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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Jueves, 5. Diciembre 2019 - 06:48 Hora
II Domingo de Adviento. Ciclo A

1L.- Isaías anuncia el advenimiento de un mesías davídico, con los dones del espíritu de Dios, ha de hacer valer al desvalido, ha de neutralizar la injusticia y, en relación con él, el hombre recuperará la armonía con la adversa realidad.
2L.- Pablo alude a conflictos duros dentro de la iglesia: la rivalidad entre convertidos del paganismo y convertidos del judaísmo, que disentían haciendo peligrar la unidad de la comunidad de fe. El apóstol recuerda la paciencia de Dios y pide imitar a Cristo y que cada uno intente complacer a su prójimo, y busque crear para el otro un ambiente donde se sienta acogido en profundidad.
Ev.- Juan Bautista anuncia es que el Reino de Dios está cerca, hay que prepararse a fondo, desde la raíz. Hay que quitar impedimentos, limpiar suciedades, talar estorbos, acabar con la esterilidad y ofrecer fruto bueno. Para ello bautiza con agua, pero anuncia un bautismo radical «de Espíritu Santo y fuego».
PARA LLEVARLO A LA VIDA
La radicalidad en las exigencias del Bautista molestan a los piadosos de su época y de la nuestra: los "fariseos", laicos instruidos, que buscaban, con su conversión interna, la seguridad ante al juicio divino, y los "saduceos", la nobleza sacerdotal acomodaticia.
La conversión "farisaica" aspiraba únicamente al "cambio de mente". Pero la conversión auténtica exige un cambio radical, total, en la relación con Dios y los hermanos exige la recta ordenación de toda la vida.
Convertirse no es un simple retoque de estilo, es un cambio radical del ser; dejar de vivir para las cosas, para sí mismo, y empezar a vivir solamente Dios.
Dios no viene a quitarnos nada, sino a regalar todo. Quiere regalarse El mismo, y no sólo nos perdona lo que hemos sido y lo que somos, sino que regala lo que estamos llamado a ser. Dios viene a nosotros y no pide tus méritos, sino fe(y vivir de fe es ir cambiando poco a poco nuestra manera de andar por el camino de la vida).
Si no cambiamos nuestro corazón: nuestro modo de pensar, de ser y de existir; nuestras obras; si nuestra conversión no da frutos es señal de que, en realidad, no ha habido conversión. Dios juzga según la conducta, esto es lo que cuenta.
Quien escucha el evangelio se ve comprometido por la palabra de Dios, no la puede eludir y se sitúa ante la gran decisión, ante el juicio: escuchar y se convertirse entrando en la dinámica gozosa de la esperanza y del Reino, o resistirse al evangelio desde el auto-afianzamiento y la seguridad propia que es el medio más adecuado para caer en la ira de Dios (su lejanía).
Te abrirás tu al espíritu de conversión?

Sábado, 30. Noviembre 2019 - 09:40 Hora
I Domingo de Adviento

1L.- Isaías relata su visión, en el centro del mundo se alzará un monte luminoso, y todos los pueblos caminarán hacia él para dejarse iluminar, se dejarán instruir por el Dios de la verdad y la misericordia, caminarán por sendas del derecho y la justicia, se aprobarán las leyes de la solidaridad. y las armas se reconvertirán en instrumentos para el desarrollo; se derribarán fronteras, y se pondrá fin a la guerra.
2L.- La espectativa de la venida del Hijo del Hombre, urge al cristiano, como hijo de la luz a no dormirse. Su fe, su esperanza y su caridad han de estar vivas y dar frutos: bondad, justicia y verdad. Las obras de las tinieblas han de ser denunciadas. Y su único armamento será la palabra de Dios, que le ayudará a interpretar los signos de los tiempos.
Ev.- Cristo nos invita a la vigilancia, vendrá sin previo aviso. Pero la vigilancia que pide no es una "obsesión tensa" por la salvación personal, sino una "atención serena" a ser fieles a la misión recibida. Volverá el Señor un día como un ladrón en medio de la noche; pero no para robar, sino para regalar; como un ladrón de corazones. Hemos de vigilar pero no para defender nada, sino para quitar defensas; no para esconder, sino para poder salir prontos al encuentro con los caminos bien preparados.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
La luz del Evangelio nos invita, en palabras del apóstol, a caminar de día, sin las malas maneras propias de los que maquinan de noche (las actitudes de inhibición, amodorramiento y de encerrarnos en nuestro egoísmo). Hay que tomar las armas de la luz: la verdad, la honradez, la responsabilidad, la solidaridad. Y revestirnos de Cristo, asumir el espíritu y las actitudes de Cristo, su esfuerzo, su generosidad, su disponibilidad para con todos, su entrega hasta la muerte.
Daos cuenta del momento, ya va siendo hora de espabilarse, dice san Pablo. Distingue entre la noche y el día, entre el aturdimiento y la vigilancia. El que obra el mal camina en las tinieblas y está como dormido, pero la esperanza ilumina los pasos del que obra el bien y le mantiene despierto y siempre vigilante.
Los cristianos estamos llamados a ser centinelas de lo que ha de venir: la nueva tierra y el nuevo cielo. Esta esperanza del reino de Dios, no anula las esperanzas de los hombres, esperamos la unión de todos los hombres en la paz de Dios y su justicia.
El evangelio nos invita a adoptar dos actitudes,
-La primera: Estar alerta, vigilancia, para interpretar las señales y decidir lo que podemos hacer para facilitar el reinado de Dios, que es justicia y amor y paz para todos. Ello requiere toma de conciencia, salida de nosotros mismos. Ante el horizonte del adviento, que es el anuncio de la segunda venida para consumar el reino de Dios, se hace imprescindible la vigilancia.
- La segunda exigencia del evangelio: Estad preparados
Si de verdad esperamos, no podemos cruzarnos de brazos a verlas venir. Hay que discernir el bien del mal, conservar lo que beneficia a todos y redunda en el bienestar de todos; pero habrá que modificar y cambiar lo que sólo favorece a unos pocos. Los cristianos, como creyentes y miembros de una sociedad humana, tenemos nuestra tarea. La fe nos enrola doblemente en la tarea común. El reino de Dios (la justicia, la paz, la igualdad, el bienestar...) es resultado de la acción de todos y de la solidaridad de todos.
Siempre es adviento para el creyente, está convicción debe ayudarnos a ver cómo la esperanza del reino de Dios se va ya realizando en cada una de las esperanzas y de los logros humanos. Y debe comprometernos en esa tarea de mejorarnos y transformar la sociedad para obrar nuestros sueños. Los sueños del día, que nos impulsan hacia un futuro mejor, expresan los deseos más entrañables, los anhelos y las esperanzas del espíritu. Cuando el hombre sueña así y barrunta un reino de paz y de justicia (en donde triunfe la vida y el amor), entonces el hombre está más despierto que nunca. Pues el hombre vive de esperanza más que de recuerdos, y sólo cuando espera y sueña lo imposible se abre ante sus ojos un mundo de posibilidades. Cuando sueña y concreta sus ideales de un futuro mejor, Dios se acerca un poco más a los hombres y se dinamiza su adviento.
La esperanza cristiana es respuesta a la promesa de Dios.

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