Miguel P. León Padilla
Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Sábado, 22. Junio 2024 - 08:36 Hora
XII Domingo TO
1L. - El Job desesperado, habla por la humanidad que pide a Dios razón del sufrimiento. En lugar de recibir una respuesta a su pregunta, es llevado a contemplar el universo y requerido a dar explicación de su inabarcable maravilla. El mar impetuoso lo invita a contemplarlo en la escrupulosa obediencia a sus leyes. Job intuye que en el universo entero hay huellas del amor de alguien y de sabiduría infinita. Se encuentra con Dios, y entonces sus interrogantes ya no piden respuesta.
2L.-El amor que Cristo nos tiene, ha de llevarnos a esa nueva vida a través de la muerte de todo egoísmo, pues sólo el que entrega su vida la gana y el que quiere conservarla la pierde.
Este es el criterio para valorar a los demás, un criterio muy distinto de los criterios humanos, en manifiesta contradicción con lo que pide el cuerpo.
Evangelio.- Jesús calma la tempestad.
PARA LLEVAR A LA VIDA
Los gritos de los discípulos y sus quejas despiertan a Jesús y él, antes de increparlos por su falta de confianza, se dirige al mar: "¡Silencio, calla!". Este milagro supuso para los discípulos un notable progreso en el conocimiento de Jesús ( ya le habían visto expulsando demonios y curando enfermedades), ahora Jesús les manifiesta su señorío sobre las fuerzas de la naturaleza.
Desde Tertuliano y Agustín se interpreta este milagro en relación con la Iglesia, a la que se compara a la barca de Pedro que va superando las tempestades porque Cristo va con ella.
La fe es algo más que creer unas verdades, es confianza en la persona de Cristo, que no puede fallarnos y que va con nosotros en el mismo barco. Esta fe no es fe para quedarse en la orilla, en la tranquilidad, sino fe para navegar en medio de los peligros, es una fe combativa.
También hoy hay muchos cristianos miedosos y quejumbrosos, que sólo ven secularización, crisis de fe y tragedias religiosas y morales u otros que por sí solos andan achicando agua, montando lío, como si de nosotros solos dependiera vencer la tempestad. Si Jesús va en nuestra barca, ¿por qué no lo despertamos con nuestra fe robusta y con nuestro optimismo esperanzado?
Al celebrar la Eucaristía, recordamos que Cristo ha querido hacerse solidario con nosotros y compartir el riesgo de la existencia humana, y al mismo tiempo reforzamos nuestra esperanza en su poder y en su salvación. Vivimos en comunión verdadera porque sabemos que Dios está con nosotros y nos garantiza seguridad en el triunfo final.
Domingo, 16. Junio 2024 - 08:55 Hora
XI Domingo del TO (ciclo B)
1L.- El profeta con la alegoría de un cedro que muere y renace alude al hundimiento de la nación y al renacer mesiánico. Anuncia a Dios presente en todo ello. Una ramita tierna -el esperado descendiente de David- será el cedro noble, que ofrezca universal refugio y abrigo. El profeta habla del reinó de Dios.
2 L. - El cristiano es el hombre de la esperanza. Esperanza que tiene depositada en Jesucristo, que ya ha inaugurado la vida nueva con su resurrección y nos garantiza si le seguimos fielmente coma discípulos.
Evangelio.- Cristo predica el reino con parábolas al alcance de las gentes humildes y las explica a sus discípulos. El Reino de Dios ha de ser sembrado por manos humanas y quienes lo siembran desconocen el misterioso vigor que manejan sus manos.
PARA LLEVAR A LA VIDA
La semilla una vez sembrada, crece misteriosamente hasta dar fruto, sin que el sembrador intervenga. Porta en sí una fuerza vigorosa que no depende del sembrador. Igual acontece con el reino de Dios, que nadie puede detener y llegará a su plenitud cuando sea la hora.
El crecimiento del reino de Dios es un misterio que sólo Dios conoce, él es el que le da el incremento. La Iglesia está al servicio de la plena manifestación y el establecimiento definitivo del reino.
En la segunda parábola expresa la desproporción entre la pequeñez del principio (grano de mostaza) y la magnitud del final (el arbusto). Así ocurre con el reino de Dios: insignificante en sus inicios, y que llegará poco a poco a hacerse capaz de dar cobijo a multitud de hombres y mujeres hasta que llegue el "día del Señor", cuando vuelva con "poder y majestad", y se manifieste en toda su dimensión. Pero tenemos que colaborar en su desarrollo, siendo una tierra que produzca el máximo posible.
Hemos de preguntarnos ¿Tenemos conciencia de ser como una semilla que debe desarrollarse y dar fruto? ¿Somos conscientes de que todo desarrollo es lento y laborioso? ¿Estamos empeñados en nuestro crecimiento y desarrollo personal?
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