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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Miércoles, 11. Diciembre 2019 - 06:28 Hora
III Domingo Adviento (Ciclo A)

1L.- El profeta vislumbra consolador la llegada de Dios que colma lo deficitario en la naturaleza muerta, en el ánimo abatido del pueblo que sufre. Esas realidades se transforman en vida, fortaleza y salud, vistas desde Dios que viene como salvador. La esperanza en él está gestando ya el renacer.
2L.-El apóstol recuerda que la esencial actitud cristiana, de espera y de esperanza de la venida final del Señor, no ha de ser pasiva y silenciosa, sino obrada desde la paciencia y la misión profética.
Ev.- El evangelio recoge la embajada indagatoria de los discípulos de Juan Bautista y el elogio de su figura que hace Cristo, al autodefinir su propia misión.
PARA LLEVAR A LA VIDA
El Bautista fue un predicador penitencial, su misión era anunciar "al que había de venir", al que era más que él. Pero las noticias que le llegaban a prisión, le desconcertaron, ¿Se cumplía en Jesús lo que esperaban del Mesías? La actividad no se correspondía con lo que Juan imaginaba, por ello duda y envia a sus discípulos:
¿Eres el que había de venir? El Mesías en persona?
Jesús, en su respuesta concentra todas las cosas que estaban anunciadas en el Antiguo Testamento sobre la acción del Mesías (Is 35, 5-6; 61, 1); y hace ver que están siendo realizadas; Pero de manera distinta a como Juan esperaba. El es el que había de venir!
Y Jesús añade: "dichoso aquél que no se escandalice de mí", consciente del contraste manifiesto entre lo que se esperaba de radicalidad sociopolítica y escatológica en el imaginario colectivo y lo que él venía realizando misericordiosamente en su tarea. La advertencia de Jesús establece la identificación entre su persona y su palabra.
El Evangelio no puede ser proclamado si, al mismo tiempo y como consecuencia, no empiezan ya a andar los cojos, a ver los ciegos y a salir de su indigencia los pobres. No puede haber evangelización real sin transformación de lo precario.
Cada uno de nosotros hemos de ser con nuestra vida y testimonio, un precursor de Cristo un profeta que abre espacio a la esperanza desde su circunstancia, con creatividad, de obra no sólo de palabra, siendo fermento de nueva humanidad.
Así actúa el Espíritu en la celebración eucarística, transformando los dones presentados sobre el altar y a los fieles que con fe participan en ella en ella: adelantando la transfiguración final de todas las cosas.
No debe de extrañarnos que también nosotros podamos dudar sobre la presencia de Dios en nuestra vida o de Cristo en la Iglesia; por cuánto los caminos de Dios no son los nuestros, ni sus tiempos responden a nuestra impaciencia. El reino se extiende misteriosamente y no como nosotros querríamos o imaginamos. Hay que orar, dialogar y estar atentos a los signos.

Jueves, 5. Diciembre 2019 - 07:55 Hora
Solemnidad de la Inmaculada

1L.- Ante la situación creada por el pecado original, Dios no se desentiende de su creatura y no la abandona en poder del mal. Anuncia el "protoevangelio": la victoria final del Mesías. La salvación tendrá su historia. Este es el primer anuncio. Pasará un largo Adviento, de pruebas, temibles luchas; y vendrá la mujer portadora de una semilla victoriosa.
2L.- El apóstol recuerda que como "hijos de Dios" somos también "herederos" de todos los bienes de su reino. Nuestra unión con Cristo mantiene viva la esperanza de alcanzar todos los bienes después de la resurrección de los muertos.
Ev.-El anuncio de su maternidad divina, hecho a María, es una noticia alegre y estimulante. Alienta nuestra espera: Dios se hace hombre para siempre.
PARA LLEVARLO A LA VIDA
La anunciación es la antítesis del Génesis. Pero aquí no hay un demonio que tienta, sino un ángel que anuncia y promete. No hay un fruto seductor en el árbol, sino un fruto bendito en el vientre. No hay una mujer que duda y se endiosa, sino una mujer que se fía y se entrega. A la mujer de la duda y del «no», responde la mujer de la fe y del «sí». A las maldiciones, suceden las bendiciones. Frente al espíritu malo, irrumpe el Espíritu Santo. Ahora se cumple la promesa del Génesis y ponemos rostro a aquella enigmática mujer anunciada y su descendencia victoriosa. Se llamará Dios salva (Jesús), y será a la vez el Hijo de Dios e Hijo del hombre, el nuevo Adán, el que hará posible el retorno al paraíso.
Y como "Llena de gracia" saluda a María el arcángel, que significa "llena del favor de Dios". La Inmaculada, la mujer que nunca estuvo sujeta a la esclavitud del pecado, que fue objeto de todas las complacencias divinas. Pero también la mujer más libre y responsable, sin condicionamientos de un mal pasado, capaz de asumir una función especialísima en la historia de salvación.
En esta virgen llega a su culminación la esperanza de todos los hombres y la disponibilidad de todas las mujeres de Israel. Fueron las palabras del ángel, y no tanto su inesperada aparición, las que sorprenden y turban a María. El ángel la anima y le dice que ha sido elegida por Dios para que en ella se cumplan todas las bendiciones y promesas de Israel. Por eso es "bendita".
María comprende que Dios le pide, ser madre del Mesías, pero no comprende cómo puede ser. Ella todavía es una simple prometida y no conoce varón. El ángel le dice cómo sucederá todo, por la fuerza del Altísimo (el Espíritu Santo) y sin menoscabo de su virginidad. El Espíritu de Dios "la cubrirá con su sombra" símbolo de la poderosa fecundidad de Dios y de su presencia santificante. María responde con un "sí" humilde y obediente, se convierte en el Arca de la Nueva Alianza y en Madre del Hijo de Dios.
El Adviento es una llamada a abrirnos sin reservas a la gracia y preparar la segunda venida de Aquel que hace nuevas todas las cosas. Por ello María es la mejor Maestra para el Adviento, si queremos prepararnos a acoger bien en nuestras vidas la venida del Salvador, hemos de aprender de Ella, la mujer fiel a los planes de Dios, pronta al sí para colaborar con el, servicial, humilde y de fe recia. Celebrar a la Inmaculada Virgen María, nos da la esperanza de que también para nosotros el amor Dios se hace cercano y quiere colmarnos de sus bendiciones; pero también deseoso de que las compartamos.
España, nuestra historia e identidad, está unida a da defensa de éste misterio desde antiguo; con votos en universidades, concejos y ejercitos; con exaltaciones en los dinteles de las casas, con la titularidad de templos y ermitas que salpican lo extenso de nuestra geografía. La España inmaculista desde muy antiguo la celebraba en la liturgia monástica hasta que se impone definitivamente se desde 1644, para rememorar el milagro de la Batalla de Empel. Cuando Pio IX en ‘Ineffabilis Deus’ declaró el dogma de la Inmaculada, el gozo hizo temblar todos los campanarios a volteo ininterrumpido y se desbordó la fiesta por doquier. El Papa otorgó a los sacerdotes españoles el privilegio de celebrar esta liturgia con casulla azul y para homenajear la labor que hizo España a favor del dogma de la Inmaculada y ordenó construir una columna en honor a la Virgen en la Plaza de España de Roma. Mantengamos viva la devolución, el amor y la gratitud a María e imitemos sus virtudes, siguiendo el modelo de santidad que en ella se nos propone; sólo así la venerarémos como ella merece y quiere.

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