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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 26. Mayo 2019 - 09:44 Hora
VI Domingo de pascua (C)

1L.- Mientras los discípulos en la comunidad de Jerusalén seguían las antiguas tradiciones de Israel, los cristianos de Antioquía, procedentes de la gentilidad, no se consideraban ya obligados a la circuncisión y a las tradiciones judías. Surge el conflicto entre las dos mentalidades. La iglesia es comunidad dirigida por el Espíritu Santo y no quiere imponer más cargas legales que las imprescindibles. Si mantuvieron algunas tradiciones sobre la carne y la sangre fue por evitar la ruptura.
2.- El Espíritu que ha sido dado a la Iglesia y que la anima, reclama por la Iglesia la venida del Señor. ¡Ven, Señor Jesús!" Con este grito se cierra el libro del Apocalipsis y se abre el corazón de la Iglesia para la esperanza y para la vida de cara al Señor que ha de tornar.
Ev.- La marcha de Jesús ha de ser motivo de alegría. Ese retorno al Padre, teniendo este retorno encierra una presencialidad mayor: el señorío del Espíritu Santo, maestro, defensor, memoria viva y vivida de Cristo.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
-"Mi paz os doy": Es una paz que brota de la locura del amor, que lo comparte todo, que no busca lo que es suyo y que todo lo perdona. Es una paz que supera la ley, va más allá de lo justo. Por eso, sólo los que aman como Cristo, construyen la paz.
Una paz que nos reconcilia con Dios en Jesucristo, no por merito nuestro, sino por pura gracia, por amor de Dios.
Cristo y su enseñanza es la clave de la verdadera paz. Si creemos en el y guardamos su palabra, Dios habitará en nuestros corazones. Y si Dios habita en nosotros, nada ni nadie debe perturbar ya esa paz que establece su presencia: "No tiemble vuestro corazón ni se acobarde".

La pacificación del hombre interior no es aún la pacificación del mundo, pero difunde la autentica paz. Por el contrario, el que no tiene paz en su interior es una fuente continua de conflictos allá donde viva. El miedo y el recelo hacen desconfiados y obligan a vivir a la defensiva. De ahí proceden hostilidades sin fundamento alguno.
Sólo los pacíficos, los que tienen esa paz en su interior, los que se sienten amados y abrazados por el mismo Dios, pueden dar la paz y traer la verdadera paz al mundo. Esta es la misión que nos ha encomendado Jesús a sus discípulos.
Amar a Cristo, cumplir sus enseñanzas, tener a Dios en el corazón, ser dócil a su Espíritu... Es la clave de la verdadera paz.

Sábado, 18. Mayo 2019 - 09:33 Hora
V Domingo de Pascua (ciclo C)

1L.- Pablo y Bernabé visitan todas las comunidades fundadas. El Apóstol las organiza en torno a la relectura del A.T. como preparación y anuncio de Cristo. Harán las reuniones en torno a la cena del Señor, cada uno participa compartiendo sus propios dones espirituales y materiales. Al frente de ellas pondrán"ancianos" o "presbíteros". En un contexto de corresponsabilidad y de comunión mutua.
2L.-El apóstol describe un mundo nuevo que no supone la destrucción apocalíptica de éste, sino su transformación progresiva. La vida nueva ya está injertada en este mundo viejo. El Reino de Dios ya está dentro de nosotros.
Cuando se llegue a conseguir este ideal, toda la ciudad será sagrada: Dios habitará en medio de su pueblo.
Ev.- Judas sale del cenáculo para consumar la traición. Es la "hora" de Jesús, la de su exaltación en la cruz, es la hora del amor. Entonces se verá quién es el Hijo del Hombre y quién es Dios para los hombres. Se revelará que Jesús es el Señor y que Dios es amor.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
El testamento de Jesús, su legado es el mandamiento nuevo: "Que os améis unos a otros como yo os he amado". Jesús confirmó el mandamiento del amor al prójimo, ya conocido en el AT, pero lo situó a la medida de su amor en la cruz (como yo os he amado" , lo amplió para que cupiera en él, el amor al enemigo y lo destacó como la plenitud y perfección de la Ley divina.
Jesús entiende el mandamiento del amor como un amor entre hermanos. Pide que sus discípulos nos amemos porque él los ha amado y como él nos ha amado, hasta el extremo, hasta perder la vida para ganarla. El amor que Jesús nos deja en herencia ha de ser nuestro distintivo, la señal por la que debemos ser reconocidos como discípulos suyos. El bautismo y la confesión expresión de una misma fe no son por sí solos señal inequívoca de la condición de cristiano si no van acompañados de la praxis de la fraternidad.
Aprendimos en el catecismo que la señal del cristiano es la santa cruz... No! No lo es. Es el amor. Y si hacemos la señal de la cruz para identificarnos, es porque la cruz es el signo del amor verdaderamente cristiano. Dice el Papa que el DNI del cristiano es el amor, un amor concreto que se materializa en entrega y servicio. Un amor que se alimenta de la fe, que crece en confianza, que se expresa en delicadeza y respeto, que ejerce el perdón
"La señal por la que conocerán que sois mis discípulos» Lo que caracteriza al cristiano es el amor como el de Cristo. No se nos reconocerá por los rezos, los ritos y procesiones sino por la vivencia del amor. El ejercicio del amor es nuestra marca viva.
Jesús espera que cada cristiano sea una prolongación de su amor para seguir amando en y desde nosotros. Confia que seamos testimonio de su amor de Cristo a cuantos nos rodean, que cada uno sea para el otro "la mano amiga de Dios"
La señal de la fe en Cristo es el amor. En la Eucaristía, como sacramento de la fe, se nos da Jesús, en ella aprendemos a acoger su amor, a hacerlo nuestro, a difundirlo en la vivencia de la comunión fraternal como fruto de la fe. Amor mutuo, que es anuncio del universo nuevo que se nos ha prometido en el que las relaciones humanas, serán plenificadas. Por eso cuando se nos haga dificil amar hay que mirar a la cruz, abrazarla, no dejarnos de su mano para que su gracia no aliente e impulse.

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