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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Sábado, 13. Junio 2020 - 09:15 Hora
Solemnidad del Santísimo cuerpo y sangre de Cristo

1L.-El hambre de pan y de sentido acusa la carencia y provoca la búsqueda. La condición de desierto, con sed de agua y de sentido, acompaña siempre al hombre peregrino. Al que busca se le da un sustento de sorpresa, gratuito: es el que sacia toda el hambre.
2L.-Comer del mismo pan y beber del mismo vino eucarísticos implica el compromiso de unidad,
profética y comprometida.
Ev.-El pan del que habla Jesús, él mismo, es verdadero pan "bajado del cielo", es decir, enviado a los hombres por el Padre y entregado como un regalo de Dios al mundo. El "maná", el pan del desierto, no es más que una figura profética del verdadero pan que da vida eterna.

PARA LLEVAR A LA VIDA
Esta celebración viene a recordarnos las tres dimensiones del cuerpo de Cristo, para que las valoremos, descubramos su riqueza y vivenciemos la fe:
- Es toda su existencia concreta: su cuerpo muerto para destruir la muerte y su cuerpo resucitado para manifestar la resurrección. Su carne y sangre que él continua entregando y derramando "para la vida del mundo".
-Es el "pan que partimos", el "pan de vida": "El que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo le daré es mi carne para la vida del mundo" (Jn/06/52). Un alimento vivificante.
- Es la Iglesia, el pueblo que Dios reúne en Cristo. Por la recepción de su cuerpo eucarístico, somos cuerpo de Cristo, constituimos un pueblo, un cuerpo, una Iglesia comprometida con dar vida al mundo. En la Comunión recibimos un cuerpo que se entrega por nosotros y por todos los hombres. El que comulga se compromete con Cristo en su sacrificio de entrega para la salvación del mundo.
Jesús pone de relieve hemos de comer su carne, que hay que entrar en relación profunda con él; abrirse y amar, de lo contrario no tendremos vida en nosotros.
Hay que nutrirse él como un alimento necesario, básico, bueno para mí, como una comida que me edifica y fortalece, y entonces tengo vida eterna, me construyo según el plan de Dios, mi existencia cobra sentido y significado, no puedo desaparecer, "resucitaré el último día". La celebración eucarística es una garantía de resurrección. Por eso, la Eucaristía es la celebración de la vida. La comunidad cristiana, que se congrega para comer la carne de Cristo y beber su sangre, debe dar señales de vitalidad esperanzada y renovadora; ha de convertirse en un estímulo y aliento de todo lo bueno, lo justo, lo santo.
Para que no tenemos en este empeño, Jesús se hace presente en nosotros y nosotros nos hacemos presentes a Jesús a través de la comida fraternal del pan y del vino; a través de la puesta en común de nuestros bienes, nuestras personas, nuestros dones e indigencias. Todo esto viene a celebrar el banquete eucarístico en el que nos sentamos todos a la misma mesa.

Sábado, 6. Junio 2020 - 20:33 Hora
Solemnidad de la Santísima Trinidad

1L.-Dios se muestra presente por un profeta como Moisés, que se acerca al lugar en donde Dios se acerca a él. El mediador invoca su presencia y su guía, y pronuncia su nombre clemente y compasivo sobre el pueblo. Dios revela por él su alianza.
2L.-En la conclusión de su carta S.Pablo expresa su deseo de bendición en el que atribuye a Jesucristo, a Dios y al Espíritu los bienes de la gracia, el amor y la comunión.
Ev.-Jesús vino a la tierra como salvador. Quien no lo acepta como el Hijo de Dios, se condena a sí mismo al rechazar la salvación que le ha sido ofrecida.Por no haber creído en la prueba máxima del amor de Dios.
El criterio del juicio será la fe. El que cree no es juzgado. El que no cree ya está juzgado.
PARA LLEVAR A LA VIDA
La liturgia nos propone hoy la contemplación gozosa del misterio íntimo de Dios que se nos ha revelado en Jesucristo. A lo largo de toda la historia los seres humanos hemos buscado la razón de nuestra existencia. Todas las religiones pretenden conocer a Dios (y encierran fragmento de verdad) pero sólo el cristiano conoce el misterio íntimo de Dios, que es Trinidad (la verdad plena revelada por Cristo). El es Padre que nos ha manifestado su amor en su Hijo hecho hombre, Jesucristo, y que nos da su Espíritu para llevar a plenitud nuestra existencia. Un misterio de amor fecundo que engendra vida interpersonal. Un misterio relacional y rebosante de bondad, un misterio de amor familiar creativo y providente.
Sin embargo, durante mucho tiempo se ha presentado a Dios como juez. Pero el Dios cristiano, manifesta­do en Jesús, es un Dios que no quiere juzgar, que no condena. Un Dios que es Padre amoroso, que salva, que ofrece la salvación que por medio de Jesús: no la impone. Porque el amor, cuando es auténtico, respeta siempre la libertad; de modo que el hombre puede libremente aceptar o rechazar la salvación que el Padre le ofrece.
La calidad del amor que Dios ofrece se pone de manifiesto en la entrega de su Hijo; es un amor que tiene como finalidad: la salvación de los hombres. Es el amor del Padre, que por amor da la vida, y que quiere que sus hijos se le asemejen practicando el amor fraterno. Así es como Dios quiere que le correspondamos.
Dios no es un Dios solitario, sino que en Dios hay calor familiar. Dios no es único a pesar de ser tres, sino que es único precisamente porque en él son tres que comparten todo lo que son... Como Padre espera que nos parezcamos a él, como Hijo que seamos fraternos, como Espíritu que seamos dóciles a sus indicaciones

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