Usted está aquí: Inicio

Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Jueves, 10. Septiembre 2020 - 10:46 Hora
XXIV Domingo TO (ciclo A)

1L.-El hombre piadoso, que reconoce su debilidad, se acuerda de los mandamientos del Señor y no se enoja fácilmente contra su prójimo, rechaza el espíritu vengativo. El Señor es el fundamento de esa conducta el perdona y promete el perdón a los que saben perdonar.
2L.- Todos somos del Señor y nadie es esclavo del prójimo para que éste pueda decidir sobre su vida. El Señor es el que juzga y a quien debemos atenernos. A él sólo pertenecemos, ya que sólo él murió para destruir nuestra muerte y resucitó para darnos vida abundante.
Ev.-Pedro pregunta por los límites (la constante tentación de la ley) del perdón cristiano. Pero para Jesús se ha de perdonar indefinidamente, porque todos hemos sido perdonados sin medida por Dios.
PARA LLEVAR A LA VIDA
En la parábola que hemos escuchado Cristo no sólo enseña que el perdón de Dios depende del perdón que nosotros ofrecemos a nuestros hermanos, sino que, además, sugiere que cuando nosotros perdonamos, estamos siendo agraciados con el perdón de Dios. Al siervo de la parábola: se le ha perdonado una cantidad ingente de dinero, pero ese perdón no se hace efectivo hasta que él no se comporte con idéntica generosidad con su compañero. Por eso al descubrir su actitud mezquina, el Señor le reclama lo que era suyo.
Pedro ha entiendido que Jesús le pide que sean generosos para perdonar perfectamente, hasta siete veces. Sin embargo, Jesús quiere que perdonemos siempre, la perfección es no llevar cuenta de los errores ajenos, perdonar sin medida.
Dios es fuente de la misericordia y ello para un cristiano significa que nuestro perdón y nuestra solidaridad con los demás son la consecuencia y no la causa de que él nos perdone. Y como cualquier realidad que mana de una fuente, requiere que no se estanque en nosotros, sino que corra hacia los demás a través de nuestra actuación.

Jueves, 3. Septiembre 2020 - 13:50 Hora
XXIII Domingo TO (ciclo A)

1L.En el diálogo con Dios, aprende el verdadero profeta que su misión es como la de un vigía, atento sobre las murallas al peligro que acecha a la ciudad. Ceñido a la escucha de la palabra, cumple su cometido traduciendo y trasmitiendo la llamada de Dios. Con el impulso de la llamada, cada uno debe tomar el camino de la vida por sí mismo.
2.L.-El apostol nos recuerda que Si todos los mandamientos de la ley han sido dados para no dañar al prójimo, el que ama a su prójimo cumple todos los mandamientos. De ahí que el amor sea la plenitud de la ley.
Ev.-Jesús enseña que es preciso salir en busca de la oveja perdida manifestando interés por la salvación del prójimo. La corrección fraterna está al servicio de ese cuidado y ha de hacerse primero en la intimidad, entre dos personas, con tacto y amorosamente. Si el pecador se arrepiente, se habrá salvado a un hermano para la vida eterna.
PARA LLEVAR A LA VIDA
Frecuentemente reducimos exigencia del amor fraterno a hacer el bien a los demás: con nuestro servicio, entregándonos en favor de los demás, comprometiéndonos en la edificación de una sociedad más justa, perdonando las ofensas... estos suelen ser los cauces habituales de nuestro amor cristiano. Y con ello damos por bien cumplido nuestro deber de amar al hermano; pero sin entrometernos lo que él quiera hacer de su propia vida y destino. Sin embargo, Jesus pide de nosotros más... pide implicarnos en la advertencia amorosa de sus pasos errados, ayudarle a descubrir sus equivocos. nos muestra que es misericordioso corregir las actitudes de quien se aleja de la voluntad de Dios.
Si nuestro hermano peca, no por ello hay que dejar de hacer el bien, pero no basta con una actitud benévola. Nuestro amor al hermano, si quiere ser cristiano, ha de ir más allá. Es preciso llegar a sentirse corresponsable de sus éxitos o sus fracasos, de su crecimiento o de su pecado. Sus pecados no son sólo "cosa suya", sino también nuestra. Precisamente porque le amamos debemos sentir sus pecados como un fracaso y hemos de tratar de evitarle la desgracia de permanecer viviendo oprimido por el pecado.
Para corregir al pecador, Jesús nos ofrece un proceso lleno de delicadeza y procurando la objetividad: primero hay que dialogar personalmente con él (con comprensión y delicadeza), si no se obtiene respuesta, hay que buscar algunos consejeros que aporten luz y contrasten la situación, y finalmente si persiste la tozudez en negarse a reconocer la realidad, ha de tratarse el asunto comunitariamente. Porque la comunidad cristiana, reunida en Asamblea, es cuerpo de Cristo que "ata y desata", que en todo procura el bien de sus miembros. Al celebrar la Eucaristía, se cumple la palabra del Señor: Yo estoy en medio de dos o tres que se reúnan en mi nombre. El pecado, como la gracia, tiene repercusiones colectivas, comunitarias por ello no podemos desentendernos de la suerte del hermano.

Nueva contribución  Vieja contribución

Iniciar sesión