símbolo de la poderosa fecundidad de Dios y de su presencia santificante.
María responde con un "sí" humilde y obediente. Es comprensible que María, realizado ya este misterio, conservara su virginidad y que José guardara una respetuosa distancia ante el misterio.
Celebrar a María, en nuestra preparación a la Navidad, es aprender de ella a preparar la venida de Cristo, emular sus virtudes tan humanas son accesibles a todos: humildad, obediencia, limpieza de mirada y corazón, servicialaidad…
Hagamos del Adviento tiempo de coloquio con María, intimemos con ella deseosos de contar con su asistencia y entrando con docilidad en el espíritu de conversión que se nos pide en este tiempo. Un empeño de conversión cotidiana, dejándonos tocar por la gracia y diciendo “si” a cuanto Dios pide de nosotros: ¡Serviam!

Domingo, 2. Diciembre 2018 - 11:14 Hora
I Domingo de Adviento (Ciclo C)

1ªL.- Los reyes históricos decepcionaron las esperanzas que en ellos puso el pueblo de Dios. Se los vio pasar sin que fundaran un reino de justicia y de paz. Eran sólo símbolo del Dios justo y portadores de esperanza mesiánica. El anhelado descendiente de David está viniendo y revelando a Dios en su verdadera faz de "Señor-nuestra-justicia". Con él está la paz
2ªL.- El comienzo es exhortación acerca del punto fundamental de la ética cristiana: el amor. A continuación, para motivarnos a vivirlo, nos recuerda la vuelta del Señor. El cristiano vive esperando y con la mirada fija en el futuro, en tensión gozosa y pacífica esperando el encuentro definitivo con Jesucristo.
Ev.- La esperanza cristiana se eleva por encima de todas las tragedias humanas. Hemos de saber interpretar los momentos más oscuros de la historia como signos de liberación del mal. Los signos del final de la venida se anticipan en el juicio que realiza el hombre cuando sabe discernir entre lo justo y lo injusto, la auténtico y lo falso, lo verdadero y lo engañoso Y desde esta actitud intentar edificar el Reino.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Para describir su segunda venida Jesús recoge imágenes tomadas de la literatura profética y apocalíptica. Es un lenguaje gráfico y metafórico, cuya enseñanza no radica en lo que se describe, sino en lo que se sugiere. No pretende ser una crónica del fin del mundo, sino del fin de este mundo injusto y violento.
El pasaje se estructura en dos partea: 1º Describe unos hechos ante los cuales, 2º invita a adoptar una actitud. Fijemonos que habla de conmoción cósmica, angustia humana, presencia majestuosa del Hijo del Hombre. No de desaparición sino de cataclismos. Describe una situación caótica de la que cabría esperar lo peor. Sin embargo, lo que aparece es una figura majestuosa (lo verdaderamente importante) cuando toda esperanza humana pareciera haber desaparecido. Frente a la desesperanza, la presencia gloriosa del Hijo del Hombre que devuelve lo que parecía imposible: la ilusión, la certeza de nuestros mejores aspiraciones ¡Alzad la mirada. Estad atentos. No os encerréis una vida sin horizontes!
El caos del final de la historia, nos remite al caos primigenio, cuando la Palabra de Dios pone oreden e introduce armonía, belleza y bondad. Al final de la historia volverá a resonar esa misma Palabra poderosa, pero entonces será la Palabra encarnada la que trae liberación de las situaciones injustas, esclavizantes y angustiadoras. Será la nueva creación, la manifestación desvelada de la verdadera finalidad de toda la existencia humana.
Pero esta esperanza liberadora no es pasiva, está hecha de esperas activas, de vigilancia, de preparación. La esperanza final debe evitar todo modo de existencia que impida la visibilidad del horizonte. Hay que vivir con la mirada alta y los brazos ágiles, y no encerrarse en la propia problemática sin perspectivas. Huyamos de una vida miope, rastrera, de la tentación de desentenderse de todo y refugiarse en la diversión, bebida o el afán de dinero…
El Evangelio de hoy quiere ser una llamada de atención y una invitación al cristianismo comprometido. Una invitación a mirar en perspectiva de esperanza. Quiere ser una palabra de ánimo y una confirmación de la esperanza que él ha depositado en el Hijo del Hombre. Es este, todo un programa, de toda una actitud que debe caracterizar a quien se diga cristiano.

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