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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 22. Marzo 2020 - 08:20 Hora
IV Domingo de Cuaresma (ciclo A)

1L.-Samuel es enviado a ungir al que debe ser el nuevo rey. El Señor no se fija en las apariencias, sino en el fondo del corazón. Su mirar siempre ve más allá. La unción divina consagra a la persona para una misión y le confiere la fuerza para llevarla a cabo. Con nosotros lo hizo en el bautismo.
2L.-Pablo se dirige a los cristianos de Efeso que proceden del mundo pagano. Ellos han encontrado en Cristo "la luz del mundo" y hora tienen el deber de iluminar a los que permanecen en las tinieblas. Estamos llamados a iluminar con el bien.
Ev-.- El relato de la curación del ciego de nacimiento nos alecciona en el camino de una fe que pone mirada sobrenatural sobre los acontecimientos.
PARA LLEVAR A LA VIDA
Creemos ver bien, pero somos ciegos para ver los acontecimientos; es la peor ceguera; no querer saber que estamos ciegos y ¡Qué difícil es que vean los que no quieren ver, los que presumen de ver, los que no saben dudar ni preguntar...!
Somos como aquel ciego de nacimiento. Sólo por el oído reconoce a las personas. Sólo por el tacto conoce las cosas. Nuestro conocimiento es siempre tan limitado y superficial... vamos a palpas pero, cuánto sabemos!
Reparemos en que no es el ciego el que pide la luz. Es la luz la que se ofrece al ciego. La luz la que se acerca a las tinieblas. Cristo quiere nuestra colaboración para curarnos; por eso no cura al ciego: sin invitarlo a reconocer su ceguera; y recuerde al símbolo del barro-; no lo cura sin que antes no escuche y acepte la palabra; sin que se muestre dócil y haga lo que se le pide, s no se deja conducir; si no se lava en la piscina del Enviado.
«Le untó en los ojos con barro». Extraña terapia: embarra los ojos; al que está en la oscuridad. Nos sitúa ante nuestros pecados. Procede así para curar nuestra ceguera, permite el culmen de la crisis para despertar la conciencia autosatisfecha: el dolor en el enfermo, el fracaso al humillado, la oscuridad en el problematizado.
Sólo cuando se toca fondo, sólo cuando descubrimos nuestra impotencia y la soberbia es vencida por la dureza de la realidad... Sólo entonces, Dios obra la sanación y lo hace de manera progresiva.
Necesitamos que el Señor cure diariamente nuestros ojos, nuestra mirada para poderle ver bien, para saber ver como Jesús. Ver las cosas, los hechos y las personas como Jesús los ve, desde la comprensión que disculpa, desde la profundidad que comprende y desde el amor que procura el bien. ¡Ver con los ojos del corazón de Jesús! Esa es la auténtica curación.
Curados para curar, ver la luz para para poder acercarla a otros. Ser participes de la luz aunque sea una luz pequeñita y participada, como nos recordaba San Pablo: "Ahora sois luz en el Señor".
Pidamos en nuestro camino de la fe: ver como Jesús, para poder ser luz en la oscuridad de un mundo ensombrecido por haber olvidado a Dios.

Miércoles, 11. Marzo 2020 - 16:28 Hora
Solemnidad de San José

1ªL.- El Señor Dios le dará el trono de David, su padre
2ªL.- Esperando contra toda esperanza, creyó
Ev.-José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado
PARA LLEVARLO A LA VIDA
Una piadosa tradición, que hizo fortuna en el arte cristiano, difundió la idea de que S. José era ya anciano y viudo cuando se casó con la Virgen (de esta forma se reforzaba la convicción de que María continuó siendo virgen despues del parto). Sin embargo, el hecho sería tan extraordinario en aquella sociedad que los evangelios se hubieran hecho eco de un matrimonio singular.
Se recoge muy poca cosa sobre el artesano de Nazaret, pero suficiente para reconocerlo como un hombre vigoroso y esforzado, como un trabajador honrado y bueno, que mantiene comunicación con Dios (por ello no se sorprende de las revelaciones), que se manifiesta obediente y pronto a cumplir con su voluntad sin cuestionarla, pese a no entenderla.Y colabora eficazmente con su silencio, con su fe, con su obediencia, con su paciencia, y con su trabajo, que sea alumbrada la Palabra en el mundo y venga el reino de Dios.
Y si Jesús es la revelación del Padre, José es la fe y la obediencia. Si Jesús es la promesa y el cumplimiento, José es la esperanza.
Apunta el evangelio que José: "Que era justo" y así lo manifestó porque supo supo respetar el misterio de la vida que nacía en su esposa sin su concurso; porque no puso en cuestión la fidelidad de su mujer y, lleno de perplejidad, optó por retirarse en silencio; porque no quiso poner sus manos en aquella que había sido elegida por el Señor. José frente al Misterio, con temor y temblor, se pone a la escucha abierto a los sorprendentes designios de Dios. Y es invitado a desempeñar un papel que nunca se hubiera atrevido a usurpar: hacer la tarea de padre, poner nombre al hijo de María, "le llamará Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados".
Lo primero que podemos aprender de la actitud de José, "el varón justo", es que para ser "bueno", para ser justo, hemos de de saber situarnos en el lugar que nos corresponde; sin justificarnos permanentemente ante de Dios, sin endiosarnos por encima de los demás, reconociendo nuestros límites, poniendonos a la escucha y dejándonos sorprender por el Misterio, en actitud de obediencia a la palabra de Dios, de responsabilidad, de fe, de esperanza y de trabajo.
Ante la figura de José, que tuvo la misión de velar por el crecimiento de Jesús, la Iglesia nos pide orar por los que hoy se forman en nuestros seminarios para asumir la misión asegurar especialmente la unidad, el crecimiento de la comunidad cristiana. Ante la figura de José , la Iglesia nos invita a pensar en los sacerdotes y a reflexionar sobre la necesidad de que aumente su presencia en la Iglesia. Es necesario que la comunidad cristiana se esfuerce y trabaje para que haya jóvenes que tengan ganas de emprender esta tarea: la tarea de ser un signo particular de la presencia de JC en medio de su pueblo, la tarea de ser vínculo y cohesión en la comunidad cristiana, la tarea de anunciarle la Palabra y administrarle los sacramentos. Oremos por nuestros sacerdotes, vivos y difuntos; oremos por quienes se preparan al ministerio y por quienes les forman.

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