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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 23. Noviembre 2019 - 10:54 Hora
XXXIV Domingo del TO Ciclo C

1L.-En la unción de David se manifiesta que el pueblo es del Señor y el soberano es su pastor, no es el dueño sino un instrumento de Dios para conducirle por el buen camino.
2L.- Pablo resume en tres puntos la obra salvadora de Dios en Cristo; Dios nos ha hecho participar de la herencia que había preparado a su pueblo santo, nos ha sacado del dominio de las tinieblas y trasladado al reino de su Hijo, y nos ha concedido el perdón por la sangre de Cristo. Por eso es necesario dar gracias a Dios, al Padre, por medio de Jesucristo.
Ev.-Cristo en la cruz. El pueblo, las autoridades judías, los soldados romanos, el letrero de la cruz, los otros dos ajusticiados... dan su opinión sobre el Mesias-Rey.
El pueblo, desde el silencio; las autoridades, soldados y letrero, desde la ironía; uno de los ajusticiados, desde la rabia; el otro ajusticiado, desde la comprensión. Sólo este hace justicia al ajusticiado Jesús y descubre quién es.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
La llegada del reinado de Dios fue el núcleo de la predicación de Jesús. Pero su enseñanza cambia radicalmente el significado de "reinado" y de "rey". El reino anunciado por él es muy diferente a como lo entiende el mundo. Jesús lo pone de manifiesto montado en un pacífico asno no como un rey poderoso y temido. Por eso él sirve de burla de los servidores del poder.
Soldados y autoridades no ven en él a un rey sino a un loco.
El reinado que Jesús pregona criterios inversos a los reinos de esta tierra: los importantes son los que sirven, los pequeños. El que quiera ser el primero, sea el último y sirva a los demás.
Pertenecemos a ese reino, fuimos bautizados como sacerdotes, profetas y reyes. Como sacerdotes, hemos de dar culto a Dios Padre cumpliendo su voluntad: la salvación del hombre. Como profetas, hemos de anunciar el reino y trabajar para que el Evangelio sea conocido. Como reyes, tenemos saber gobernarnos, en la defensa de la verdad, el combate contra el mal, la transformación del mundo. Individualmente tenemos esta tarea. Contamos con la fuerza del Espíritu de Jesús. Pedir que ¡Venga a nosotros tu reino! Implica empeñarse en hacerlo realidad en nuestro corazón y extenderlo por el mundo

Jueves, 14. Noviembre 2019 - 09:53 Hora
XXXIII Domingo TO (ciclo C)

1L.- Bien y mal no están en el mundo separados. En el destino de justos y malvados no se aprecia diferencia satisfactoria; pero la divina revelación describe un juicio al final en que todo vendrá a su lugar; entre tanto Dios está ya como juicio en la existencia del malvado y como salvación en la del justo.
2L.- A Pablo le ha llegado la noticia de que en la comunidad hay cristianos que viven en el ocio y no quieren trabajar. A les presenta su propio ejemplo. Aunque tenía derecho a ser sostenido por la comunidad en su labor misionera, no aceptó el pan de balde. Trabajó día y noche. Y les da un mandato para poner remedio: que trabajen, así no vivirán inquietos. Y que lo hagan con tranquilidad, y así evitarán perturbar a los demás.
Ev.- Jesús nos ha revelado que el mundo tiene un final, que pasará este mundo y llegará el reinado de Dios.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
A los discípulos les inquieta el final. Pero Jesús refiere al futuro, pero no con interés de descubrir detalles, sino para prevenirlos sobre los peligros que se avecinan y animarles a que estén preparados. Primero les aconseja que no hagan caso de los falsos mesías, que vendrán a proclamar el advenimiento de los tiempos escatológicos, pero no el reinado de Dios, sino una populismo que satisfaga la reivindicación política de Israel. Después señala que estas revoluciones que han de venir no son aún la señal del fin. Y por último, avisa de la persecucion y los padecimientos que habrá que soportar y que brindarán ocasión de dar un buen "testimonio".
Jesús no pretende profetizar ni atemorizar sino transmitir esperanza y confianza, alentar a sus discípulos. Si ellos han de ser llevados ante los tribunales por su causa, él mismo será su abogado y les otorgará la sabiduría que van a necesitar en su defensa: "el Espíritu Santo". Esto no quiere decir que saldrán ilesos de los tribunales humanos; pero sí que su causa reportará una victoria moral y el Evangelio se propagará por el mundo. Los que pierdan la vida terrena morirán con la esperanza de alcanzar así la verdadera vida. Todos se salvarán si perseveran hasta el fin.
Alentemos pues la esperanza, el fin que Dios quiere para el mundo no es la destrucción sino "un nuevo cielo y una nueva tierra". Lo importante del fin de este mundo es el adviento de Dios, es el mismo Dios para el mundo. Este mensaje ha de espabilar nuestra esperanza, ponerla a trabajar revistida de paciencia y comprometida con el presente, con responsabilidad.
La fe en el adviento del Señor y en el fin del mundo nos mueve a no es estar en el mundo "a verlas venir", sino a salir de la preocupación por lo inmediato, y abrirnos a lo nuevo, a Dios e ir más allá de los propios prejuicios e intereses egoístas, de las "razonables expectativas" y ponerse a punto para el encuentro con Dios y con los otros hombres. Es construir la fraternidad.

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