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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Lunes, 12. Octubre 2020 - 00:37 Hora
Solemnidad de Ntra Sra del Pilar, patrona de la Hispanidad

1L.-Ex 13, 21-22, una columna de fuego por la noche acompañaba al pueblo de Israel peregrino en el desierto, dirigiendo su itinerario. El pueblo ve en la Virgen del Pilar simbolizada "la presencia de Dios, una presencia activa que, guía al pueblo de elegido a través de las emboscadas de la ruta".
Ev.,-«Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan»
PARA LLEVAR A LA VIDA
Aunque parece que Jesús rectifica a la mujer que piropeara su madre; el Señor lo que hace es reconducir el requiebro hacia lo que en María requiere verdaderamente alabanza. Quiere poner de relieve la auténtica razon por la que merece ser bendecida, que no es su maternidad biológica sino ser Madre de todos los que sinceramente aceptan la Palabra de Dios e intentan cumplirla. La altura que la Virgen alcanza en la fe, mediante la escucha y la práctica de la Palabra de Dios, la constituye en modelo de discípulo. Ella nos enseña que creer en la Palabra de Dios (escucharla y practicarla de manera atenta sin que nada nos distraiga) es el cauce para lograr que se opere un cambio radical en nuestras vidas.
En la historia la figura de María ha impulsado la vida cristiana y la difusión del Evangelio desde la firmeza en la fe. Por ello nosotros al celebrar la fiesta de la Virgen, proclamamos gozosos que: el Pilar ha sido instrumento providencial para suscitar sobre España el anhelo de vivir y difundir la enseñanza de Cristo allende los mares. Abrazados a su Pilar, nuestros Reyes y Héroes, nuestros misioneros y cristianos, han encontrado voluntad y firmeza para perseverar en su misión evangelizadora y la fuerza sobrenatural necesaria para cumplirla.
Aquel memorable 12 de octubre de 1492, tras invocar a la desesperada al cielo, las tres carabelas capitaneadas por Colón, avistaban las tierras de América; mientras aquí, al otro lado del Atlántico, los monjes jerónimos oficiaban -en maitines- sus plegarias a la Madre de Dios en su santuario de Zaragoza. Aquella gesta supuso el encuentro de dos mundos que (aún con sus primeros errores) nos hizo progresar en humanidad. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, algunos ideólogos del comunismo (la ideología más perversa que jamás se haya propuesto, la que más sufrimiento y violencia ha generado en los pueblos y la que más sangre inocente ha derramado, llegando a masacrar en un siglo escaso, a más de cien millones de personas) han hecho de esta jornada una celebración marcada por la polémica y quieren convertir el descubrimiento del Nuevo Mundo en un genocidio capitalista marcado por la conquista y la colonización. Esta tergiversación de la historia que procedente del comunismo, desgraciadamente ha sido secundada por su filial cristiana: la teología de la liberación.
Hay quienes, cegados por su odio a la fe, insisten en que España debiera pedir perdón a los hispanoamericanos por haberles arrebatado su idílico estado natural de inocencia y su "cultura autóctona"... Pero nada más injustificado por la realidad histórica: España, a diferencia de otras naciones, no fue colonizadora sino civilizadora y evangelizadora, y así lo testimonian -entre otros muchos hechos- las nuevas leyes en defensa de los indios, los aportes de la Escuela de Salamanca, las reducciones jesuíticas o las misiones franciscanas y su estatuto de los indígenas. Sólo la mala voluntad puede negarse a reconocer la verdad de los hechos. Los españoles compartimos con los amerindios la civilización que les liberó de sus ancestrales ritos salvajes: el canibalismo, la antropofagia, los sacrificios humanos y supersticiones o creencias erradas (como sacrificar cada día muchachas para que el sol volviera a salir al día siguiente); les rescatamos de su atraso y su ignorancia; les ayudamos humanizarse, les dimos cultura: creamos hospitales, escuelas y universidades (nuestros conocimientos les ayudaron a progresar: los acueductos, la rueda, la imprenta, técnicas de riego y de cultivo...). Introdujimos más de unas 170 especies vegetales, así como animales como el caballo, la gallina, el burro, el mulo, la vaca, el buey, la oveja, el cerdo... Que les aliviaron en sus faenas físicas y en sus hambrunas.
La moral cristiana les ayudó a descubrir su dignidad y les instituyó en la piedad como regla de conducta, en el respeto y el amor al prójimo como base de su convivencia. Se prohibió la venganza sanguinaria del tomarse la justicia por su mano, el abandono de los neonatos en la selva, la práctica de la esclavitud de los prisioneros, etc
Baste como testimonio para desmontar la leyenda negra difundida por los ideologos comunistas, que manipulan la historia para engañar a nuestra infancia y juventud, la rigurosa y acreditada investigación del prestigioso histiador Joseph Pérez sobre la "leyenda negra"; para concluir con Charles Fletcher Lummis que: "En todas partes el propósito de los españoles fue el de levantar, cristianizar y civilizar a los indígenas salvajes, hasta hacerle útiles ciudadanos de la nueva nación en vez de arrojarlos de la faz de la tierra como se ha hecho generalmente en algunas conquistas europeas. Ahora y entonces hubo errores y crímenes individuales, pero el gran principio de humanidad y cordura señala en conjunto el amplio camino de España".
Demos gracias a Dios por aquel acontecimiento impulsado por la fe, bendecido por María desde su pilar. Y hagamos nuestra la plegaria de S. Juan Pablo II en su visita a Zaragoza: " A tus cuidados confío [...] las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras.
En tus manos pongo la fatiga y el sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad.
En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia.
Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad.
Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad". Amén

