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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 15. Septiembre 2019 - 06:27 Hora
XXIV Domingo TO (ciclo C)

1L.- Dios se arrepiente de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo y suaviza sus intenciones porque Moisés le recuerda sus grandes actos salvíficos y sus propias promesas. Moisés se conduce movido por la grandeza del nombre de Dios y del sentimiento de bondad que crece en su corazón.
2.L.- Pablo se presenta a sí mismo como pecador redimido por el gesto gratuito de Cristo, para estimularnos: La misericordia de Dios conmigo, nos dice, es una simple muestra de lo que hará también con vosotros.
Ev.- Jesús nos invita a mirarnos en las actitudes de los hijos ingratos
PARA LLEVARLO A LA VIDA
El hijo pródigo somos tú y yo. Y el padre es nuestro Padre es Dios que pacientemente aguarda nuestro regreso.
Hemos de decidirnos, si vivir en la casa paterna, gozando de la libertad de los hijos de Dios; cómo hijos y no siervos. O abandonar el hogar y vivir a la nuestra bajo sin vínculo fraterno.

No hay neutralidad posible se permanece con el padre y en relación fraterna; o se procura la independencia y el individualismo ególatra. Esta parábola nos cuestiona si queremos vivir como hijos libres o como siervos de nuestras pasiones.
El hijo pródigo quiere vivir la vida a su capricho, tiene miedo de desperdiciarla. Desea tenerlo todo, pretende libertad, ingratamente abandona la casa paterna (los vínculos paternos y fraternales). Ahora puede hacer lo que quiera. Se cree liberado. Pero pronto descubrirá que no es en modo alguno libre.
Está vacío por eso ha de vivir volcado a lo externo, por eso tiene que divertirse. Está atado a sus instintos, por eso tiene que satisfacerlos. Así despierta de la falacia de la autonomía e independencia fuera de la casa paterna.
Cuando llega la viene la gran crisis en su vida, la nostalgia comienza a inquietarle y le hace entrar en razón, dentro de sí. Y surge la sensatez, la conciencia de su necesidad del padre, del calor del hogar. El arrepentimiento del hijo pródigo le lleva a recapacitar, a reconocer el valor de cuánto ha perdido, a llegar a la humildad y regresar al hogar paterno.
Siempre que en el Evangelio se habla de penitencia hay campanas de fiesta que invitan a la alegría. Cuando el hijo cree que está al final, entonces comienzan los caminos de Dios: la medicinal penitencia que cura nuestro febril egoísmo.
En el fondo el tema no es la infidelidad de los hijos (cada uno encerrado en su mundo de intereses) sino la fidelidad de Dios. Por eso la historia concluye en fiesta. Donde se produce el perdón y hay alegría y vestidos de fiesta, porque con Dios todo es distinto a como pensábamos o temíamos; que nos ha enviado a su Hijo y nos invita a la alegría. La lección de esta historia es que hay para todos oportunidad de regresar, porque hay una casa paterna.
Pero no hace falta salir de casa para vivir lejos del Padre
Sería muy triste llamarse cristiano y vivir en la casa paterna y ser un hombre que cumple su deber gruñendo como el hijo mayor. Donde el padre reconoce a su hijo, debemos reconocer nosotros al hermano. ¿Voy a excluirme de la alegría del padre? Perdemos la paz con Dios si no nos podemos alegrar donde Dios se alegra, y si no podemos confiar donde Dios confía, si nuestro corazón lleva otro ritmo que el del Padre.

Sábado, 7. Septiembre 2019 - 22:52 Hora
XXIII Domingo TO (ciclo C)

1L.-La oración de Salomón, formulada en clave sapiencial, atribuye la verdadera sabiduría al espíritu de Dios, presente en el hombre. La sabiduría es un don de Dios, una sabiduría de la vida que conduce a la salvación integral. El sabio es aquel que conoce la voluntad de Dios.
2L.- Pablo hace que Onésimo regrese a su amo. Pero por la aceptación del evangelio y por su bautismo, el esclavo ya no es un objeto sin derechos perteneciente a su propietario sino que es un liberto del Señor. La llamada de Cristo acarrea una transformación radical de las relaciones: el esclavo se convierte en un liberto de Cristo y el libre se hace esclavo de Cristo.
Ev.-Jesús afirma con contundencia que para ser su discípulo hace falta una actitud de total desprendimiento. Hay que estar dispuesto a dejarlo todo por la causa del Evangelio. Y deja bien claro que lo único necesario es entrar en el Reino de los Cielos, pero esto no le será posible a cuantos resisten la llamada.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
El Evangelio de hoy suena duro al oído y golpea el corazón: "el que no odia a su propia vida, no puede ser discípulo mío"; "el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío". No son fáciles de asimilar estás exigencias; y lo más grueso es que no se trata de una enseñanza aislada, sino de una constante en el Evangelio: seguir a Jesús implica radicalidad. El es un Señor incompatible con otros señoríos.
Esta radicalidad no nos gusta, nos incomoda, y por eso le buscamos la vuelta como si se trata de expresiones simbólicas. Es cierto que no debemos interpretarlo al pie de la letra ("el que no odia..." , pero no es menos cierto que no podemos deformar el sentido fuerte y duro que expresa, puesto que se trata de una exigencia totalmente intencionada y buscada.
Las comparaciones que Jesús propone quieren evidenciar que hacerse discípulo suyo requiere una decisión muy seria y coherente: sería mejor no empezar a caminar tras el si no se está dispuesto a postergarlo todo y llegar hasta el final, de ahí la comparación con el rey que va a la guerra. Porque en realidad, el que se libera de las servidumbres terrenas y apegos para servir al evangelio, se hace dueño de sí, se erige en rey de sus pasiones y Dios le concederá la mayor gloria. Pero no se debe ser ingenuo por que la lucha es dura, el "dueño de este mundo", el demonio, intentará con mil argucias y razonamientos, pruebas y trampas hacernos desistir. Y Jesús advierte que de no entregarse plenamente, el discípulo se quiebra y abandona, lo que resulta mucho peor que no haber empezado.
Seguir a Jesús requiere liberarse de ataduras humanas, en ocasiones hasta de los amores más legítimos, saber alejarse de los propios, o de los problemas familiares. Puesto que nunca seremos auténticamente libres para responder a las llamadas de Dios, si no nos sitúamos de forma totalmente nueva ante los lazos familiares, el uso de nuestro tiempo o cuanto sacrificamos en la convivencia con los de nuestro entorno y ambiente.
Jesús, hoy presenta el lado serio de nuestra condición de cristianos, pero también nos estimula con su ejemplo, él ha vencido al mundo. Nos ofrece su espíritu para que no desfallezcamos, ni decaiga nuestro ánimo. Su palabra, que acogemos en la eucaristía, es exigencia y aliento, y su cuerpo y sangre, son el alimento que nos fortalece y sostiene en esta decisión de por vida, hasta el final. Jesús está con nosotros y por nosotros. Todo lo puedo

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