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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 8. Septiembre 2024 - 01:12 Hora
XXIII Domingo TO (ciclo B)

1L.- El profeta llama a una nueva confianza en Dios: la victoria sobre los enemigos está conseguida y con ella llega la liberación de Israel. El que redime viene como "salvador" que sana todas las debilidades del cuerpo.
2L.-La carta se dirige a la comunidad que se ha desviado el mensaje de Jesús. El autor les avisa la contradicción en que viven: siguen contando con las riquezas como un valor; y prefieren a los ricos, menospreciando a los pobres.
Evangelio.- El milagro del sordomudo desata los testimonios sobre el poder de la bondad de Cristo.
PARA LLEVAR A LA VIDA
Aunque Jesús ha realizado el milagro apartándose del pueblo, pronto se conoce lo sucedido y todos se hacen lenguas de lo que ha ocurrido. Este milagro es una de las señales anunciadas por Isaías para los tiempos mesiánicos.
La gente se quedan en lo anecdótico y superficial, no a una reflexión de fe. Esto provoca en Jesús una enorme tensión interna: "mirando al cielo, suspiró". Por ello impone silencio temiendo que la falsa concepción mesiánica que poseían comprometiera su actuación ante los poderes públicos.
El milagro se hace entender primero con gestos visibles para el sordomudo, disponiendole a la fe, después pronuncia la palabra eficaz. La eficacia de esa palabra radica en ser escuchada por el sordomudo.
Hay una relación entre la sordera y la mudez. No se puede hablar si no se puede escuchar. Y esto remite a la audición y confesión del evangelio. Sólo el que cree, el que escucha, puede después proclamar y confesar auténticamente el evangelio. Jesús quiere rescatarnos de nuestras cerrazones, abrirnos a la gracia de su mensaje, desatar nuestra lengua para proclamar el testimonio de la fe

Viernes, 30. Agosto 2024 - 06:08 Hora
XXII Domingo (ciclo B)

1L.- Moisés le recuerda al pueblo de Israel que tienen experiencias de cómo Dios cumple sus promesas, y le recuerda también los deberes que contrajo en el Sinaí. Ha de saber que sólo podrá llegar a poseer y conservar toda la tierra que le fue prometida si cumple las cláusulas de la alianza.No hay otro pueblo que tenga un Dios como éste.
2L.- Ante la "Palabra de la verdad", el hombre ha de manifestar: disposición para la escucha, discreción en el hablar, renuncia a los accesos de ira. Esta triple disposición configura la regla de toda vida cristiana.
Evangelio: Un grupo de fariseos del lugar y algunos letrados o rabinos de Jerusalén, probablemente enviados por el Sanedrín para espiar a Jesús, se escandalizan al ver que los discípulos comían sin lavarse las manos según ordenaba la tradición.
Jesús da respuesta a la polémica farisaica sobre la pureza.
PARA LLEVAR A LA VIDA
El lavatorio de las manos antes de las comidas constituía buena parte de las tradiciones codificadas en el Talmud y veneradas por los fariseos como si se tratara de la misma Ley de Dios. En lo cual iban más allá de lo expresamente mandado en la Ley de Moisés, ateniéndose a tradiciones humanas. La multiplicación de estos lavatorios resultaba imposible de cumplir para los trabajadores humildes de un pueblo en el que el acceso al agua era difícil.
Los fariseos habían universalizado una tradicion humana y reprochan al Maestro de que permita a sus discípulos un comportamiento en contra de la "tradición de los mayores". Jesús les dice que ellos practican un culto vacío, un culto de los labios y no del corazón; que se atienen a preceptos humanos y quebrantan sin escrúpulos los mandamientos de Dios. Más aún, que con el pretexto de dar culto a Dios, le ofenden dejando en la miseria a sus propios padres.
Y dirigiéndose Jesús al pueblo, promulga una moral bien distinta:
Lo que importa es la pureza del corazón, la buena voluntad. Pues lo que mancha al hombre no viene de fuera, sino que sale del interior. Jesús no niega la necesidad de atenerse a la tradición, pero advierte, que hay que distinguir lo que hay de puramente humano en la tradición; y, en segundo lugar, siempre la tradición más venerable ha de estar subordinada a lo que es precepto divino, como el amor al prójimo.
Con frecuencia los cristianos, en la Misa del domingo, honramos a Dios con los labios pero no con el corazón. No debemos limitarnos a escuchar: Es necesario llevar el Evangelio a la vida. De otro modo, nuestro culto será puro fariseísmo. No hay que olvidar que el hombre tiene tendencia a refugiarse en la religiosidad y crearse coartadas para autoconvencerse de que procede correctamente en lugar de tratar de convertirse a la verdad.
La observancia de exterioridades hace olvidar el culto verdadero; de lo esencial del evangelio y, por tanto, a la fe: donde las tradiciones hacen incomprensible el amor de Dios .

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