Martes, 29. Septiembre 2020 - 22:56 Hora
XXVIII Domingo TO (Ciclo A)

1L.-La visión profética de la salvación escatológica -total y definitiva- la describe como un banquete, ofrecido a todos los pueblos. La salvación no es completa, si no es universal. El Dios que se ha de revelar a todos los pueblos y ayudar así a vencer todo el mal, se está revelando ya y poniendo plenitud en el presente de los que oyen su palabra.
2L.- San Pablo nos ofrece su propia experiencia: ni la pobreza ni la abundancia son en sí mismas un valor o un desvalor; lo son en función del uso que se les dé al servicio del Evangelio.
Ev.- El Reino de Dios, predicado por Jesús, dejaba atrás los privilegios del pueblo judío, para abrirlo a la universalidad. Sólo se exige para entrar en él, llevar un traje de fiesta. No valen escusas terrenas que nos impiden, con frecuencia, acudir al banquete a tomar parte en el mismo con plena disposición. Ni vale entrar en el banquete sin el vestido de gracia.
PARA LLEVAR A LA VIDA
El evangelio se presenta como invitación de Dios para todos los hombres y el reino de Dios se compara a un banquete, a unas bodas, a un festín de manjares suculentos. ¡Dios invita! Su voluntad es acoger a todos, con la esperanza de que no le demos un plante y despreciemos su invitación. Es puro don, pura gracia... El que cree en el Evangelio es alguien que va de fiesta, que ha aceptado la invitación de Dios y se ha puesto en camino.
Imaginemos la sorpresa de aquellos que acuden desde las plazas y los caminos, de los pobres y de los hambrientos; imaginemos la alegría de todos estos al entrar en la sala del rey... Así es la alegría de los que creen en el evangelio. Cuando se acoge el Evangelio de verdad no importa dejarlo todo ante la invitación a la fiesta: la casa, las tierras, los negocios... La conversión que predica Jesús debe manifestarse en un cambio radical de vida, en un empeño de transformación de todas las cosas y de construcción de la fraternidad entre todos los hombres.
Pero reparemos en que había uno en el banquete sin traje de fiesta, y cuando es descubierto es arrojado a las tinieblas atado de pies y manos. Lo que Jesucristo quiere insinuar es que para pertenecer al Reino de Dios hay que poner de nuestra parte. Dios invita y hasta pone el traje y todo lo demás. Pero algo se le exige al hombre. ¿Qué será esto? Sinceridad, buena voluntad, apertura a Dios y los hermanos, frutos. Vestirse con el traje de ceremonia: en expresión de san Pablo es "vestirse de justicia y santidad". Hace falta despojarse de todo egoísmo y estar dispuesto a caminar por el mundo practicando la misericordia.
Dios pone lo más, su llamada y su gracia, pero hay algo imprescindible que tiene que poner el hombre. Porque Dios, que quiso crear al hombre sin el hombre, no quiere salvar al hombre sin el hombre (S.Agustín). Nos hizo libres y quiere que ejerzamos la libertad. Dios llama, pero el hombre ha de responder. Esto nos lleva a la conclusión de la parábola: "Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos". Y esto es así, pero no por culpa de Dios.

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